El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi.

Por JUAN GARCÍA CASELLES | Uno no puede terminar de asombrarse ante la coherencia, la lucidez y la limpia defensa de los valores éticos por parte de la CEOE, que ha preferido enfrentarse al gobierno y abandonar todos los foros de diálogo social, aunque ello le traiga perjuicios dinerarios sin cuento e innumerables disgustos, antes que infringir su luminosa trayectoria democrática de permanente interlocución, de respeto a las tradiciones nacidas de la Sagrada Transición y de su acendrado patriotismo.

A pesar de que me falla cada vez más la memoria, cosas de la edad, recuerdo emocionado la postura de la CEOE cuando se produjo la fatal reforma laboral de Rajoy, como defendió con uñas y dientes la necesaria intervención de los agentes sociales y la fortísima campaña que con todos los medios a su alcance hizo para pedir la intervención de los sindicatos, llegando incluso a no querer hablar de la dictatorial ley con el propio gobierno.

Es también necesario recordar la actuación de los medios de comunicación que, con rara unanimidad, incluso en contra de los intereses de sus legales propietarios, se dirigieron a Rajoy para que respetara el tradicional y necesario diálogo social, exigiendo, rogando, implorando, llorando, al Presidente para que abandonara su intolerable actitud.

¡Qué tiempos aquellos en que imperaba una auténtica democracia, no como ahora, con este gobierno social-comunista de proetarras narco bolivarianos y más cosas que nos callamos de momento!