Por JUAN GARCÍA CASELLES | Hace unas pocas fechas “La Vanguardia” publicaba un artículo advirtiendo que las inversiones del Estado recaían principalmente en la Comunidad de Madrid, mientras disminuían las inversiones en la periferia. Más recientemente aparecen las estadísticas del INE informándonos que la Comunidad de Madrid ha superado a Cataluña en el producto Interior Bruto (PIB).

A primera vista la cosa no tiene la mayor importancia, pero si echamos mano a la historia podremos ver de que están hechas las entrañas del conflicto ese que antes era social y ahora es político.

La dictadurísima de Franco se hizo con el apoyo del conservadurismo, terratenientes, iglesia, ejército, pequeño campesinado, etc., en contra del capitalismo (burgueses y proletarios) y toda la verborrea del régimen así lo proclamaba. Pero mientras se hablaba de una cosa, se hacía la contraria y ya desde sus orígenes el franqu8ismo tuvo buen cuidado de proteger al capital, entre otras cosas porque era el que había financiado el alzamiento. Recordemos la famosa nacionalización de la Banca que pedían los falangistas.

Cuando la derrota del EJE era ya inevitable Franco empezó a tontear y tantear con los aliados con aquello de que era el muro contra el comunismo y llevó al régimen a pactar con el demonio (léase USA) y abrió las frontera a las primeras inversiones americanas, sobre todo a partir de la estabilización y de los planes de Desarrollo de López Rodó y sus compinches de la obra de dios, de una clara ideología católico-burguesa (o burgueso-católica) en su Camino hacia el poder.

La opción por el capital frente al conservadurismo fue creciendo desde entones. Por esta época las inversiones estatales, sobre todo en forma de subvenciones a la industria, se repartían entre el País Vasco y Cataluña y alguna cosilla en Madrid y al resto, que los partiera un rayo.

Pero hete aquí que vinieron los de ETA y Franco dejó de ir por San Sebastián y las perras marcharon preferentemente hacia Cataluña. Y la cosa siguió así durante la Gloriosa transición y el primer reinado de los sociatas. Acordaos de la Olimpiada.

Lo malo es que vino Aznar y su preferencia por el capital americano y sus multinacionales y a pesar de hablar catalán, no como la princesa, sino solo en la intimidad, empezó a proteger la ya algo desarrollada burguesía centralista de Madrid. Llegó Zapatero, y por un momento pareció que las cosas volverían a sus cauces, pero fue flor de un solo día. Y cuando vino Rajoy y abrió la caja de Pandora de los recortes, el Mas montó en cólera y se fue a Madrid a pedir, no solo dinero para la Generalitat, sino, fundamentalmente, inversiones para la burguesía catalana. Y como el Rajoy era muy suyo y muy de los americanos, no se las dio y Mas ya dijo que iba a armar la marimorena con lo de la independencia.

Total, que el problema de verdad es que la burguesía catalana nunca ha llegado a mandar en Madrid y, encima, ha ido perdiendo peso relativo. Esa burguesía frustrada es la que apoya, promueve y financia el separatismo. Se apoyaron en los del nacionalismo, que es un sentimiento derivado del instinto de pertenencia a la horda y alimentaron este sentimiento fundándose en el enemigo exterior, llamado Madrid y aquello de “Espanya ens roba” y aprovechando la frustración de las clases medias urbanas por las consecuencias de la crisis, que fue más dura en Cataluña que en el resto de España precisamente porque los recortes los aplicaba la derecha pura y dura llamada allí CiU, con la complacencia de ERC, dicho sea de paso..

Todo esto le vino de perillas a Rajoy, porque mientras se hablaba de Cataluña no se hablaba de los problemas reales de la gente, cosa en la que, a mayor gloria de la burguesía, contribuyeron con entusiasmo los medios, que para eso están, para servir a sus dueños. Y de todos aquellos polvos vienen estos lodos. Juan García Caselles