Domingo, 24 julio 2022 | XVII Tiempo Ordinario

Génesis 18, 20-32; Salmo 137; Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13

Vuelto ya de los Ejercicios Espirituales, en este fin de semana en el que se nos invita a celebrar la Jornada de los Abuelos, es un buen momento para visitarlos y estar con ellos, si los tenéis todavía aquí en esta vida. Nos encontramos con unas lecturas que, al menos a mí, me recuerdan especialmente su papel: interceder, buscar ver cómo salvar, justificar, al pequeño, al que lo ha hecho mal, pero ellos buscan que no se nos castigue, se nos perdone; y, el de enseñar, pero no lo que podemos aprender en la escuela o en los libros, sino enseñar cosas de la vida, la vida terrena y la espiritual, a rezar, nuestras devociones, y al mismo tiempo a acudir con confianza a aquellos que nos pueden ayudar. Es el momento de vivir el recuerdo a los abuelos.

Abuelo de los creyentes

Abraham, el Patriarca, o, ¿por qué no?, el abuelo de los creyentes se nos presenta en la primera lectura como intercesor, buscando la salvación de dos ciudades que se han convertido en el símbolo del pecado: Sodoma y Gomorra, dos ciudades que conocía, en una de ellas vivía su sobrino Lot; dos ciudades que, si leemos bien la historia que nos cuenta el Génesis, se buscaron la ira de Dios por no acoger al extranjero y por abusar (no solo en el sentido sexual) de ellos. Abraham, a pesar de todo, quiere salvar, piensa en los inocentes que en ella puede haber. Dios también se nos presenta como un Dios que quiere salvar, accede al juego de Abraham, y conforme Abraham desciende en el número de inocentes, Él va aceptando. La destrucción no es voluntad de Dios sino consecuencia de un mundo, una sociedad que se construye sin Dios y en la que ni siquiera hay diez inocentes que nos sean cómplices o indiferentes ante la explotación y el sufrimiento del extranjero, del inmigrante.

Empatía con el otro

Pero ¿por qué debo tener empatía con el inmigrante y el extranjero? A esto nos responde muy bien Pablo en la carta a los colosenses: yo, para Dios, era un extranjero, un incircunciso, y ya, antes del Bautismo, me amó, me perdonó, borró mis pecados. Cristo es el judío, el miembro de uno de los pueblos más pequeños de la tierra, que nunca llegó a ser un imperio y que, abriendo sus brazos en la cruz, muere y salva a todos los pueblos, a todas las naciones. Una de las cosas que he observado en nuestros mayores, especialmente en algunos que tienen algunos fallos en la mente, es el cariño que les nace cuando se encuentran con un bebe o un niño pequeño, sea o no de la familia, les sale algo de ternura, de amor, de… Cuánto bien les hace tener cerca a pequeños, a los que atienden con más paciencia y comprensión que los padres.

Transmisores de la fe

Y, por último, la oración, el Padrenuestro, que Jesús enseña a petición de los apóstoles. Es curioso este detalle. Jesús enseñaba muchas cosas por iniciativa propia, como parte de su Misión como Enviado del Padre, pero el Padrenuestro lo enseña a petición de los apóstoles, que quieren aprender a orar como él. Muchas veces he oído decir que son los abuelos quienes transmiten la fe a los nietos, y soy testigo de varios casos, como también me pasó a mí, Fue mi abuela Trini la que me enseñó a rezar el Padrenuestro, ave maría… Y, este detalle de enseñarnos a orar va unido con el ejemplo del que Jesús habla a continuación, va unido a la preocupación para que no nos falte nada de lo que necesitamos, y para ello nos enseñan a pedir, a insistir, a ser constantes.

Bueno, con un recuerdo especial para todos los abuelos, feliz fin de semana.


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Imagen tomada en https://www.anahuac.mx/