Domingo 20 de septiembre de 2020 (XXV Tiempo Ordinario) | Isaías 55, 6-9; Salmo 144; Filipenses 1, 20c-24.27a; Mateo 20, 1-16a
Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Escribo la presente reflexión todavía en Honduras, en la casa donde he habitado estos últimos nueve meses, un embarazo que ha terminado en aborto… La mirada la tengo puesta en mi llegada a España y el reencuentro con la familia, aunque tenga que guardar cuarentena, espero vivir ese momento el sábado. También tengo la mirada y el corazón puestos en tantas y tantas personas que en estos días me manifiestan su cariño, su dolor, su indignación, su deseo de que me quede…
Quizás no tenga que ver con las lecturas, pero, aunque breve, sin una explicación sobre “el aborto”, no creo que este fin de semana entendáis mis palabras y desde donde hago la lectura de la Palabra de Dios. El pasado viernes, en conversación con el obispo de San Pedro Sula, le comuniqué mi decisión de no regresar tras las vacaciones, algo que llevaba dándole vueltas desde el pasado 6 de agosto. El motivo no ha sido otro sino el ver que por parte de quien maneja la parroquia, Waldina Monday, no había interés de que asumiera realmente la dirección de la misma. El obispo quería hacerme párroco, ya en julio, se hablaba siempre de eso, pastoralmente podría asumir el nombramiento, pero tras nueve meses no se me ha informado nada sobre los proyectos (colegio, comedores, apadrinamientos, casa de ejercicios…), ni sobre las cuestiones económicas, contratados, ingresos, salidas… ¿Cómo asumir todo eso de la noche a la mañana? ¿Quién no informa en nueve meses me lo va a decir en un día? La respuesta es dejar que todo siga igual en manos de Waldina Monday, o sea: yo, párroco titular; ella, administradora… y todo sigue igual… Ante la opacidad, y lo que durante este tiempo he ido observando, tengo claro que si la diócesis no me informa del estado de cuentas y me entrega la parroquia con la administradora cesada no la asumo, y si no la pienso asumir, ¿para qué prolongar mi estadía aquí? Corto ya, y de este tema ya hablaré en otros escritos…
La segunda lectura me ha interpelado profundamente ¿qué es mejor, morir o vivir? ¿Quedarme o regresar? No lo sé, confieso que por un lado pienso que soy un cobarde, que dejo a mucha gente ilusionada con unos cambios que no se van a dar, y que no he intentado luchar por conseguirlos,…; por otro, creo que es la única manera de denunciar una situación de injusticia en el funcionamiento de una misión, de opacidad, de manipulación, de no seguir contribuyendo al sostenimiento de unas estructuras que sólo benefician a unos pocos y que van dañando cada vez más una misión, una parroquia. Al menos dejo de ser cómplice de dicha situación. En ambos casos, quiero ver la presencia de Cristo, que está presente en los fieles de esta parroquia, que son su pueblo, que no pueden elegir irse o quedarse, ya que ellos son de aquí y esta es su comunidad, y es lo que me gustaría transmitirles: Cristo está en ustedes, con ustedes, sigan formando parte de la parroquia, pero sean firmes en exigir que rindan cuentas, que se expliquen las cosas, que las decisiones se tomen por consenso, que funcione el Consejo…
Todavía estamos a tiempo, es lo que saco de la primera lectura. En medio de tanto conflicto, veo con alegría como mi compañero, Pablo, ha encontrado otro destino misionero, ahora en la diócesis de Trujillo. ¿Quién sabe si no es posible que vuelva para acompañarlo? Todavía hay tiempo, puede darse la conversión de los agentes implicados, podemos dejar que Dios toque los corazones, volvernos a Él, buscar andar por sus caminos y no por los nuestros. Esta es mi esperanza, esto es lo que intentaré buscar en la cuarentena y la oración.
La última idea es que Jesús, hoy como ayer, sigue saliendo a diversas horas a nuestro encuentro, para llamarnos a su viña, y para ofrecernos el mismo salario, a los que han trabajado más como a los que han trabajado menos tiempo, pues la verdadera recompensa, el verdadero gozo, está en trabajar para el Señor. Ojalá, que todos al final, trabajemos para el mismo Señor y obtengamos el mismo salario.