Domingo 7 de agosto 2022 | XIX Tiempo Ordinario

Sabiduría 18, 6-9; Salmo 32; Hebreos 11, 1-2.8-13.16-19; Lucas 12, 32-48

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Ya hemos iniciado agosto, un mes repleto de fiestas, no sólo por los que están de vacaciones (en España la mayoría) sino porque, al menos en mi contexto, las fiestas vienen y van. Así, el martes celebramos Nuestra Señora de los Ángeles, con la paz de Asís; el jueves, el patrono de los curas, el santo cura de Ars; el sábado, la Transfiguración y la independencia de Bolivia, país que llevo en el corazón, y esta semana se me presenta el jueves la fiesta de Santa Clara de Asís, ahora que estoy atendiendo a las clarisas de Cieza, y el 15 será la Asunción.

En este ambiente festivo, vacacional, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre nuestra fe y nuestra esperanza o, dicho de otro modo, se nos invita a reflexionar sobre lo que creo y sus consecuencias: ¿De quién soy? ¿Para quién soy?

Creer implica esperar

Creer implica esperar, nos los dice la primera lectura. El pueblo de Israel, esclavo en Egipto creía en Dios y por ello esperaba su liberación. Esperar no con los brazos cruzados, sino siendo solidarios unos con otros: sin esa solidaridad Moisés no hubiese vuelto a Egipto, pero al aceptar la misión que Dios le encomienda, decide hacerse uno, ser solidario, con su pueblo; solidaridad que también se refleja en la cena pascual, en la primera, dónde unas familias acogían a los que no completaban el número para hacer la cena y les dieron un lugar en su mesa, en su casa. ¿Creo en Dios? ¿Soy solidario?

De la fe nos habla la segunda lectura. La fe implica que estoy firme, seguro, en Dios, por eso vivo esperando todo de Él, y eso hace que para los demás mi fe sea prueba de lo que no se ve: hoy, ahora, quizás no se vea a Dios, no se le vea presente en mis circunstancias, pero mi manera de esperar y confiar lleva a los que me ven a plantearse la verdad del Dios en el que espero, en el que creo.  Si tengo fe, está me da seguridad para afrontar el presente sabiendo que el futuro es de Dios, será el momento del cumplimiento de sus promesas, y eso, los que me conocen lo saben, lo notan, dando así testimonio de la existencia de Dios.

El obstáculo de la fe

¿Cuál es el enemigo o el obstáculo de la fe? El miedo. Por eso Jesús nos invita a no temer, y tras tendernos la mano nos reprocha nuestro miedo, que es lo mismo que tener poca fe. A Pedro le entró miedo, por eso empezó a hundirse. Esperamos a Jesús, pero cuando lo vemos venir nos da miedo. ¿Miedo a qué? Miedo a no controlar yo mi vida, mis circunstancias, miedo a perder mis seguridades, comodidades, mi vida, miedo a ser libre para seguir a Jesús, miedo a darlo todo pues puedo quedarme sin nada, miedo a mojarme, como Pedro.

El Señor no pone frente a los demás

Pero ya lo dije el pasado domingo: con Cristo, aunque lo pierda todo, siempre lo tendré todo, sin Cristo, nada. Fiarse de Dios es ser de Dios y si soy de Dios soy para los demás antes que, para mí, como Jesús nos explica la parábola del criado que esperaba el regreso del amo: si espera cuidando de los demás, pues el Señor nos ha puesto frente a los demás para repartir su ración a sus horas, será servido por el Señor, pero si porque no llega, pienso en mí, dejo de repartir a los demás lo que les corresponde y me lo apropio todo, al final, cuando llegue, lo habré perdido todo.

¿Soy de Dios? ¿Soy para los demás?


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