Domingo 27 de septiembre de 2020 (XXVI Tiempo Ordinario) | Ezequiel 18, 25-289; Salmo 24; Filipenses 2, 1-11; Mateo 21, 28-32

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Por JOSÉ LUIS BLEDA | Ya en España, a la orilla del Mediterráneo, cuidado y mimado por mi familia, pero todavía con gran parte del corazón y la mente en Honduras, comparto la reflexión sobre las lecturas de este último domingo de septiembre, el primero del otoño, tras unos días sin sudar y sin pasar un calor excesivo como el de allá.

Personalmente me han venido muy bien para ir realizando un examen de conciencia sobre todo lo vivido y lo que estoy viviendo. La primera lectura es como un aviso a la responsabilidad: somos responsables de lo que hacemos, de lo que decimos, y tendremos que rendir cuentas por ello, y cuenta de manera especial cuál es nuestra última motivación a la hora de actuar; aquí, todo el bien hecho en el pasado no justifica el mal que se hace en la actualidad, y sin embargo, el bien, la verdad del momento presente sirve para corregir el mal del pasado. Esto es para mí un mensaje de esperanza, de esperanza en un Dios que ama, a quién, como se proclama en el salmo 24, podemos pedir que nos indique el camino, que nos oriente en nuestro caminar presente, y que, con ternura y misericordia perdone el pasado, los errores cometidos.

Pero, esto no basta, no puedo conformarme con el perdón y el hacer el bien a última hora, hay algo más, hay una comunidad de la que formo parte, tengo que vivir en ella y vivir de una manera determinada, buscando la unidad, pensando en los demás, en sus intereses, en sus necesidades, haciendo vida en ella la vida de Cristo, viviendo como Cristo lo hizo entre nosotros, siendo el último y llegando hasta la muerte en cruz en defensa de la verdad.

Por último, la lectura del Evangelio me ha traído a la mente un refrán de los que decía mi abuela: “Obras son amores y no buenas razones”. Es más importante lo que se hace que lo que se dice que se va a hacer. Esto continua la primera lectura, al final rendiremos cuentas a Dios no por los programas, proyectos, planes, intenciones, propósitos…, sino por lo que realmente hemos hecho o dejado de hacer.

Qué Él nos de las fuerzas necesarias para obrar siempre según su voluntad, desde el amor y aunque nos cree problemas y nos cueste sufrir.