Domingo, 2 de octubre 2022 | XXVII Tiempo Ordinario
Habacuc 1, 2-3;2, 2-4; Salmo 94; 2ª Timoteo 1, 6-8.13-14; Lucas 17, 5-10.
Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | ¿Tengo fe? ¿Qué montañas he movido? ¿Qué he conseguido en mi vida con mi fe?
Empezamos el mes de octubre, parece que con las tormentas el calor se nos va, el curso está iniciado, la guerra continua, la subida de precios, la precariedad, vemos nubarrones en el horizonte, y, somos testigos de tanto sufrimiento ya sea provocado por la naturaleza o por la maldad que hay en nuestro mundo. Las palabras de Habacuc en la primera lectura se hacen muy actuales: ¿Cuántas veces en la oración no le hemos dicho a Dios “¿hasta cuándo?”. Y, la respuesta es siempre la misma: esperar, tener fe, saber que al final las promesas de Dios triunfarán y que el justo vivirá por la fe, … Entonces, ¿la fe, la religión es algo para el final, no es para nuestra vida, para el aquí y el ahora?
Endurecer el corazón
El dolor, el fracaso, el sufrimiento, ya sea propio o ajeno, es algo que nos puede llevar a endurecernos, a endurecer el corazón, y como consecuencia a no dejar que la Palabra de Dios llegue al corazón, nos toque, la escuchemos y actuemos en consecuencia con lo que nos dice, afrontemos la vida desde lo que nos dice la Palabra.
Pero ¿Qué nos dice la Palabra? En la segunda lectura nos invita a reavivar el don de Dios que hemos recibido: la fe, recibida en el Bautismo, primer sacramento en el que también nos impusieron las manos. Reavivar la fe para poder orar y realizar la misión que se nos ha encomendado. Octubre es también es mes de las misiones y del rosario: actuar y contemplar. ¿Qué puedo hacer desde la fe en estas circunstancias? Rezar y seguir amando. Pero para ello necesito de los dones recibidos, necesito fortaleza, amor y templanza. Fortalece para vencer el miedo, superar la cobardía, superar lo que me lleva a buscar aislarme, refugiarme, encerrarme allá donde me siento cómodo.
Amor y templanza
Amor, para amar en medio de un mundo de recelos, desconfianzas, miedos, que nos invita a ver a los otros como rivales, enemigos, en vez de verlos como hermanos que nos necesitan y que nos pueden ayudar a superar dificultades. Y, templanza, para no olvidar nunca el testimonio de Cristo: Cristo da testimonio del amor de Dios en su Pasión, en la flagelación, el juicio, el camino hacia la cruz, en la cruz, ¿Acaso eso no nos indica que es en nuestros sufrimientos, dolores, fracasos donde hemos, con nuestro silencio, firmeza, saber estar, dar testimonio vivo de nuestra fe en Él?
Reavivemos nuestra fe. Esperemos en Dios. Amemos, ahora más que nunca.