Domingo 25 septiembre 2022 | XXVI Tiempo Ordinario
Amós 6, 1a.4-7; Salmo 145; 1ª Timoteo 6, 11-16; Lucas 16, 19-31.
Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Culminamos el mes de septiembre y lo hacemos con otra parábola de Jesús que nos muestra la necesidad que tenemos de vivir y practicar la misericordia si la hemos experimentado y si esperamos vivirla en la Eternidad.
Pablo en la segunda lectura a Timoteo y en él a todos los creyentes nos pide que busquemos la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre, … Y si bien es cierto, como escribe en la primera carta a los corintios, capítulo 13, que el amor o la caridad es lo principal, lo es todo, y sin él, la esperanza y la fe no son nada, no es menos cierto que el camino hacia el amor empieza por la justicia.
Vida digna
El sufrimiento, el hambre, la necesidad, el hecho de que muchos no puedan tener unas condiciones de vida dignas y, además, les sea negada la posibilidad de tenerla, es una gran injusticia. Injusticia que se ve agravada por la fiesta, la alegría, el derroche, de quiénes viviendo a su lado no los ven, miran hacia otro lado, no son o no quieren ser conscientes de la situación de injusticia en la que viven quiénes están a su puerta.
Un ejemplo claro de esto lo tenemos en la parábola. El hombre rico era un “hijo de Abraham”, era creyente, sabe quién es Abraham, le llama “padre”; no tenemos por qué pensar que su riqueza fuese ilegítima, podía haberla heredado o conseguida haciendo producir honestamente sus bienes, no es condenado por ser rico, como le explicará Abraham. Si al final se ve en el infierno no es por no ser piadoso, ni tampoco por ser rico, sino por haber tenido a Lázaro en la puerta de su casa y no haberlo visto, no haberlo ayudado, no haberle dado ni las migajas que sobraban de sus banquetes que, si recibían los perros, los mismos que si se fijaron en Lázaro y le lamían las llagas.
El pobre tiene nombre
El pobre tiene nombre, Lázaro, el rico, en el evangelio de Lucas no tiene nombre, pues quién no se salva no tiene nombre, no es nadie, no es nada, … Lázaro, como los que están en el seno de Abraham, hubiese acudido a aliviarle, pero no puede, ya que el abismo no puede superarlo. En fin, una parábola que una vez más nos deja claro el mensaje de Jesús: los pobres se salvarán por la misericordia de Dios, pero el hombre rico, yo, y quiénes en esta vida recibimos bienes, solo nos salvaremos según hayamos tratado a los pobres.
Alabemos, con el salmo 145 a Dios, un Dios que nos muestra su fidelidad en la atención que da a los oprimidos, hambrientos, cautivos, ciegos, justos, peregrinos, huérfanos, viudas, y que trastorna el camino de los malvados.