Domingo 19 de junio 2022 | Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Génesis 14, 18-20; Salmo 109; 1Corintios 11, 23-26; Lucas 9, 11b-17

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | “… alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente.”

Esta frase tomada del Evangelio de Lucas, del momento en que Jesús bendice los cinco panes y los dos peces, me lleva a la plegaria eucarística de cada misa, al momento de la consagración del pan. A Jesús le importa la gente que le sigue, a Jesús le importamos. Él se daba cuenta de que no habían comido, tenían hambre, se da cuenta de nuestra debilidad, de nuestra necesidad, y pide a los suyos, a los más cercanos: “Dadles vosotros de comer”, misma frase que nos dice a cada sacerdote cuando ve a su pueblo con necesidad de alimentarse, la misma frase que me viene al corazón y a la mente cuando me acuerdo de tantas comunidades en Perú, Bolivia, Camerún, que no tienen misa diaria, ni siquiera mensual, que tienen una o dos misas al año, …: “Dadles vosotros de comer”. Hoy, todavía hay hambre en el mundo, y no solo hemos sido incapaces los cristianos en XX siglos de acabar con el hambre en el mundo, sin que ahora, hoy, somos incapaces de terminar con una guerra que va a generar mucha más hambre en el mundo.

Institución de la Eucaristía

A Jesús le importamos, le importo, le importas, le importan cada una de las personas del mundo, le importan los que han vivido, quiénes vivimos, quienes vivirán, por eso instituyó la Eucaristía, por eso quiso quedarse sacramentalmente con nosotros, para bendecirnos en nuestros triunfos, alimentarnos en nuestra necesidad, estar para que no nos olvidemos que, si le amamos, le seguimos, estamos cerca de Él, nuestra misión sigue siendo: “Dadles vosotros de comer”.

Abrán es el inmigrante, el extranjero, aquél contra quién se alían y conspiran todos los reyes de la tierra, menos uno, menos Melquisedec, los reyes son derrotados, Melquisedec le ofrece el pan y el vino y lo bendice, a cambio, el inmigrante, el extranjero, le da el diezmo, la décima parte de su trabajo, de su esfuerzo, … Hoy también el inmigrante viene a nuestra tierra, vive en nuestra tierra, y hoy también se alían y conspiran contra ellos: son muchos, no cabemos, nos quitan, nos …, no se le dan papeles, se le encierra en el CIE, se le expulsa, se le deja a merced de las olas del Mediterráneo, …, pero ellos cuidan a nuestros ancianos, recogen nuestras cosechas, construyen nuestras casas, … ¿Los bendigo, les ofrezco el pan y el vino o salgo a hacerles la guerra?

Misterio profundo

Pablo nos lo cuenta, nos lo han contado, nos lo han enseñado: Jesús antes de ser entregado, traicionado, abandonado, condenado, humillado, crucificado, asesinado, se partió por nosotros, si, por quiénes se entregaba, por quiénes lo iban a abandonar, y también por todos los que le van a humillar, crucificar, asesinar, y, para que puedan hacerlo, para que sepamos  que no se va a defender, se queda presente en el pan y en el vino, en un pan partido para ser compartido, en una copa de vino que pasa de mano en mano para ser consumido. Él no sólo nos pide que demos de comer, sino que Él mismo se nos da para ser comido.

¿Cuándo llegaremos a entender la grandeza, profundidad, y la verdad de este Misterio, para hacerlo vida en nuestra vida?