Domingo 13 de octubre 2019 (XXVIII Tiempo Ordinario) /  2º Reyes 5,14-17; Salmo 97; 2ª Timoteo 2, 8-13; Lucas 17, 11-19

Por JOSÉ LUIS BLEDA / Y tras el Pilar, fiesta que nos une a todos los pueblos hermanos de América Latina, nos encontramos ya en el segundo domingo de este Mes Misionero Extraordinario.  Si en el anterior se nos hablaba de la fe, en este se nos habla del testimonio, del testigo, o, del martirio y del mártir.

         El misionero es un testigo que da testimonio de Aquél que le ha enviado, así, en el Evangelio, Jesús, testigo del Dios de la vida es capaz de sanar a los diez leprosos, como ya lo había sido siglo antes el profeta Eliseo, testigo del Dios vivo, había hecho posible la sanación de Naamán el sirio; pero, a su vez, tanto Naamán como uno de los leprosos se convierten también en testigos, en testigos de la obra, del amor, de la misericordia de Dios, se convierten en misioneros. Naamán ya no volverá a tener otro Dios distinto a Aquél que le sanó por medio del profeta, por eso, al no poder pagar como quisiera su sanación, pide tierra del país de donde es sanado para que todos en el suyo, sepan que Dios viene de otra tierra,… Da testimonio de Dios, será misionero entre los suyos. Experiencia similar la encontramos en el Evangelio con los leprosos, los diez son curados, los diez habían pedido a Jesús que los curase por compasión, es decir, eran conscientes de que no merecían la curación y que no la podrían pagar (esto implica pedir algo por compasión, que lo hagan porque se compadece de mi situación no porque yo lo merezca o pueda pagar el servicio que pido se me haga); Jesús da testimonio de la Misericordia y de la Compasión del Padre sanando a los diez, número bíblico que también nos indica que la Misericordia y la Compasión de Dios no es solo para uno sino para todos; pero, solo uno, al verse sanado, alaba a Dios, da testimonio de lo que Dios ha hecho, y vuelve  para ponerse a los pies de Jesús, este no sólo queda curado sino que ha alcanzado la salvación, ha entrado en el Misterio de Dios, es como Jesús testigo del Padre.

El obispo Juan José Aguirre, testimonio en la República Centroafricana.

En esto consiste también el ser misioneros. Como Pablo le dice a Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo…”, Pienso en mis compañeros de colegio, de instituto, de Universidad, en los del Seminario, los que no llegaron a ordenarse, en los de mi curso, que apenas nos vemos,.., no soy mejor ni más que ninguno de ellos, si hoy estoy donde estoy y preparando maletas para marchar a Honduras no es por mis méritos, ni por ser mejor que ellos, es más, les debo tanto a tantos, he visto a Cristo, su Misericordia en tantas acciones que ellos han hecho,…, es por Jesucristo, no puedo olvidar esto, por eso, como el leproso, aunque no podré pagar nunca al Señor lo que ha hecho por mí, tengo que gritar, alabar, volver a Él, ponerme a sus pies, para que todos sepan que es Él quién lo ha hecho, que Él ha tenido Misericordia conmigo, y eso es la prueba que la tendrá con todos, pues no soy mejor ni más que vosotros, que los otros. En esa misma carta, Pablo se presenta como testigo de Jesucristo y lo hace precisamente por llevar cadenas, ¡qué mayor testimonio de aquél que sufre en a consecuencia y coherencia con lo que  cree! El testimonio hoy día de nuestros hermanos de las Iglesias perseguidas en tantos lugares, me impresionó el testimonio del obispo Juan José Aguirre de Bangassou, en el Congreso Nacional de Misiones que se celebró en Madrid, como ha apostado, junto con sus sacerdotes por proteger a familias musulmanas, a pesar del daño y las muertes que los radicales musulmanes les han hecho, la respuesta que se convierte en testimonio no es la venganza, ni la indiferencia, sino el proteger, respetando la religión del otro, acogerlos en el momento de peligro, acompañarlos, y estar con ellos hasta que se restablezca la paz,… que lección nos dan los cristianos de Bangassou, una iglesia joven, frente a la Iglesia Europea que cierra los ojos ante el drama de los refugiados e inmigrantes en el Mediterráneo, en Grecia, en Turquía, en Siria,…

         El salmo 97 nos da tres claves de este testimonio misionero: es un testimonio de alabanza, de canto, eso lo hacemos más o menos bien, unos mejor que otros (los que me conocéis ya sabéis que no canto); por la misericordia, el amor, la labor de Cáritas,..; y una misericordia que no puede reducirse a los nuestros, sino que debe alcanzar a los confines de la tierra. Nuestro canto, nuestra voz, nuestro grito, se convierten en testimonio misionero cuando nacen de la práctica y la vivencia de la Misericordia, vivida sin límites. Seamos misioneros.