CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS CONTRA EL HAMBRE

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 12-2-2023
Eclesiástico 15, 15-20; Salmo 118; 1ªCorintios 2, 6-10; Mateo 5, 17-37

Por JOSÉ LUIS BLEDA | Estamos en España celebrando la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre, y, este año el lema que nos proponen para la campaña es: “Frenar la desigualdad está en tus manos”, precisamente en un fin de semana en el que lo primero que escuchamos en la primera lectura es: “Si quieres”.

¿Quiero? ¿De verdad está en mis manos frenar la desigualdad?

Podemos mirar nuestro alrededor, mirarlo de verdad, no buscando ver lo que quiero ver y negando ver lo que realmente se me presenta ante los ojos, pues no me interesa, no me conviene, no quiero verlo,… Una semana difícil: siguen las guerras en Ucrania, Yemen, Siria… sigue la violencia; a ello se une el desastre del terremoto en Turquía y Siria, … En Cieza, dónde tengo la parroquia en la que sirvo, ya han comenzado a llegar los temporeros en busca de un trabajo que aún no se tiene, en una ciudad que no cuenta con recursos para albergar, acoger, en un contexto de crisis, de subida de precios, de no llegar a fin de mes, … Yo tengo techo, agua caliente para ducharme todos los días, posibilidad de una comida caliente, … ¿Me basta?

Dios nos hizo libres

El libro del Eclesiástico nos recuerda que Dios nos hizo libres, nos dio la opción de elegir nuestra respuesta, de actuar frente al mundo y la realidad en la que vivimos; podemos elegir la vida o la muerte, tender la mano o meterla en el bolsillo, hacer el bien o ser indiferentes.

En un primer momento puede parecernos que esa opción más que afectarme a mí, afectará al otro, al que necesita mi mano, mi pan, mi ayuda: si optó por tender la mano, me complico la vida y puedo solucionar, animar, acompañar al otro; de lo contrario, yo sigo con mi vida y el otro ya se apañará. Si quiero puedo ayudar, tender la mano, hacer el bien, optar por la vida. Pero, esa misma lectura nos advierte que la decisión que tome al final me afectará a mí, pues si elijo la vida, no sólo elijo ayudar al otro, sino también elijo mi vida, y si elijo la muerte, el encerrar las manos, el mal, al final el que acabará mal, en la soledad y la muerte, seré yo, pues a cada uno se le dará según elija.

Elegir amar

Necesitamos sabiduría para elegir bien. No una sabiduría humana. La sabiduría humana nos puede llevar a saber de memoria los diez mandamientos, a repetir como un loro las frases que los Evangelios ponen en la boca de Jesús, a conocer y explicar el funcionamiento de un reloj. Pero necesitamos de otra sabiduría, aquella de la que nos habla Pablo en la segunda lectura, la sabiduría que nos puede llevar a vivir y dar plenitud en nuestra vida los mandamientos, tal y como nos pide Jesús que hagamos en el Evangelio.

Tras las Bienaventuranzas, tras decirnos que somos sal y somos luz, ahora Jesús nos aclara a que nos compromete ser bienaventurados, ser luz, ser sal. No podemos quedarnos permanentemente en la mediocridad, en el conocer para no actuar, en estar días, semanas, años, una vida pensando que voy a hacer y cómo lo voy a hacer.

Vivir de otra manera

Dios ya ha hablado, ya nos ha creado, nos ha dado la libertad y la capacidad de amar y de actuar, nos ha indicado y en Jesús mostrado hasta dónde puede llegar el amor y la entrega a y por los demás, ahora es nuestro tiempo, mi tiempo, es el momento en que yo puedo vivir como Jesús vivió, amar como él amó, dar plenitud a la Ley, vivirla con sentido, sabiendo no lo que dice, sino como aplicarla a mi vida y a la de los otros; en suma, en mis manos está el frenar la desigualdad que hay a mi alrededor. ¿Quiero hacerlo? ¿Lo haré?



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