II de Pascua | Domingo de la Divina Misericordia

Hechos 5, 12-16; Salmo 117; Apocalipsis 1, 9-11a.12-13.17-19; Juan 20, 19-31

Por JOSÉ LUIS BLEDA | Con este domingo, el II de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia, culminamos la primera semana de Pascua: si la Resurrección de Jesús es una fiesta que celebramos durante 50 días, hasta Pentecostés, el día de su Resurrección es un día que dura una semana, tal y como se nos refleja en la lectura del Evangelio de Juan, donde se nos presenta la aparición de Jesús a los once apóstoles (Tomás no estaba) en el anochecer del día de su Resurrección y cómo vuelve a presentarse a los ocho días a los once, esta vez incluido Tomás.

La Resurrección de Jesús es la expresión máxima de la Misericordia de Dios para con nosotros. Si Jesucristo no hubiese resucitado no solo quedaría en evidencia que no es Dios, sino que, a nosotros, a la humanidad entera, se nos podría imputar el crimen de su rechazo, pasión y muerte. Cristo Resucitado manifiesta que es Dios, y manifiesta el perdón de Dios hacia todos, pues si no hay muerto no hay delito, no hay culpa, no hay pecado. Y, si está vivo, aunque físicamente no lo veamos, podemos sentir que sigue presente con nosotros, en nosotros, en su pueblo, en su Iglesia, tal y como nos lo presentan las lecturas.

Pasos de los primeros cristianos

En los Hechos de los Apóstoles, en este domingo, y estos días en que iremos leyendo la historia de los pasos de los primeros cristianos, vemos como los apóstoles continúan la misión de Jesús, siguen haciendo sus mismas obras: antes era a Jesús a quién llevaban los enfermos para que los curase. Ahora se los llevan a Pedro. Pedro, y con él, los demás discípulos de Jesús continúan lo que Jesús inició: predican la llegada del Reino, llaman a la conversión, curan a los enfermos. Los signos del Reino de Dios, ahora los hacen los apóstoles, lo hace la Iglesia. En el Apocalipsis, Juan se nos presenta como testigo de que realmente Jesús, el Viviente, el que estuvo muerto, pero que vive por los siglos de los siglos, está presente en la historia, es el Primero y el Último, es quién nos muestra lo que ahora es y lo que va a suceder, es una forma de decirnos que Él sigue con nosotros, con su Iglesia, y que sus discípulos, entonces Juan, ahora nosotros, somos testigos de su presencia, de su actuar hoy, y sabemos que nuestro futuro, lo que vendrá está en sus manos,

Experiencia compartida

Pero en todo esto, un lugar primordial lo tiene la comunidad. Aunque las primeras apariciones hayan sido de manera individual: lo cierto es que el primer mandato de Jesús Resucitado a quiénes se aparece, es que vayan a los apóstoles y les cuenten lo que han visto. Pero, además, en este domingo, las dos apariciones de Jesús son a la comunidad reunida: el que no está con la comunidad, el que está afuera, no ve al Resucitado, no cree en el Resucitado, y para verlo, Jesús no se le aparece cuando está solo, sino cuando a la semana, si está él con los demás apóstoles. Es una manera de decirnos Juan que, para experimentar la Resurrección de Jesús, hemos de permanecer unidos en comunidad: la experiencia personal del Resucitado es para contarla a los demás miembros de la comunidad; y, es en la comunidad, en la oración, en el trabajo unidos en comunidad, dónde se nos presenta Jesús Resucitado y nos ofrece su paz, siendo también en la comunidad en dónde podemos tocar sus llagas, meter la mano en su costado, y vivir la Bienaventuranza, aunque no hayamos visto.


Imagen de Henning Westerkamp en Pixabay

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José Luis Bleda Fernández

Sacerdote | Párroco de San Juan Bosco (Cieza, Murcia)