Comunicado de la HOAC de Murcia ante el Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Por REDACCIÓN | Nosotras ya lo sabíamos, pero en este último año la humanidad entera ha sido testigo de que allí donde se cruzan los destinos del mundo estamos las mujeres.
Apenas habíamos celebrado nuestro 8 de marzo, hace ahora un año, cuando recibimos los reproches por haber salido a las calles. A los pocos días tuvimos que confinarnos y las casas se convirtieron en el refugio para poder atender a nuestros hijos y a nuestros mayores. También en improvisadas aulas, donde nos convertimos en maestras y afloraron, en muchos casos, nuestras carencias formativas y la escasez de recursos. O en espontáneas oficinas repartidas en las habitaciones, la cocina o el comedor. Incluso salas de aislamiento. Descubrimos que habitar un reducido espacio es fuente de conflicto y hemos tenido que sembrar mucha paz en la familia, porque la situación ha sido dura.
En estos doce meses tampoco ha resultado sencillo salir a la calle para ganar el pan de nuestros hijos. Nos hemos jugado la vida limpiando casas y oficinas (cuando pudimos entrar), despachando en las tiendas y comercios, cuidando ancianos, completando las cuadrillas en el campo, atendiendo enfermos en los hospitales, enseñando en las escuelas y sirviendo en las terrazas de los bares. La pandemia ha triplicado nuestra carga de trabajo y eso lo sabemos muy bien porque este tiempo ha vuelto a pasarnos factura.
Esta enorme crisis sanitaria, económica y social ha permitido constatar lo que aportamos en la economía familiar y comunitaria y en la atención a la pandemia. Lo hemos hecho como técnicas y profesionales de la salud, estando en primera fila. Como líderes, guías espirituales y promotoras de salud integral familiar y comunitaria, aportamos nuestros conocimientos y experiencias desde diversos campos, especialmente en la economía del cuidado, reduciendo los fatales pronósticos que se vaticinaban ante nuestra vulnerabilidad económica, social y política. Resuenan con fuerza las palabras de Proverbios, donde nos reconocemos “vestidas de fuerza y dignidad, sonriendo ante el día de mañana”.
Nunca lo hemos tenido fácil, pero jamás hemos desfallecido. Nos unimos a millones de mujeres y hombres en todo el mundo para sentir que somos una sola voz en el recuerdo de quienes han luchado por la dignidad de la mujer antes que nosotras. La confianza de María y de aquellas mujeres que se sintieron reconocidas por Jesús, hace ya más de dos mil años, nos anima a seguir adelante. Teniendo muy presentes, eso sí, a quienes este año se han quedado en el camino, en especial nuestras mayores en las residencias de ancianos y hospitales. O quienes lo han hecho a manos de sus maridos o parejas como víctimas de la violencia de género. Y lo hacemos con el compromiso en una lucha que no se acaba con la conmemoración de este día, para el disfrute de una vida plena expresada en la ternura, el amor, la solidaridad y la justicia.
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