Domingo, 5 junio 2022 | Fiesta de Pentecostés

Hechos 2, 1-11; Salmo 103; 1 Corintios 12, 3b-7.12-13; Juan 20, 19-23

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Iniciamos el mes de junio, terminamos la Pascua, nos disponemos a comenzar el verano y la Liturgia de la Iglesia (en ambiente festivo, pues seguimos celebrando estos domingos las fiestas del Señor: Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón el 24 de junio…) nos invita a asumir las consecuencias de nuestra fe, las consecuencias de la Resurrección, de nuestro Bautismo. Nos invita a salir a la calle, a lanzarnos al mundo, al llevar con nuestras vidas y palabras el mensaje de esperanza y vida que nos ha dejado el Resucitado.

Superar el miedo

Así, la primera lectura nos muestra a unos apóstoles que, unidos a María, perseveraban con sus miedos, encerrados, en oración, esperando… Pero lo que esperaban lo reciben, lo tienen, y por eso salen venciendo miedos, y salen al encuentro de todos, sin barreras, ya la lengua no es una dificultad, todo se entiende, todos los entienden, la maldición de Babel ha sido superada por el Amor de Dios manifestado en la Resurrección y derramado en los corazones de los apóstoles en Pentecostés. Es una llamada a dejar que el Amor supere todo miedo que nos lleva a encerrarnos, a no ver al otro como hermano.

Ese Amor o Espíritu es el mismo que impulsó a Pablo en su tarea evangelizadora, una tarea que realiza sintiéndose un miembro más de un único cuerpo: el de Cristo. Pablo no es un súper apóstol, no es más que un griego o un esclavo, no es menos que un judío y un ciudadano romano, es con todos, parte del cuerpo de Cristo, y nos invita a vivir así nuestro Bautismo, que nos hizo a nosotros como a él, parte de Cristo.

Experiencia de Jesús resucitado

Terminamos proclamando una vez más el mismo Evangelio que se proclamaba el Domingo de Pascua por la tarde. En él, Juan une la entrega del Espíritu Santo con la experiencia de Jesús Resucitado, la Paz, el Envío misionero y el perdón. La comunidad que sabe que Jesús ha resucitado, que vive, es una comunidad que vive la Paz, la paz de Dios, que el Resucitado desea cuando se aparece. Pero esa experiencia no nos deja indiferentes, inmóviles, sino que nos envía, nos lanza al mundo, como la de Pentecostés en la primera Lectura, nos lanza al mundo para evangelizarlo, llevarle Paz, Esperanza, Amor, Buena Noticia. Y, para ello, tenemos el mismo Espíritu que Jesús, un Espíritu que nos capacita para amar, para perdonar, como Jesús perdona y ama.

Vivamos nuestro Pentecostés, hagamos vida ya nuestra experiencia Pascual.