V DOMINGO DE CUARESMA | 3 abril 2022 | Isaías 43, 16-21; Salmo 125; Filipenses 3, 8-14; Juan 8, 1-11

Si el pasado domingo disfrutábamos de la Parábola del Padre Misericordioso, culminamos los domingos de Cuaresma (el próximo será ya Domingo de Ramos) con este pasaje que nos presenta el Evangelio de Juan de Jesús y la mujer adúltera. Si Lucas nos presentaba la misericordia de Dios por medio de una parábola, Juan nos muestra la Misericordia de Jesús con uno de sus hechos.

Señalar las faltas del otro

Ante el pecado, en este caso el adulterio de esta mujer, el mundo, la sociedad, reacciona escandalizada, señalando a la culpable, queriendo eliminar el pecado eliminando a la pecadora (en este caso a la más débil, pues para cometer adulterio hacen falta dos, y el otro casi nunca es lapidado). La actitud de los judíos es, por desgracia, muy común hoy en día, ¿cuántas veces no se señalan los pecados del otro? ¿Cuántas veces no se busca la condena del que consideramos culpable? ¿Cuántos cristianos no nos manifestamos contra la apertura de un centro de rehabilitación de drogadictos, un albergue de acogida a menas, la acogida a inmigrantes y refugiados no ucranianos? Todos son culpables, todos tienen que ser castigados, rechazados, …, ¿Qué opina Jesús? Jesús pasa, les da la espalda, les quita su mirada, ante la falta de amor, el fanatismo en su interpretación y aplicación la Ley o la Justicia, Jesús prefiere agacharse, mirar al suelo, escribir con su dedo en la Tierra: los ignora, no han entendido nada, conocen los Mandamientos, han leído la Ley y los profetas, y no se han enterado; como yo, conozco la Biblia, sé lo que Jesús quiere, pero no me entero, o no quiero enterarme, ¡cuánto cuesta vivir en el Amor!

Apegarse a las tradiciones

Le insisten, ellos están seguros de lo que debería hacerse, pero quieren que el Maestro les dé la razón, que quién les ha hablado del Amor, comprendan que no se puede perdonar siempre y a todos, que si queremos construir un mundo justo hemos de eliminar a los pecadores, a las adúlteras, … Pero Jesús sólo les recuerda una cosa: para juzgar al otro, para condenarlo, hay que estar libres de pecado. Ella ha sido adúltera contra su marido, pero ¿quién no comete adulterio contra Dios? ¿Dios es y ha sido siempre lo primero? ¿A qué le dedicamos más tiempo? ¿Para qué nos esforzamos en tener más dinero y más bienes? ¿Por qué o por quién renunciaría a lo que me gusta o quiero? ¿Por qué me apego a las tradiciones, a las normas, al pasado? ¿A qué Dios buscó? ¿Un Dios que ahogue en el mar a mis enemigos y me haga triunfar siempre a mí? Ya el profeta Isaías nos advierte que Dios hace nuevas todas las cosas, que la salvación ya no vendrá como en los tiempos de Moisés, ahora Dios saciará a todos, la sed de todos, de avestruces y chacales, y nos invita a correr con Él, caminar con Él, no mirando hacia atrás, sino siempre hacia delante, hacia la meta.

Un futuro con el perdón

Jesús se queda sólo con la mujer, y, ahora sí que se incorpora, sí que mira, ¿cómo sería la mirada de Jesús hacia esta mujer? ¿Cuánta ternura, amor, le transmitiría? No le pregunta por su inocencia, sino por la condena social, no ha quedado nadie para condenarla, sólo Él, que es el único que podría condenarla, pero aquí manifiesta la Misericordia: “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”, El poder de Dios se manifiesta en el perdón, Él si puede perdonar siempre y perdonarlo todo. Y es el perdón lo único que puede hacer nuevas todas las cosas, lo único que puede hacer posible un futuro en el que se establezca aquí el Reino de Dios, pues sin perdón, mirando hacia atrás, recordando ofensas, derechos, leyes, sólo podremos seguir como vamos: con guerras, violencias, rechazos, explotación, miseria, …


Imagen de John Hain en Pixabay

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José Luis Bleda Fernández

Sacerdote | Párroco de San Juan Bosco (Cieza, Murcia)