DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO.

DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

DOMUND

Eclesiástico 35, 12-14.16-19a; Salmo 33; 2ª Timoteo 4, 6-8.16-18; Lucas 18, 9-14.

Penúltimo domingo de octubre, domingo que desde 1926, tal y como estableciera el Papa Pío XI, se viene celebrando la Jornada del Domund, jornada que ese mismo Papa declaró pontificia el 3 de mayo de 1922 y que se celebró por vez primera en Lyon, Francia, gracias a Pauline-Marie Jaricot, laica que preocupada por el sostenimiento de los misioneros creó la Asociación de la Propagación de la Fe en ese año, y que fue beatificada en el pasado mes de mayo. Celebramos pues los 200 años del origen del DOMUND y los 100 de su establecimiento como obra pontificia.

En este domingo las lecturas nos ofrecen también la motivación, el origen de la misión, y el punto de partida de todo misionero.

La misión nace de la Justicia de Dios, de un Dios Justo, que como nos dice el Eclesiástico es Juez, un Juez que escucha al pobre, al oprimido, a la viuda, que no es parcial contra el pobre. Para el pueblo de Israel la Alianza tenía como base la Ley, la Ley dada por Dios en el Sinaí, así Dios era en primer lugar el Legislador que había dado la Ley, y también el Juez, que juzgaría en base al cumplimiento de esa Ley. Desde esa experiencia, Pablo comprende que la Ley lo que hace es mostrarnos que no la cumplimos, que no podemos cumplirla, que somos pecadores, y si el juicio es justo estamos condenados, pero la Justicia de Dios no es la Justicia humana, y Cristo, le muestra a Pablo como el Dios Legislador y Juez, es un Dios que perdona, que escucha, y que es justo al ofrecer el perdón y el amor a todos los hombres, sin distinciones de ningún tipo, por ello, Pablo, escribe a Timoteo, esa experiencia de perdón que le llevo a entregarse a evangelizar a los gentiles, pues es la única manera en la que podía responder al perdón que había encontrado de Dios, evangelizarlos, entregándose a ellos, perdonando sus abandonos y traiciones, como Cristo perdonó las suyas. Así, Pablo, el perseguidor, se convierte en el apóstol de los gentiles, en el primer misionero.

La Misión nace de la Justicia de Dios, el misionero del creyente que ha experimentado el perdón y el amor de Dios, y, que no puede menos que transmitir a los demás, especialmente a quiénes no lo conocen, ese mensaje de amor y perdón. Esto convierte al misionero en testigo de Dios, testigo de su misericordia, testigo del amor de Dios.

Un Dios que ama

Lo vemos especialmente en el Evangelio que se proclama este domingo, en esa parábola de esos dos hombres que suben a rezar. ¿De qué Dios son testigos según su oración? Uno nos presenta a un Dios que debe premiarle, recompensarle, a él por encima de los otros, a un Dios que debe castigar y rechazar a quiénes no son cómo él. El otro, el publicano, en su oración nos da testimonio de un Dios que perdona, ama, que ante la miseria

del pecador responde con el corazón. ¿En qué Dios crees? ¿De qué Dios eres testigo? ¿Tu oración a qué Dios se dirige?

Hoy es un día para orar por las misiones, para cooperar en el sostenimiento y realización de la Misión de la Iglesia, para comprometernos en ser testigos de la Misericordia de Dios.


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