II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 15-1-2023

Isaías 49, 3.5-6; Salmo 39; 1ªCorintios 1, 1-3; Juan 1, 29-34.

Ya celebramos el Nacimiento de Jesús, su Epifanía o manifestación a su pueblo representado por los pastores y a todo el mundo, representado por los magos de Oriente, y su Bautismo. Hemos iniciado el Tiempo Ordinario, el tiempo que se nos invita a recorrer la vida de Jesús tras su bautismo y hasta su última subida a Jerusalén: el tiempo en el que Jesús realiza su Misión, la Misión para la que fue enviado por el Padre. Es un tiempo de Misión, por ello nos encontramos con la primera Jornada Misionera del año: La Infancia Misionera, que nos recuerda que con Jesús todos, también los niños, estamos llamados a ser misioneros.

Ser misionero no es otra cosa que vivir conforme la voluntad de Dios, es decir, llevar a la practica la oración que se nos invita a hacer en el salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Las lecturas nos presentan tres modelos de misioneros: Isaías, Pablo y Juan el Bautista.

Isaías el profeta del Antiguo Testamento que más nos acompaña durante el año en las lecturas. Se nos presenta como un siervo, el servidor fiel del Dios que le llamó y eligió, pero que sabe que no basta con ser siervo, sino que tiene que ser luz, luz para las naciones, luz para todos. Al igual que Jesús no nace para salvar a un solo pueblo, al pueblo elegido, sino para todos los pueblos, el misionero, el seguidor de Jesús, no puede limitarse a iluminar con la Luz de Cristo un solo lugar, un solo pueblo, a unos pocos, está llamado a ser luz para muchos, para todos.

Pablo se sabe llamado a ser santo, pero no está sólo. El principio de su carta a los corintios lo escribe junto a Sóstenes, pero si leemos lo que nos cuenta los Hechos de los apóstoles y lo que dice en sus cartas, siempre estuvo acompañado: Bernabé, Lucas, Aquila, Sóstenes, Onésimo,… Ser misionero no es hacer sólo todas las cosas, es saber trabajar en común, vivir con otros, celebrar con otros, saber que soy santo con los santos, que todos somos santos, pues todos hemos sido santificados por Cristo.

Juan el Bautista es testigo, da testimonio de lo que ha visto, de lo que ha vivido, y lo hace señalando a los demás, a los suyos, quién es Cristo y a quién tienen que seguir. También nosotros estamos llamados a contar lo que hemos visto y oído, dar razones de nuestra fe, y con nuestro testimonio ayudar a otros a conocer a Jesús.

Seamos Luz, seamos santos, demos testimonio de Jesús, seamos misioneros.