Activista sindical y militante anticapitalista
María Rubio nació en Tetuán (4-6-1935). Pasó su niñez en Alhucemas con pequeño paréntesis en Cartagena. De esa corta época recuerda el hambre que pasó. Volverá a Cartagena, ya para quedarse, a los 17 años. Se casó con un peón, Salvador, hijo de represaliados del franquismo. Tuvieron dos hijos: Luisa y Pedro. Al crearse el Barrio de Las 600 pasaron a vivir en él en 1962. Salvador murió en una desgraciada operación y María emprendió la carrera dura de la viudez y con dos hijos de cinco y tres años.
En Las Seiscientas funcionaba la HOAC y ella se incorpora hacia 1965. Las reuniones del Plan Cíclico eran semanales y se llevaban por escrito. Años después Mariano le dedicará en “Trece canciones sencillas contra el desencanto” la canción 11: “Esta canción es para mi amiga María… Nos dice algunas veces que si ella se va a poner a estudiar ahora a sus 43 años… A María le cuesta escribir, pero lo hace. Es decir, ya tiene media cuesta subida”.
A mediados de los sesenta llegan un grupo de mujeres jóvenes de la huerta de Murcia y se instalan en los barrios y viven haciendo faena por las casas. Y también pasaban días en casa de María para comer y dormir. Siempre había algún colchón para echar al suelo.
Después de una homilía detienen al párroco de las Seiscientas, y Marí,a con un grupo de mujeres, convocan a las mujeres del barrio en la plaza y desde allí marchan hasta la cárcel. Muchas ventanas del barrio aparecieron con ropas negras. La policía franquista para meter miedo hizo que bastantes de las cabecillas fueran a Comisaría “acompañadas” de sus maridos. María tuvo muchas veces que vérselas cara a cara con la policía y les desconcertaba por su tranquilidad y sus respuestas inesperadas. En la detención de los tres jesuitas obreros que vivían en su casa de Las 600 (pues ella, a la muerte de su madre, se fue a vivir con su padre en otro barrio cercano) dio la cara e iba todas las semanas a verlos, llevarles comida, ropa limpia, sola o acompañada de alguno de sus hijos hasta la vieja cárcel de San Antón.
De su coraje y valor esta anécdota: La noche que fusilaron a los cinco militantes antifranquistas (ETA-FRAPP) ella, subida en el portaequipajes de una bici, conducida por un militante anarquista del barrio, portaba un cubo de pintura roja y brocha, y se dedicaron a hacer pintadas. Seguramente en Cartagena fueron las únicas pintadas. En 1976 -muerto ya Franco- la manifestación del 1º de Mayo fue tolerada, pero rodeados de los “grises”. Estos empezaron a porrazos y le dieron a su hija, entonces María empezó a gritarles y le plantó en la cara de uno de los jefecillos el ramo de claveles rojos que llevaba.
Esta María indomable dirigió la organización de las CC.OO. en los hospitales de la sanidad privada. Sus luchas se centraron en conseguir un convenio digno para el sector, que tenía salarios bajísimos. Siempre contaba con las delegadas y delegados de los centros y se esforzaba en la participación de las bases. Después de su jubilación los trabajadores todavía echan de menos su lucha desinteresada y combatividad.
Otro campo importante en su actividad militante fue tener su casa abierta a militantes de todo tipo: por su mesa pasaron Marcelino Camacho, Sartorius, Enrique Miret Magdalena, Díez-Alegría y otros muchos no tan conocidos. Ella cocinaba para todos, a pesar de su trabajo a turnos como limpiadora y auxiliar de enfermería…
Ella fue el eje central de la actividad del Comité de Solidaridad con EuskalHerria, que se dedicó a acompañar, dar de comer y dormir a los familiares de los presos vascos que llegaron a las cárceles de Murcia (1987) y Cartagena al año siguiente. A esta dispersión de los presos vascos, planificada por el ministro felipista-sionista Múgica, trató de hacer frente este Comité, que siempre estuvo vigilado y seguido por la policia.
El seguimiento de la policía era casi provocativo (para intimidar): Un día que ya jubilada llevaba con la policía pegada a su coche en sus idas y venidas a la cárcel, después de comer llevaba en el coche a una mujer de un preso a la visita, se dio cuenta del coche de la policia al fondo de la calle, y con rapidez se presentó con el coche en frente del poli, éste sorprendido, dio marcha atrás nervioso y se largó. ¡Así se las gastaba María con las fuerzas represoras! Desde su jubilación ha dedicado su tiempo a cuidar de un primo hermano, que vivió con ella casi toda su vida: era maníaco-depresivo, pacífico y bondadoso. ¡La de noches que habrá pasado en vela, la de veces que lo ha tenido que cambiar y todo lo que ha luchado con médicos y especialistas para que tuviera calidad de vida! Esta es quizás la parte de su vida más silenciosa, la más dura y dolorosa.
Y en la Asociación de Vecinos sigue peleando en defensa de los emigrantes y en especial de un grupo de mujeres marroquíes con las que puso en marcha un taller de costura, junto con su hermana Adela, que es modista.
María nunca olvida a los suyos, los hijos e hijas del pueblo:
¡Arriba parias de la tierra
en pie, famélica legión,
atruena la razón, en marcha,
es el fin de la opresión!
Isidoro Galán Carretero