Domingo 17 julio 2022 | XVI Tiempo ordinario

Génesis 18, 1-10a; Salmo 14; Colosenses 1, 24-28; Lucas 10, 38-42

Por JOSÉ LUIS BLEDA | El verano, y para mí en concreto el mes de julio, es tiempo de hospitalidad. Cuando dependía de mis padres el mes de julio era el mes de la playa, alquilando un piso, en hotel, en casa de unos amigos, familiares, etc…, ha sido siempre un tiempo dónde me he alojado fuera de casa, en un lugar nuevo, conociendo gentes nuevas, compartiendo y conviviendo con otros. De alguna manera lo sigue siendo, ahora hospedado en una casa de ejercicios junto al Santuario de Loyola. Un mes, un tiempo, para ser hospedado, y, también para hospedar, pues en verano es también cuando amigos se acercan, y puedo compartir con ellos vivienda, ciudad, experiencias. Hospedar y compartir vida, de esto nos habla la Palabra de Dios este fin de semana.

El ejemplo de Abraham

Abraham, el primer padre en la fe, es un ejemplo de esta hospitalidad. Él es el primer inmigrante por fe, ya que por fe deja Ur de los Caldeos para ir a la Tierra Prometida; él experimentó como cuando le recibían con miedo, con armas y le atacaban salía vencedor, con la ayuda de Dios, y cuando salían a su encuentro para ofrecerle hospitalidad, como Melquisedec que le ofreció pan y vino, él compartía sus bienes con quiénes le acogían. Él no solo será hospedado, sino que también practica la hospitalidad, como lo hace en este texto que se proclama como primera lectura con estos tres hombres desconocidos, extraños, diferentes, que no sabía de dónde venían y a dónde iban, pero lo recibe como si fueran su Señor, los acoge, les ofrece sombra, comida, descanso, y él a cambio verá cómo se cumplen las promesas que Dios le había hecho. Este texto me recuerda también el de los discípulos de Emaús, quiénes sólo pueden reconocer a Jesús cuando lo hospedan y le invitan a la mesa.

Atención y amistad

Pero hospedar no se limita a lavar los pies, dejar entrar a uno en casa y darle de comer, es también prestarle atención, ponerte a sus pies, escucharlo,… Sin esto, sin la escucha, el trato, la relación personal, podemos reducir el hospedar a un acto económico, a un negocio, te recibo a cambio de dinero, te doy unos servicios que pagas, aquí no hay un compartir vida, experiencias, no se crea fraternidad. El Evangelio nos presenta la que puede ser la primera vez que Marta acogió en su casa a Jesús, luego, en el Evangelio de Juan, se nos dirá que Jesús amaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro; Marta podría haber acogido a Jesús como el fariseo, Simón el leproso, que lo invitó a comer pero no lo atendió con amor, como si hizo lo mujer que le lavo los pies con sus lágrimas; pero, María, atiende a Jesús, lo escucha, así esa invitación no se limitó a un banquete, sino que fue el inicio de una amistad, de una relación de amor que iría mucho más.

Practicar la acogida

¿Cuántas amistades de verano? ¿Cuántos amigos de la playa? Poco tiempo, pero profundo e intenso… Mi hermana y cuñado se conocieron en un verano… Aprovechemos lo que podemos vivir en estos días para vivirlos como Pablo, no para mí, sino para los demás, buscando el dar al otro nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro interés, viviendo así como seguidores de Jesús nuestras vacaciones, y, practicando la hospitalidad al tiempo que somos hospedados.