Domingo, 3 julio 2022 | XIV Tiempo Ordinario

Isaías 66, 10-14c; Salmo 65; Gálatas 6, 14-18; Lucas 10, 1-12.17-20

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Al vivir mi madre en Torrevieja, casi todas las semanas, domingos en la tarde y lunes estoy por allá. En invierno o cuando no hay mucha gente y el calor no agobia me gusta pasear por la costa; ahora, alguna mañana paso por la playa, temprano, o luego más tarde, con el coche llevando a mi madre de compras o de médicos. En este mes, ya a partir de las 10, puede verse la playa llena de sombrillas y veraneantes, los chiringuitos y terrazas llenos: ¿no hay crisis? ¿La guerra en Ucrania? ¿Los asaltos a las vallas en Melilla? ¿Los que sufren? ¿Dónde están? ¿Dónde los he dejado? En el telediario, en el Facebook, en el corazón, pero bien dentro que no molesten ahora que estoy en la playa… ¿De verdad podemos ser tan banales y frívolos?

No, no quiero, amargar las vacaciones de nadie. No era mi intención empezar así la primera reflexión de este mes de julio…pero es lo que me ha venido a la mente y al corazón cuando me he sentado con las lecturas frente al ordenador para escribir.

Presente de incertidumbre

Isaías nos invita al gozo y a la alegría, a la esperanza. Una buena lectura para iniciar las vacaciones. Pero en esa invitación del profeta subyace un presente de incertidumbre, violencia, carestía, separación, que será superado: todo lo que el profeta anuncia lo anuncia para el futuro. Es la esperanza, a pesar del presente con vallas, guerras, inflación, necesidades, en el futuro nos reuniremos, mamaremos de las ubres abundantes, habrá de todo para todos, y todo eso en este mismo sitio. Pero esta esperanza no debe llevarnos a olvidar nuestra realidad, el sufrimiento de tanta gente en nuestro mundo, no debe llevarnos a evadirnos de nuestra responsabilidad en nuestro mundo, no podemos usar las vacaciones para esconder como los avestruces las cabezas bajo tierra con la esperanza de que al sacarla el peligro ya habrá pasado ni a mí ni a los míos nos ha caído la bomba, seguimos consumiendo, aunque suban los precios, no duermo en la calle,… Sino que como expresa san Pablo en la segunda lectura, todo esto me sirva para gloriarme en la cruz de Cristo. Gloriarse en la cruz. Gloriarme de ser consciente de la realidad del mundo, de su sufrimiento, necesidades y carencias, de hacer algo, aunque sólo sea rezar, de saber que el que sufre, me llama amigo, puede contar conmigo y yo con él, pues no nos desentendemos, no somos indiferentes.

Responder al envío

Comprometerse no es fácil, ni tampoco cómodo, conlleva momentos de experimentar impotencia, de sentirse nada o menos que nada, de no poder, pero nos ofrece la posibilidad de crecer en el amor, de vivir en la alegría y gozo de saber qué hacemos los que podemos, que respondemos al envío de Jesús, que no estamos solos, nos acompaña Él y me acompaña un hermano, un compañero. Esto lo he experimentado especialmente en este curso en san Juan Bosco. No es fácil la atención pastoral en esta parroquia, grande, abierta…; y, menos este curso en que he tenido que compaginarla con la atención a mis padres. Pero, no me han faltado compañeros: visitadoras de enfermos, catequistas, agentes de pastoral, coro. Y hermanos, de octubre a diciembre, Pablo, luego, desde marzo, Javi, que han hecho posible que estuviera donde tenía que estar en cada momento, y estuviera tranquilo, en paz, pues todo estaba atendido. La mies es mucha, los obreros pocos, por eso no podemos dejar de orar en vacaciones, de seguir ocupándonos de la mies, aunque no sea nuestra sino de Él, y aunque tengamos nuestros ratos de gozo y alegría, estos deben basarse en nuestra manera de gloriarnos en la cruz de Cristo, sabiendo que todo está cumplido, que el mundo está salvado, pero que hoy debo seguir siendo hermano, cercano, debo seguir atento a las necesidades de mis hermanos.

Feliz Verano.


Imagen: ACNUR / A. Branthwaite / Septiembre 2012