Domingo 18 de octubre de 2020 (XIX Tiempo Ordinario) | Isaías 45, 1.4-6; Salmo 95; 1ª Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21

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POR JOSÉ LUIS BLEDA | Con pandemia, en este 2020, la Iglesia en este domingo celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND, y lo hace con el lema: “Aquí estoy, envíame”. Un domingo que este año vivo de manera especial: hará un mes de mi salida de Honduras, y, al mismo tiempo vuelvo a recibir un encargo pastoral en mi diócesis de pertenencia, pasando a ejercer el ministerio en Coy, Avilés y Doña Inés, la parroquia que llevó mi compañero Pablo antes de salir para Honduras.

En este domingo las lecturas nos ofrecen un mensaje de apertura, de universalidad. Así la profecía de Isaías se hace no sobre un israelita, un miembro de una de las doce tribus, un creyente en el Dios de Israel, sino sobre un extranjero, uno que no conoce a Dios, y, ese es el elegido por Dios para que todos, de Oriente a Occidente, sepan que no hay otro Dios, para devolver la libertad, la esperanza, el Templo, al pueblo de Dios, y es que, como nos dice el Papa Francisco: “Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón. Y el amor de Dios es el mismo para cada persona sea de la religión que sea…” (Fratelli Tutti 281)…. Esta lectura me ha recordado la historia de Juan Ramón, el hombre enfermo, acogido y cuidado por sus compañeros y vecinos, tanto o más pobres que él, luego llevado al hospital por un pastor evangélico y que terminó sus días entre nosotros acogido, cuidado y amado en el Hogar de Ancianos de La Lima, con las hijas del Sagrado Corazón de Jesús. El amor, la misión, no es patrimonio del católico, es más, vivir en el amor, vivir la misión nos lleva a cooperar con todos los que aman, con todos los que actúan movidos por amor, incluso aunque no crean.

En este vivir la misión, en este actuar por amor, es como podemos ver la gloria y el poder del Señor, ver lo que Él hace, y aclamarlo, proclamarlo, bendecirlo, contarlo, tal y como nos invita a hacerlo el salmo 95.

La segunda lectura nos habla de la misión, que es al fin y al cabo el producto que resulta de lo que se hace por fe, de los esfuerzos del amor y la firmeza de la esperanza. Fe, Amor y Esperanza es lo que llevan al creyente a actuar, esforzarse y mantenerse firme en medio de las dificultades y las circunstancias en las que debe vivir y realizar su misión de mostrar con su vida lo que cree.

Y por último el Evangelio, que nos muestra una de las mayores dificultades de la misión: la relación con el dinero y con quiénes lo producen, con el mundo, entendiendo este como el mundo tal y como está, con quiénes lo dirigen y quieren que se mantenga porque a ellos les va bien. Ellos tratan de hacer callar el mensaje del Evangelio, las esperanzas de la mayoría, de los pobres, del pueblo, y tratan de dejar en evidencia a quién les da esperanza, para ello usan esta pregunta sobre los impuestos…, sobre la economía, sobre el dinero. Todos necesitamos del dinero, de los bancos, de la economía, aunque ellos sean causa de muchos de nuestros problemas y en su nombre tantos tengan que sufrir y tengamos que quitar tanto tiempo a las relaciones personales, a la familia, a los nuestros, para pagar hipotecas, cumplir con Hacienda, no perder el hogar, poder llegar a fin de mes,… Jesús responde dejando las cosas claras: el dinero es invención de los hombres, está sujeto a normas humanas, pero la vida es de Dios, por eso no es lícito dar la vida al dinero, dejarnos la vida en el dinero, perder o no disfrutar de las relaciones personales por causa del dinero, ni convertir en dinero la relación con el otro, con el hermano. El dinero hay que darlo al César, a Hacienda, al banco, a…, pero eso no debe llevarnos a dar o poner nuestra vida en función del dinero. Esto también debemos tenerlo en cuenta en la Misión: cierto que el dinero hace falta para mantener colegios, hospitales, iglesias, comedores,.., pero la Misión es compartir vida, fe, esperanza, amor, no puede reducirse a contar dinero, a conseguir dinero para seguir manteniendo estructuras, y no tener tiempo para tratar de amistad con el pobre, con el otro, de estar con él, de acompañarlo, aunque no se pueda solucionar nada,.., no debemos dejar que el dinero ocupe el lugar del hermano, de Dios, entonces se habrá traicionado a Dios y a la Misión que Él nos ha encomendado.