DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO, 16-10-2022

Éxodo 17, 8-13; Salmo 120; 2ª Timoteo 3, 14 – 4, 2; Lucas 18, 1-8.

Tercer fin de semana de octubre, y, en este mes de las misiones, en el fin de semana que precede al de la Jornada del Domund, la Liturgia de Palabra nos habla de la oración, la oración desde la fe, la oración misionera.

Oración y justicia

La oración parece que es lo último que podemos hacer cuando las cosas ya no tienen remedio o no vemos luz en medio de la obscuridad del mundo, de los problemas, de los fracasos. Pero en la Sagrada Escritura no es así, la oración es siempre lo que hace el creyente junto con la acción. No es un orar cuando no podemos, es un orar mientras podemos, mientras luchamos, mientras actuamos.
La primera lectura nos presenta la oración de Moisés mientras Josué lucha. La acción de Josué unida a la oración de Moisés, una oración sostenida por la ayuda de sus colaboradores, dan la victoria al pueblo, un pueblo que lucha por sobrevivir, que lucha frente al ataque del enemigo. La oración en esta lectura, como en otras ocasiones, aparece unida a la justicia: es justo que el pueblo atacado se defienda, es injusto el ataque del enemigo, en este caso de Amalec. Ante la injusticia el pueblo acude a Dios, ora, y, junto con la oración actúa, lucha, no se resigna ante la injusticia, y, así, con Dios, obtiene la victoria. Así, en las misiones, ante tanta injusticia, tantos retos, se hace necesaria la oración junto con la acción, la acción sostenida por la oración, y esto está muy vinculado a la Justicia, a la Justicia de Dios.
El salmo subraya la presencia de Dios como auxilio, como ayuda en todo momento de nuestra vida. El salmo es una oración, oración cantada, oración del pueblo, que ante las vicisitudes de la vida: la posibilidad de resbalar, las sombras, el mal, se dirige a Dios para que Él sea su auxilio. La oración no es una evasión ante el peligro, sino la seguridad que el creyente, que yo necesito, para afrontar toda situación, especialmente las más
peligrosas.

Permanecer

La oración, como la Palabra de Dios, nos enseña, nos instruye. La oración nos sitúa frente a Dios, y sólo frente a Él es como aprendemos la Justicia, a ser justos con Él, a ser justos con los demás. La oración nos prepara a escuchar su Palabra, nos lleva a hacerla vida, a proclamarla.
Permanecer en lo aprendido y en lo que creemos, como nos pide el apóstol Pablo en la segunda lectura, es permanecer en la oración, una oración que nos enseñan nuestros mayores, una oración que es mucho más que repetir palabras o guardar silencio, una oración que es presencia de Dios.
Por último, en el Evangelio, Jesús en la parábola que nos presenta vincula la petición de la viuda a la Justicia, pues la viuda pide Justicia, y lo hace a un juez injusto, lo hace sin desanimarse, sin cansarse, insistiendo, y obtiene al fin Justicia.En este mes de las misiones se nos pide Oración, Limosna, Sacrificio.
El mes de las misiones empieza con la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús, una contemplativa, la oración por las misiones, oración que es el corazón de la Iglesia, de la Misión; es un mes dedicado también al Rosario, oración popular, del pueblo, oración unida a la lucha y a la victoria, oración que sostiene la labor misionera; y, si algo se necesita en las misiones, más que nuestro dinero, son nuestras oraciones. Si todos rezamos por las misiones, a estas no le faltarán los medios necesarios para realizarse, para salir adelante.
Oremos, oremos con y por Justicia, oremos sin cansarnos, aprendamos de la oración. Y todo eso, haciendo al mismo tiempo vida nuestra oración.


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