HOAC MURCIA

¡La luz brilla en medio de las tinieblas! (Jn 1,5)

Pregonamos que el Dios de la vida ha entrado en la humanidad para traer la esperanza, para CONSTRUIR ese proyecto del Reino de Dios: Justicia, solidaridad, libertad, misericordia y fraternidad. Un proyecto de ternura, liberación y rebeldía para crear una verdadera humanidad, donde cada persona sea respetada y querida.

Por eso, os contamos el relato de un pasado que sigue siendo actual.

Hubo un tiempo donde la oscuridad reinaba por todos los rincones del mundo. Una oscuridad que había penetrado en los corazones de los seres humanos y que nos había convertido en personas llenas de odio, rencor, avaricia, codicia, ambición y violencia. Era la oscuridad que llamaba a la guerra, a la opresión, a la explotación, a la discriminación, a la destrucción de la creación. Los seres humanos desconfiaban entre sí, no se consideraban hermanos y se utilizaban las diferencias -o el ser diferentes- para hacer daño, para humillar, para dominar y someter.

Era una oscuridad que encerró el amor, la justicia y la esperanza en una mazmorra muy honda, para que nadie supiera de ellas. Pero no sabían que había un buen Dios que lloraba al ver el sufrimiento humano y decidió hacerse presente. Por eso, el Hijo de Dios se encarnó y entró en nuestras vidas a través de una pareja entrañable y muy enamorada: María y José. Y, le pusieron por nombre Jesús. Un Dios que nos ama en profundidad y que es el Dios-con-nosotros, nunca contra nosotros. Es el Dios que nos abraza y acaricia. Es el Dios que pide la conversión a los poderosos para que dejen de violar los derechos de las personas y de la naturaleza.

Con el nacimiento de Jesús, un niño envuelto en pañales en un pesebre, brilló la luz. Una luz que rompió los muros y los convirtió en puentes para que caminemos por las sendas de la fraternidad, la misericordia, la compasión, la justicia, la solidaridad, la libertad, el perdón, la amistad, la bondad y la ternura. Era una luz que nos enseñó a ser hermanos y hermanas, a cuidarnos y cuidar el planeta, nuestra casa común.

Recordamos el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Tal vez, el mejor Belén que podemos hacer es el que debe de estar en nuestro corazón. Que nuestras vidas den cobijo al nacimiento de Jesús para que los creyentes seamos luz, para conjugar los verbos amar, soñar y cuidar, y comprometerse con la vida. Y, como diría el papa Francisco, y si no es creyente, que también construyan un mundo más humano y fraternal, para que entre todos y todas construyamos una verdadera humanidad, una humanidad llena de vidas edificadas en dignidad y en felicidad.

Continuamos pregonando que creemos en ese Reino de Dios, en ese otro mundo posible donde la dignidad de la persona sea lo primero.
¡Feliz Navidad! Y que sigamos caminando por crear horizontes de vida, de mucha vida.