Génesis 22, 1-2-9a.10-13.15-18; Salmo 115; Romanos 8, 31b-34; Marcos 9, 2-10.

Por JOSE LUIS BLEDA FERNANDEZ | Y tras las tentaciones, la transfiguración, que es lo que escucharemos en la proclamación del Evangelio este fin de semana, el último de febrero.

Marcos entra ya en más detalles con la Transfiguración, coincidiendo con el resto de los evangelistas, y, si en las tentaciones no cuenta con detalles las tentaciones de Satanás a Jesús, aquí sin nos presenta la tentación que, ante la Manifestación o Revelación de Jesús como Dios, sufre Pedro, el apóstol que nos representa a todos los seguidores de Jesús. Pedro, con Santiago y Juan, dentro de los apóstoles forma el trío de los apóstoles-testigos (en la legislación judía hace falta un mínimo de tres testigos) de los acontecimientos más importantes de Jesús, también será estos tres invitados a acompañar a Jesús en maní, aunque allí se quedaron dormidos…

Pedro, Santiago y Juan son testigos de cómo Jesús se transforma, se ilumina, se convierte en fuente de Luz para el mundo, y, habla con Elías (la Profecía) y Moisés (la Ley), Jesús es el cumplimiento de las promesas, las profecías de Dios, Jesús es la plenitud, el sentido de la Ley. También oyen la voz de Dios, que dice lo mismo que en Bautismo: “Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo”.

¡Qué privilegio! ¡Ver la Transfiguración! ¡Estar cerca de Jesús, de Dios! y llega la tentación: apropiarnos de la revelación, querer guardarla para mí, para nosotros, … Es la tentación del clericalismo, de usar la elección de Dios, de conocer sus Misterios, para obtener unos privilegios y ser más que los demás; apropiarse de Dios en provecho propio. Pedro no sabía lo que decía, y el evangelista lo exculpa por el miedo, porque estaban asustados. Es cierto, ser testigos de Dios, de una revelación de manera especial, es algo que causa temor y temblor, asusta, … Y eso nos puede llevar a equivocarnos en lo que decimos, y, también en lo que se pretende hacer. La tentación de Pedro es permanecer siempre así, pues estaba bien: parar el tiempo, parar la vida, que todo quede así, Jesús, Moisés y Elías, en su sitio, Pedro, Santiago y Juan (yo y los más cercanos a mí) cerca de ellos, y hacemos tres tiendas para que ellos (Jesús, Moisés y Elías) no se vayan lejos, estén en nuestro control, y dentro de una tienda, su luz ya no resplandece tanto como si están expuestos en la cima de un monte, allí lo pueden ver todos, …, también los otros.

Pero Jesús se manifiesta así, a unos pocos, no sólo para ellos, sino para los demás, … Si Dios me llama, me elige, me concede alguna gracia o algún don, no es para mí, ni para ir contándolo y que todos conozcan lo “grande, maravilloso o afortunado” que soy, ni para quedarme quieto, gozando de mi privilegio; sino para luego bajar con Él y con los otros hermanos testigos, bajar al mundo, a la realidad, para continuar caminando, para continuar con la misión, y para apoyar a los demás, a los que no han sido testigos, no contando la experiencia personal vivida con detalles, ni quedándonos en ella, para que los demás nos consideren superiores, privilegiados, más,…, sino para que seamos capaces de transmitir con ilusión esperanza, vida, luz, sabiendo que después de cada pasión, de cada mal, de cada muerte, hay victoria, vida, resurrección, y es de ello de lo que hemos ser testigos.

El resto de las lecturas nos ayudan a vivir las consecuencias de ser testigos de la Transfiguración, de la revelación de Dios:

  • De la primera, si hemos conocido el Misterio de Dios, sabemos que todo es de Él, yo, los míos, todos, somos de Dios, por tanto no podemos adueñarnos de nada sin quitárselo a Él. Abraham sabía que Isaac era de Dios, antes que suyo, por eso cuando Dios se lo pide, está dispuesto a dárselo. Esa disposición es la que le llevara a descubrir que Dios no nos quiere quitar nada, menos lo que nos ha dado, que Él nos lo ha dado todo, por eso queda abolido el sacrificio humano.
  • Caminar en presencia del Señor, para eso se nos manifiesta Jesús, para caminar, para actuar, para vivir, según la voluntad de Dios.
  • Sabiendo que Él está conmigo, que nada ni nadie puede detenerme, pues si Él está con nosotros ¿quién contra nosotros?

Que esta Cuaresma nos ayude a ser testigos de Jesús, de Dios, de su Amor y de su Palabra, para ello hemos de ir a su encuentro, a la oración, a tener la experiencia de Dios, una oración, encuentro, experiencia, que nos deben llevar a seguir caminando, al servicio de los hermanos, sabiendo que Él es la Luz, la Vida, la Resurrección.