Domingo 23 de agosto de 2020 (XXI Tiempo Ordinario) | Isaías 22, 19-23; Salmo 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20
Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | En este domingo saltamos a mitad del capítulo 16 de Mateo, para presentarnos otro momento importante de la enseñanza de Jesús a sus discípulos. Nos presenta a Jesús en un lugar de descanso, de recreo, un lugar apropiado para hablar y escuchar, para que todos puedan ir abriendo su corazón, y poder comprobar si van entendiendo su mensaje, y en este contexto, Jesús lanza dos preguntas: primero sobre quién dice la gente que es Él, luego, les pregunta a ellos, quién es para ellos.
En la primera, todos responden, y responden de diversas maneras, claro es una pregunta que no nos afecta, que no toca nuestro corazón, …, es fácil de responder. ¿Quién era Jesús para mi abuela? ¿Quién es para mis padres, catequistas, sacerdotes que conozco?… ¿Quién es Jesús según lo que he leído? ¿Quién es según se dice o se cuenta?… Ahora bien, responder a la segunda compromete ¿Quién es Jesús para mí? Imagino el silencio de todos, un silencio reflexivo, meditativo, un silencio que llega hasta el corazón, hasta que uno, en este caso, Pedro, responde, y, responde desde el corazón. Una respuesta que no lo es solo de palabra, de boquilla, sino que lo está demostrando con la vida, él dejó a su padre, sus barcas, su familia, para seguir a Jesús con otros discípulos, entre ellos su hermano, él es el mayor en edad de los apóstoles, ya tenía sus años y su vida hecha,…, y pasa a ser discípulo, como si fuera un joven en edad de aprender, lo ha dejado todo por seguir al Maestro, al Mesías.
Respuesta desde el corazón
Hoy, me toca a mí, a nosotros, respondernos a esta pregunta, seguro que nos la hemos planteado muchas veces, pero ¿mi respuesta ha salido desde el corazón? Si para mí, como para Pedro, Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, ¿En qué ha cambiado mi vida? ¿Qué lugar ocupa el Evangelio, el mensaje de Jesús a la hora de decidir lo que hago cada día? Las lecturas que acompañan a este Evangelio nos muestran algunas cosas concretas de cómo debería ser nuestra actitud si creemos en Jesús:
La primera lectura de hoy nos presenta una profecía de Isaías que anuncia el despido de un ministro corrupto, para que el cargo lo ocupe otro que sea “un padre para los habitantes de Jerusalén”. Si soy seguidor de Jesús, creo que Él es el Mesías, debo cuidar de los demás antes que de mí mismo, el otro, el hermano es más importante, no puedo conformarme con comer yo, tener trabajo yo y que los míos salgan adelante. ¿Cómo puede ser creíble una asamblea de seguidores de Jesús que ante el drama de la migración exige el cierre de fronteras, la expulsión de los ilegales,…? ¿De verdad creen en Jesús como el Mesías? ¿Cómo se explica que en las naciones dónde hay más porcentaje de cristianos, como las de América Latina, dónde políticos llevan la Biblia en la mano, son las naciones dónde hay más corrupción y mayor brecha entre una minoría riquísima y una mayoría que vive en la pobreza? Nuestra fe en Jesús, como a Pedro, nos da las llaves para atar y desatar, pero para conservarlas, hemos de ser como un padre para los demás, de lo contrario nos puede suceder lo que a Sebná.
Llamada a la humildad
El salmo, aparte de invitarnos a alabar al Dios que nos ama, nos hace una llamada a la humildad, lo que se traduce en la experiencia de sentirnos necesitados: necesitó que Dios me escuche, necesito ser escuchado, no merezco nada y sé que lo que tengo es por amor del otro, de Dios, hacia mí, es mérito de Él no mío, yo no soy mejor ni más, ni merezco más que los otros. Hoy estamos en un mundo que no escucha, solo se lee, se miran las pantallas, pero no hay diálogo, un mundo que informa, pero no forma, un mundo donde ya no es necesaria la confesión, no necesito contar nada a nadie, no necesito sentirme escuchado para encontrar la paz…. Y en las redes podemos ver los resultados, todos saben más que los médicos, virólogos, expertos,…, sin estudios, sin información, hacemos caso a lo que un cualquiera ha escrito en una red social, y salimos de nuestra frustración creyendo historias de conspiraciones, tomando medicinas que son veneno y complicando nuestras vidas y las de quiénes nos rodean. Les pongo un ejemplo: hace unos días, hablando con un señor, me preguntaba que cuando iba a poder comulgar en la boca, porque tomar la comunión en la mano era sacrílego. Le pregunté ¿quién le había dicho que eso era sacrílego? ¿La Virgen, el Sagrado Corazón de Jesús, el Papa, los obispos, un sacerdote? Al final dijo que un sacerdote que sigue al Papa Benedicto XVI, y que la Virgen así lo ha revelado en no sé qué apariciones…. Y le pregunté ¿O sea, un sacerdote sabe más que los obispos de la Conferencia Episcopal que te aconsejan lo contrario? ¿Sé puede seguir a Benedicto XVI sin seguir a Francisco, pues para Benedicto XVI el Papa es Francisco? Y la revelación acaba con el canon de las Sagradas Escrituras, en ellas se encuentra todo lo que Dios quiso decirnos,…, no hay revelaciones posteriores… El hombre siguió sin comulgar, allá él, pero no me rechaza a mí, rechaza a Cristo a quién se niega a acoger en sus manos… ¿En qué Jesús creemos?
Misterio a contemplar
Por último, Pablo, nos recuerda que Dios es un Misterio, es superior a nuestra sabiduría y ciencia, por lo que no podemos pretender conocerlo, saber todo sobre Él, sino solo contemplar aquello que Él nos ha querido mostrar de sí mismo. Tampoco podemos comprarlo, pagarle o devolverle lo que nos da: siempre seremos nosotros los que le debamos a Él, nosotros como mucho podemos intentar vivir de tal modo que nuestra vida le agrade, para así agradecer lo que sabemos procede de Él y nos ha sido dado, nunca para poder exigirle que nos bendiga, que me de esto y eso otro, etc…
Que Él que nos ama, y, nos lo da todo, nos ayude a vivir coherentemente con nuestra respuesta a su pregunta: ¿Quién soy?