Domingo 18 de septiembre 2022 | XXV Tiempo ordinario

Amós 8, 4-7; Salmo 112; 1ª Timoteo 2, 1-8; Lucas 16, 1-13.

Por JOSÉ LUIS BLEDA | ¿Quién es un administrador fiel? ¿Quién administra bien los bienes que le han sido confiados? ¿Cómo puedo saber quién ha administrado bien y quién administra mal? ¿En qué consiste la acusación de derrochar sus bienes?

Sin duda que esta es una de las parábolas más controvertidas, y, difícil de entender y explicar. Si el hombre rico, representa a Dios, ¿cómo que acepta una acusación sin pruebas, sólo porque le dicen que derrocha sus bienes? ¿Por qué acaba alabando al administrador por haber ido rebajando las deudas de sus deudores? ¿Qué quiere decirnos Jesús con esta parábola?

Profecía de Amós

Las lecturas que preceden el Evangelio pueden iluminar el sentido de la parábola de Jesús. La primera lectura recoge una profecía de Amós contra aquellos que se enriquecen a costa de la explotación de los pobres, y, en concreto con aquellos que especulan con los alimentos básicos y su precio, que repercute especialmente en los pobres. Algún muy actual, a la vez que muy antiguo: la guerra, la inflación, la crisis…, son buenos elementos para justificar el aumento de precios, de todos los precios, incluso de los productos en stock que fueron adquiridos a menos precio. Por desgracia, tras cada guerra, los muertos los ponen las familias más humildes, y los ricos han aumentado su riqueza, … Pero nos queda la advertencia del profeta: “No olvidaré jamás ninguna de sus acciones”. Dios no olvidará como se administran los bienes, y está claro, que no quiere que el administrador adquiera beneficios con el sufrimiento, el hambre, la carestía del pobre.

Rezar por todos

En la segunda lectura se nos invita a rezar por todos. Curioso que Pablo pidiera a Timoteo que rezara por las autoridades, autoridades que perseguían a los cristianos, que le persiguieron, lo encarcelaron y lo condenaron a muerte. Rezar por todos, pues Dios quiere que todos se salven. ¡Qué contraste con la realidad!, no sé si será cosa de los nuevos medios de comunicación, pero una de las cosas que hace ya algunos años me llevo a no entrar en comentarios de asuntos religiosos y políticos desde gente que se identifica como católica, apostólica y romana, es la cantidad de insultos, palabras soeces, afirmaciones categóricas, llenas de desprecio, que puedes encontrar, …. ¿rezarán por mí? ¿Rezan por el Papa o sólo lo critican? ¿Rezan por el gobierno, por los ministros, o solo los descalifican…? Como creyente, como seguidor de Cristo, miembro de la Iglesia, estoy llamado a rezar por todos, a pedir a Dios por la salvación de todos, y a confiar en todos pues confío en Dios y en el mundo que Él ha creado. Y, esto, aunque me llamen buenista….

Incompatibilidad con el dinero

Dios es incompatible con el dinero. Como cristiano, como discípulo, soy administrador de Dios, no del dinero. Eso implica que debo administrar no fielmente a los bienes recibidos, para conservarlos y aumentarlos, como algún administrador diocesano nos invita a hacer: conservar y aumentar el patrimonio de la Iglesia, la parroquia… Sino usarlo, gastarlo, para atender las necesidades de quiénes Dios a través de la Iglesia me ha confiado, entre ellos, de los más necesitados y vulnerables, aliviar sus deudas, como hace el administrador infiel.

¿Qué bienes me ha encargado Dios administrar? ¿Para quién los administro: para mí, para Dios, para el necesitado? ¿Con qué criterios: los míos, los de la economía, los del Evangelio?

Sólo me queda terminar alabando a Dios que me ha dado bienes para administrar y que me indica con su palabra como administrarlos.


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