Domingo 28 agosto 2022 | XXII Tiempo Ordinario

Eclesiástico 3, 17-20.28-29; Salmo 67; Hebreos 12, 18-19.22-24a; Lucas 14, 1.7-14.

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Si organizo una fiesta, un banquete, para qué lo organizo, para quién, ¿qué es lo que pretendo?

El fariseo importante del Evangelio invitó a Jesús a su casa, le preparó un banquete, pero no invitó solo a Jesús, invitó a todos los fariseos importantes o principales de la ciudad, a sus amigos, a los personajes importantes… Todos preocupados por sentarse lo más cerca posible del anfitrión y del invitado principal que era Jesús. No parece ser que este banquete fuera porque este personaje quisiera seguir a Jesús y conmovido por la sencillez de Jesús y sus apóstoles quisiera hospedarlos, darles de comer, alojarlos en su casa y aliviar sus penurias… Mas bien el motivo era otro, Jesús era un maestro cada vez con más prestigio entre el pueblo, alojarlo, darle un banquete le daba prestigio a quién lo hacía, además, si durante el mismo conseguía ridiculizarlo, ponerlo en evidencia, mostrar que era un falso maestro, un falso Mesías, mucho mejor. Pero será Jesús quién ponga a la luz las intenciones del fariseo, su falsedad.

Una fiesta para los pobres

¿Queremos celebrar algo de verdad? ¿Queremos celebrarlo desde el sentido que podemos encontrar en los Evangelios, en la Palabra de Dios? Entonces ¿por qué no preparamos la fiesta para los pobres, los que necesitan comer, sentirse importantes, al menos sentirse queridos y atendidos por un momento…? En ese caso, no sólo estaremos sentando a nuestra mesa a Jesús, sino que estaremos agradando a Dios, estaremos dando testimonio de nuestra fe, estaremos evangelizando.

Ser libres y humildes

Pero para hacer eso, para preparar un banquete para los pobres, los enfermos, los excluidos, a los que nadie atiende, no sólo hemos de tener dinero, sino que también hemos de ser muy libres y humildes. Este pasaje me recuerda una vez más a ese joven alumno de los Maristas, que tras una clase en la que se debatió sobre la caridad y la ayuda a los necesitados, al salir regalo su cazadora a un joven indigente…, imaginaos la reacción de sus padres al llegar a casa: le dijeron de todo menos bonico, lo castigaron, se indignaron, y, al día siguiente acudieron a dirección a poner su queja por las barbaridades que se enseñaban en el Centro… ¿Somos libres para ser humildes? ¿O para vivir la caridad? ¿Somos libres para darnos y dar lo que se supone es nuestro?

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Esa libertad va unida a la humildad, pues la verdadera libertad no nos hace superiores ni mejores que aquellos que no son libres, sino que nos impulsa a ponernos a su nivel para ayudarles a liberarse, a ser auténticos, a ser libres, y vivir la libertad, es decir, a hacer el bien, vivir desde la Verdad, la Belleza, la Justicia, porque como se dice en el salmo 67, la Bondad, la Verdad, la Belleza, la Justicia, van unidas a la acción en favor de los pobres, a preparar una casa para ellos, a saber que no son menos, sino iguales, a hablarles de tú a tú, como una persona habla a otra persona.

Lugar de encuentro

De esta experiencia nos habla la segunda lectura: quién se acerca a Dios, no se acerca al monte más alto, al espectáculo más deslumbrante y ensordecedor, sino que se acerca a la colina del sacrificio y la entrega, al lugar del encuentro, dónde se escucha y atiende, donde se entiende y se ve, donde el amor se hace servicio y se puede palpar y notar en la entrega de unos a otros.

¿Cuándo prepare una fiesta? ¿Invitaré a Jesús a ella? ¿Invitaré a los pobres? ¿Será un compromiso social o será una fiesta de Verdad?


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