Domingo 22 de noviembre 2020 (Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo) | Ezequiel 34, 11-12.15-17; Salmo 22; 1ª Corintios 15, 20-26.28; Mateo 25, 31-46
Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | En medio de la segunda ola de la Pandemia en Europa, tras pasar el huracán Iota por Centroamérica, tras el Eta, y a la espera de Kappa,… Todo parece que nos lleva al fin del mundo, un fin del mundo que la Iglesia celebra desde comienzos del siglo XX con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo y con el fin del año o ciclo litúrgico, que es lo que celebramos este domingo.
El fin de los tiempos para el creyente es el triunfo de Jesucristo, es el momento en el que la Resurrección de Jesucristo alcanza a todos, es también el momento en que por fin se hace Justicia, Cristo, Dios, juzga a la humanidad, el momento de hacer justicia a quién ha pasado hambre, sed, frío, calor, falta de libertad, de salud, al pobre y al que sufre,… Hacer justicia al pobre y al que sufre implica el juzgar cómo nos hemos comportado ante los pobres, ante el sufrimiento del otro, de los otros….
Las lecturas que acompañan la parábola del Juicio final del Evangelio de Mateo, nos hablan de un Juez-Pastor, el Señor, antes que Juez, será Pastor, el Buen Pastor que apacentará, reunirá, sanará a sus ovejas, las ovejas que se habían dispersado, tal y como anuncia Ezequiel. En esta profecía se anuncia un juicio entre oveja y oveja, carnero y macho cabrío, se anuncia la parábola de Mateo. Y, nos hablan también del triunfo y la victoria sobre la muerte, tal y como se nos cuenta en la carta a los corintios. Es decir, el final del mundo consiste en que Jesús será nuestro Pastor y nos haga participar de su victoria sobre la muerte, el último enemigo que será destruido.
Entonces ¿el Juicio? En la parábola de Mateo el Juicio será sobre las naciones. El Evangelio de Mateo es el más judío de los cuatro evangelios canónicos, es decir, el más fiel al judaísmo de tiempos de Jesús, por tanto, esto del “juicio de las naciones” debe entenderse como que este juicio es para los gentiles, para los que no son el Pueblo de Dios, el Pueblo Elegido, la Nación Santa o Consagrada, está no será juzgada, pues Dios es su Pastor, su Padre, y ellos son su Pueblo, sus hijos…. El juicio es para los que no conocen a Dios; esto se nos indica en la parábola en la respuesta tanto de los de la derecha como de los de la izquierda: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed…” Ni unos ni otros conocen a Dios, ni le reconocieron al asistir o no asistir al pobre y necesitado, sin embargo, unos los asistieron y otros no… El juicio no irá sobre si se cree o no se cree, si practicamos unos ritos, otros o ninguno, sino sobre cómo hemos usado nuestros bienes para con los necesitados, como hemos tratado a los pobres, hambrientos, presos, enfermos, excluidos… Y en el cómo hemos obrado está el poder entrar al Reino de Dios o no.
Muchos, en estos días, miramos con temor y esperanza hacia la Navidad, ¿podremos celebrarla? ¿abrirán los restaurantes? ¿podrá reunirse la familia? ¿estaremos todavía sanos, con vida? No tengo respuesta, pero lo que si vislumbro es que serán unas Navidades diferentes, que nos ofrecerán la oportunidad de recuperar la centralidad del Misterio de Cristo en nuestras vidas, una oportunidad para fijarnos más en las necesidades de los nuestros y de los otros, una oportunidad para vivir con esperanza, para compartir con los que peor lo están pasando, cercanos y lejanos, como nuestros hermanos hondureños que tendrán que vivirla tras haber superado tres huracanes,… Una oportunidad no para gastar más y engordar más, sino para compartir más, dar de comer, beber, vestir, mostrar, aunque sea online, nuestra cercanía y acompañamiento al que está sólo, enfermo, aislado, una oportunidad para que cuando llegue el Juicio a las naciones Él nos ponga en el lado correcto, en el lado de los que sin ver, ni conocer, han compartido, han vivido como Él quiere que vivamos.