Domingo 21 agosto 2022 | XXI Tiempo Ordinario

Isaías 66, 18-21; Salmo 116; Hebreos 12, 5-7.11-13; Lucas 13, 22-30

Por JOSÉ LUIS BLEDA | Menuda pregunta. ¿Qué he entendido del mensaje de Jesús si yo ahora, tras 26 años de ministerio sacerdotal, me enredo en esta pregunta? Recuerdo que, a principios de siglo, un jesuita ya mayor que daba conferencias sobre la Sábana Santa había escrito un libro que tituló “Para Salvarte”. Lo había visto en varias librerías religiosas, pero tras la conferencia a la que asistí del autor decidí no comprarlo. Una conferencia muy dinámica, no fue aburrida, pero con una falta de respeto hacia todo aquél que no creyera o que pusiera en dudas sus tesis que, debo confesar, me desconcertó. Por un lado, admiraba al jesuita por su didáctica y por lo bien hilvanada que estaba su exposición sobre el tema de la Sábana Santa, pero, por otro lado, el desprecio hacia la ciencia y a los no creyentes no me encajaban bien. Además, mi fe no dependía y, gracias a Dios, no depende, de que la Sábana Santa sea auténtica o no.

Realidad universal

Y ¿qué significa salvarme? ¿Salvarme yo sólo? ¿Y los que me han amado? ¿Y a quiénes amo? ¿Se salvarán? Y ¿dónde queda la entrega de Jesús, de su sangre en la Cruz? ¿Si el derramó su sangre en la cruz por mí, pero ahora resulta que para salvarme tengo que hacer no sé qué y no sé cuántos, para qué derramó su sangre? Desde mi fe en Jesús, desde mi experiencia del amor de Dios, estoy convencido de que la Salvación es una realidad universal, es un hecho, que Jesús ya ha realizado y nos ha regalado, no a mí, sino a todos. Pero, también creo, que puedo rechazar esa Salvación, a la vez, que el conocer la Buena Noticia de la Salvación me lleva a vivir de manera que mis obras y palabras manifiesten a todos que creo en la Salvación de Dios.

Aun así, con lo dicho, podemos ver en las lecturas algunas de las características de aquellos que experimentan la Salvación de Dios. La profecía de Isaías es una invitación a la apertura de mente y corazón: al monte Sion vendrán de todas las naciones, y el Señor elegirá y hará sacerdotes y levitas de entre todas las naciones. Dios y su Salvación no es sólo para un pueblo, para una parte, lo es para Todo y para todos.

Estar atento

Esto nos lleva a la necesidad de realizar lo que respondemos al salmo 116, que es dar un paso más. No esperar a que los pueblos vengan a mí, sino ir yo a todos para contarles la Buena Noticia, para hablarles de la Salvación. Un anuncio que debo realizar no como yo quiero o creo, sino como Dios quiere que se haga, por ello, siempre he de estar atento y preparado para aceptar la corrección de Dios, dejar que Dios me corrija, ver fracasos y contrariedades como oportunidades para hacer las cosas de otra manera, desde otra perspectiva, teniendo en cuenta otras muchas cosas que desde mis circunstancias no tengo o no tuve en cuenta.

Y entrar por la puerta estrecha. ¿Cuál es la puerta estrecha? La del servicio. Los señores, los invitados, entran por la puerta principal, la más ancha, pero el personal de servicio, aquellos a los que el Señor ha llamado para que le sigan y le ayuden a preparar y servir el banquete, entran por la puerta de atrás, la pequeña, la estrecha, la del servicio. No hemos entendido nada de la Salvación de Dios si la experiencia de fe, la experiencia del amor y la salvación de Dios no nos lleva a servir, a lavar los pies como Cristo nos los ha lavado.

¿Qué tengo que hacer para salvarme? En todo Amar y Servir.


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