VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 13-2-2022

Jeremías 17 5-8; Salmo 1; 1Corintios 15, 12.16-20; Lucas 6, 17.20-26

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | En este fin de semana, previo a la fiesta de San Valentín, se realiza en España la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre, con el lema: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”. En estos días recuerdo al P. Anselmo Arrieta Muro, ya en la casa del Padre, quién afirmaba que el hecho de que haya hambre en el mundo pone en evidencia el fracaso social del cristianismo, de los seguidores de Cristo, capaces de construir hermosas y bellas catedrales, pero incapaces en veinte siglos de cumplir con el mandato directo de Jesús: “Dadles vosotros de comer”.

Nos queda el testimonio de unos pocos, como el cura Joaquín que el pasado miércoles detuvo en Cieza un desahucio, aunque por quince días, y el de las mujeres de Manos Unidas, que llevan ya 63 años luchando y creando conciencia en la Iglesia española de la necesidad y obligación de luchar contra el hambre.       

Es en este contexto en el que leo y reflexiono sobre las lecturas que nos propone la Iglesia en este domingo. Empezamos con una maldición y una bendición, que leemos en el profeta Jeremías: maldición para quién confía en el hombre, apartando su corazón del Señor, y esto segundo es importante, pues no es para quién se fía del hombre o de la mujer de Dios, sino para aquel que como el dinero, el amigo, el partido, el jefe …, le van a solucionar los problemas ya no necesita de Dios. Mientras que da su bendición al hombre que pone su confianza en Dios, ante las dificultades, ante la enfermedad, la muerte, el hambre, confía en Dios.

Es curioso en este contexto que el primero de los salmos nos hable también de esta Bienaventuranza o Felicidad. No será Rusia ni la OTAN, ni EE. UU. quiénes salven a Ucrania; no son las políticas de derechas ni de izquierdas quiénes luchan por evitar desahucios de familias empobrecidas; no son los poderosos que se mantienen en el poder gracias al voto, al esfuerzo y el trabajo de las gentes de sus pueblos, quiénes salven a su pueblo, … Es el ser humano, que confía en Dios, que es consciente de su dignidad y de la dignidad de su hermano, del otro, que está dispuesto a luchar, esforzarse, por compartir, defender, colaborar con aquél que se ve empobrecido y atacado en su dignidad, el que puede construir un mundo más justo, una sociedad más humana.

Pero para esto hemos de creer y creer en verdad. Pablo en la segunda lectura nos pone un ejemplo muy cercano y actual. Los cristianos creemos que Cristo ha resucitado y está vivo, pero ¿creemos en la Resurrección? ¿cómo vivimos la enfermedad y la muerte de un ser querido, cercano?  ¿cómo nos relacionamos después con ellos? ¿nos atamos a una tumba o una urna con ceniza, los llevamos en el corazón? ¿Se corresponde nuestra fe en Cristo con nuestro actuar diario en la vida?

Precisamente el Evangelio de este domingo nos presenta las bienaventuranzas, pero no las de Mateo, sino las de Lucas. Lucas las reduce a cuatro y las acompaña, como buen occidental de mentalidad griega, dualista, a cuatro lamentos, pues no creo que se puedan llamar maldiciones o malaventuranzas. Las cuatro bienaventuranzas y los cuatro lamentos nos pueden ayudar bien para rematar lo que voy escribiendo. Antes de entrar en comentarlos, permitirme subrayar a quiénes las dirige Jesús. Jesús estaba acompañado por los Doce, por un grupo grande de discípulos y por la muchedumbre del pueblo, las palabras de Jesús van dirigidas especialmente a los Doce, los más cercanos, quiénes mejor le oyen, también a sus discípulos, y por supuesto nos las podemos aplicar cada uno de nosotros, que formamos hoy parte de su pueblo. Es por tanto a nosotros, a mí, a quién Jesús me dice que seré feliz, bienaventurado si soy pobre, si tengo hambre, si lloro, si me odian, insultan y rechazan por su causa. Pero, también se dirige a ellos cuando proclama los lamentos, también se lamenta por mí, por mi suerte, por mi destino, si soy rico, si estoy saciado, si rio, si todos hablan bien de mí.

Pero cuidado, esto no hay que entenderlo literalmente, pobre-rico no es sólo por los bienes que se tienen, hambre-saciado no se refiere solo a si he comido o no, llorar o reír no es para indicarnos que hemos de estar siempre como plañideras, … Yo puedo ser pobre o ser rico depende de lo que quiera ser, de aquello por lo que luche, de cómo use los bienes que tengo; puedo tener poco, pero vivir apegado a lo que tengo, sin compartir, sin poner nada al servicio de la sociedad, buscando siempre aumentar los bienes, puede vivir con un síndrome de Diógenes, …; por el contrario, puedo tener bienes, pero pueden estar puestos al servicio de la sociedad, de los demás, el tenerlos no me lleva a creerme más ni mejor que el que no tiene, ni a pensar que los demás deben rendirme pleitesía. Aquí está la diferencia entre ser bienaventurado o provocar el lamento de Jesús. Lo mismo podemos ver con el hambre-saciado: ¿se puede ser auténtico seguidor de Jesús y estar satisfecho ante tanta realidad de sufrimiento y dolor que nos rodea: desahucios, sin techo, violencia contra la mujer, miedo y rechazo ante el inmigrante pobre, guerra, hambre, ¿…? El hambre no lo es solo de pan y condumio, sino también de Justicia, Verdad, Bondad, Dignidad,… Llorar y reír, no indica que el cristiano no pueda ser alegre, es más, la alegría es una característica del cristiano, pero una alegría que no se hace desde el ignorar el sufrimiento de tantos hermanos que no pueden estar alegres, no es una alegría que procede de la evasión de la realidad del mundo por las drogas o por dependencias que nos encierran en nosotros mismos y nos impiden ver más allá de la punta de nuestra nariz o de nuestro ombligo,…

Bueno, creo que ya, para este espacio, he sido suficientemente largo, así que lo último, que nos rechacen o hablen bien, lo dejo ya para que cada uno lo valore y vea en qué situación está. Eso sí, ni los bienaventurados ni aquéllos que causan el lamento de Jesús, son otros, son seres especiales, sino que somos o podemos ser cada uno de nosotros. Al igual que hoy puedo colaborar en la lucha contra el hambre y mañana necesitar que me ayuden.