Domingo, 12 junio 2022 | Santísima Trinidad

Proverbios 8, 22-31; Salmo 8; Romanos 5, 1-5; Juan 16, 12-15

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Tras la Pascua, y todavía con la resaca de la celebración de Pentecostés, seguimos ahora en estos días de junio celebrando en cada domingo distintas fiestas que nos introducen en el Misterio de Dios, en su esencia, en su vida. Así, tras celebrar el jueves el sacerdocio eterno de Jesucristo, en este fin de semana la Iglesia nos invita a contemplar el Misterio de Dios.

Me gusta siempre iniciar este día mi comentario dejando claro que no voy a explicar el Misterio; tampoco espero que nadie consiga explicármelo totalmente, pues el día en que Dios no sea un Misterio y lo comprenda y quepa plenamente en mi cabeza y corazón, yo o estoy introducido en su Misterio gozando de la vida eterna o Dios no es Dios. Pero renunciar a comprender el Misterio de Dios no me lleva a renunciar a contemplarlo y a vivirlo en la medida de mis posibilidades y limitaciones.

Tres por uno

Los cristianos llamamos a Dios Trinidad, lo concebimos como una Unidad de tres personas, una comunidad de amor. Esto no es fácil de entender, ya que eso de 3 x 1 es algo para el comercio y las matemáticas, pero la lógica y la filosofía ya es otra cosa. Un solo Dios, pero un Dios que es a su vez comunidad, tal y como se refleja en la Sagrada Escritura. La primera lectura, tomada de uno de los libros sapienciales del Antiguo Testamento, nos habla de la Sabiduría como creada por Dios al principio, que participa en la creación, que juega, que va de la mano del Creador, Sabiduría, Palabra, Verbo, Logos, son términos que indican a lo mismo, en esa primera lectura podemos ver ya el prólogo del Evangelio de Juan: la Palabra, la Sabiduría que se encarna y es el Hijo.

Tenemos el Espíritu

¿Se puede distinguir al Padre del Hijo y del Espíritu Santo? Sí, pero están juntos, algo de lo que también es consciente la religiosidad popular. Las palabras de Jesús en la última cena, que hemos ido releyendo durante la segunda parte de la Pascua, las volvemos a escuchar en el Evangelio que se proclama en esta fiesta. En ellas vemos cómo en Cristo está el Padre y el Espíritu Santo, cómo el amor del Padre también se derrama en nosotros, cómo escribió Pablo a los romanos y proclamamos en la segunda lectura. El Espíritu, el mismo que inspiró a los profetas del Antiguo Testamento, el mismo que descendió sobre Jesucristo y lo impulsaba en su vida pública, el que lo resucitó de entre los muertos, lo tenemos nosotros, nos ha sido dado, enviado por el Padre y por el Hijo.

Contemplemos y vivamos. Contemplar nos lleva a alabar, como se hace en el salmo 8, el nombre de Dios. Vivir nos lleva a ser conscientes de quiénes somos y de cuál es nuestra misión y hacerla vida en el día a día.