Domingo 6 de diciembre 2020 (II Adviento) | Isaías 40, 1-5.9-11; Salmo 84; 2ª Pedro 3, 8-14; Marcos 1, 1-8

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Tres verbos, uno de cada lectura, pueden ayudarnos a entender el mensaje de este segundo domingo de adviento: Consolad, Recordad (no olvidéis) y Preparad.

Si algo se nos ha dicho claro siempre sobre el Adviento es que es un tiempo para preparar: preparar la fiesta de la Navidad, la celebración del Nacimiento de Jesús, al tiempo de prepararnos personal, interior y comunitariamente para la segunda venida de Cristo. Lo escuchamos en el mensaje de Juan el Bautista, el precursor, que al inicio del Evangelio de Marcos nos invita a preparar el camino del Señor, una preparación que implica el mirarnos y mirar nuestra situación, nuestra realidad, darnos cuenta de nuestros errores, nuestros pecados y purificarnos. Preparad el camino del Señor.

Para esta preparación nos viene muy bien tener en cuenta lo que nos dice la segunda carta de Pedro, el recordad o no olvidar. Tener en cuenta quién es Dios, el Creador, el dueño del tiempo, y desde lo que sabemos, hemos experimentado y creemos robustecer nuestra fe de que el Creador no viene a destruir sino a construir reparando, no a eliminar, sino a hacer nuevas las cosas; que, si tarda, no es porque no nos quiera, no vaya a venir, sino porque quiere que todos estemos preparados, quiere incluir a todos en su plan de salvación. La salvación, la verdadera, no puede ser una salvación egoísta, para mí y para los míos, sino que debe ser una salvación universal o no será. Esto es como lo de la vacuna del covid-19, si solo me la pongo yo, pero no se la pone nadie de mí alrededor, ¿de qué sirve? Si sólo me salvo yo, el Paraíso o la eternidad por buena que sea será tremenda o eternamente aburrida, triste, solitaria.

Y, mientras llega tenemos el consuelo, el consuelo que nos da a los creyentes el saber que el Señor está con nosotros, el consuelo de su Palabra, de su promesa, pero también el consuelo que nosotros podemos y debemos dar a los demás. Si he sido consolado lo he sido para convertirme en instrumento de consolación para los demás, los que sufren, los que desesperan, debo convertirme en motivo de esperanza, de ilusión, de alegría….

Esto es el Adviento, tiempo de preparación, de reflexión, de esperanza, de consuelo. Especialmente de consuelo, de estar en el suelo con el que se encuentra tirado, para levantarnos juntos, para juntos celebrar la llegada del Señor que viene.