DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, 13-11-2022

VI JORNADA MUNDIAL DEL POBRE

Malaquías 3, 19-20a; Salmo 97; 2ªTesalonicenses 3, 7-12; Lucas 21, 5-1

Este fin de semana, el penúltimo del Tiempo Ordinario, la Iglesia, a través de la Palabra y de la Jornada que celebramos nos invita a dirigir nuestra mirada a nuestro mundo, nuestra sociedad, y al pobre.

Mirar el mundo, sus desafíos, sus retos, sus guerras, mirar al final del año litúrgico, que lo celebraremos el próximo fin de semana con la Solemnidad de Cristo Rey, mirar al fin de año, al fin de los tiempos, … Una mirada veraz, sin miedo, afrontando los desafíos que nos presenta el mundo: guerra, violencia, injusticia, carestía, necesidad, pobreza, … Frente a ese mundo estoy yo, estamos nosotros, con nuestros dones, con nuestros bienes, con nuestros recursos. ¿Cómo los uso? ¿Cómo los gestiono? ¿Cómo los gasto?

Esperanza

Lo primero que se nos dice es el no dejarnos atemorizar, asustar ni por la realidad ni por los pájaros de malos agüeros que nos quieren hacer ver que todo va a ser peor. Cierto que las cosas están mal, y pueden estar peor, pero mi esperanza, nuestra esperanza, está puesta en Cristo, en el Amor, en construir una civilización del Amor, en medio de nuestra civilización del descarte, de la muerte. Estamos mal, pero nos tenemos unos a otros, nos queremos, nos ayudamos, y, desde la ayuda mutua, desde la justicia, la rectitud, la solidaridad, el tender la mano, el construir puentes, podemos salir, podemos superarlo todo, podemos ver la presencia del Señor que viene a regir el mundo con rectitud, con justicia, con amor.

Lo segundo, es que para que eso que esperamos se haga realidad tenemos que trabajar, vivir de nuestro trabajo, y, desde nuestro trabajo compartir también nuestro pan. No podemos esperar que las soluciones lluevan del cielo, nos las den otros, tenemos que ponernos manos a la obra para dar soluciones, para crearlas, para construir juntos, tal y como hemos visto en el pasado curso cuando hemos reflexionado sobre la Iglesia y la sinodalidad. Seguir el camino sinodal es comprometerse a seguir trabajando como invitaba a san Pablo a los tesalonicenses.

Y tercero, no nos dejemos deslumbrar por el joyerío y el poderío, por lo suntuoso, lo magnífico, que podemos encontrarnos en medio de nuestra realidad. El Templo de Jerusalén, con sus exvotos, adornos, deslumbraba a los fieles, que se maravillaban y soñaban con un Dios grande, propio de una gran nación y un gran pueblo, cuando en realidad era una nación gobernada por una dinastía extranjera, sometida al Imperio Romano, con una clase sacerdotal que vivía del culto y los ritos, mientras la mayoría sufría y carecía de una vida digna. Jesús lo advierte: ese poder, esa belleza, será destruida, pues responde a lo que construye el ser humano sin pensar en el ser humano. En cambio, la belleza que ha construido Dios, el cuerpo del ser humano, la vida de un ser humano, el latido de un corazón, la sensibilidad, la sonrisa, la mirada, …. Eso, aunque sea perseguido, es lo que quedará, pues es lo que Dios construye, es el Templo de Dios.

Ver

De aquí la segunda mirada, la que nos invita a realizar el Papa Francisco. Mirar al pobre; mirar al hombre, al ser humano. Sus necesidades, su belleza, sus capacidades, y construir y hacerlo todo por Dios y por el otro. Esta es una Jornada sin colecta, ya que, esto, mirar al pobre, mirar al mundo, ver la belleza de la vida, del ser humano, y construir la civilización del amor, no es tarea de una colecta, de un día o un fin de semana al año, es la tarea de cada día del que quiere seguir a Cristo y colaborar en la realización de su Reino aquí y ahora, entre nosotros.


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