IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 29-1-2023
Sofonías 2, 3; 3, 12-13; Salmo 145; 1ªCorintios 1, 26-31; Mateo 5, 1-1a.
En este domingo, previo a la fiesta de san Juan Bosco, patrono de la parroquia que me ha sido confiada, la Liturgia nos regala el Evangelio de las Bienaventuranzas. Nada más leerlas me hace sentir privilegiado, y no sólo, sentirme privilegiado junto a todos los fieles de esta parroquia.
Bienaverturanzas
¿A quién se dirigen las Bienaventuranzas? ¿A todo el gentío? ¿A sus discípulos? Me quedo con que van dirigidas a todos los que tenemos el privilegio de escucharlas. Hoy, en concreto a nosotros: nosotros somos los bienaventurados, nosotros somos los llamados a ser bienaventurados. Pero, ¿queremos serlo? ¿queremos llegar a la felicidad por el camino que Jesús nos indica? O ¿preferimos empeñarnos en conseguir la felicidad comprándola, buscando atajos que nos llevan a nuestra ruina y autodestrucción?
Las Bienaventuranzas que nos presenta Jesús se nos presentan como el camino hacia la Santidad que sustituye a la Ley. Como muy bien señalaba el Papa Benedicto XVI, Jesús es el nuevo Moisés, sube al monte, como Moisés al Horeb, y desde allí nos ofrece una nueva alianza, no escrita en tablas, sino proclamadas con amor, para que sus palabras sean grabadas en el corazón.
Para escucharlas, para vivirlas, tenemos que buscar a Dios, buscar a Dios, siguiendo al profeta Sofonías, en el sentido de las Bienaventuranzas, es buscar la justica, buscar la humildad. Por eso las bienaventuranzas son para un pueblo humilde, que anhela, que desea la justicia, que haya justicia en nuestro mundo, en nuestra sociedad.
Asamblea
En estos días festivos para la comunidad parroquial de san Juan Bosco, me fijo en la asamblea, en las personas que vienen cada día a la misa, las que vienen cada domingo. Los que viven en el barrio. Y como Pablo a los corintios puedo afirmar que no hay muchos sabios humanamente hablando, ni poderosos, no somos los más listos, aunque no nos faltan luces para saber por dónde ir; tampoco somos los más poderosos, lo que no nos impide estar al servicio de quiénes acuden a la parroquia: no podemos solucionar muchas cosas, pero podemos escuchar, estar, acompañar, … Podemos escuchar y vivir las Bienaventuranzas.
Bienaventurados vosotros …, así comienza la novena bienaventuranza, hoy, lo escribo para vosotros, para nosotros, pues me incluyo con vosotros. Tenemos la suerte de escucharlas, hagamos el esfuerzo de vivirlas, seamos bienaventurados.