Domingo 8 de septiembre de 2019 (XXIII del Tiempo Ordinario) / Sabiduría 9, 13-18; Salmo 89; Filemón 9b-10.12-17; Lucas 14, 25-33

Alegría compartida junto a participantes en uno de los encuentros del Movimiento de Retiros Parroquiales

Por JOSÉ LUIS BLEDA / Este domingo coincide con la festividad de la Natividad de María, celebran su santo muchas que llevan el nombre de María, y me hace de alguna manera tener de manera muy presente el ejemplo y modelo de María como madre de Jesús y de la Iglesia. Junto a esto, tras haber sido testigo del paso de la imagen de la Fuensanta, patrona de Murcia, por Algezares, el pasado jueves, y preparándome también para su paso en la Romería antes de ir al Congreso Nacional de Misiones, estoy este fin de semana acompañando a un grupo de jóvenes, en su mayoría de origen latinoamericano, en un retiro del Movimiento de Retiros Parroquiales Juan XXIII, posiblemente el último que acompañaré en mucho tiempo tras haber realizado el retiro en Los Urrutias, entre el 8 y 10 de febrero del 2008, han sido muchos y en muchos sitios donde he podido acompañar a los hermanos retiristas: Rompealbardas, Aránzazu, Mallorca, Milán, Sotto il Monte, Venegono Superiore…, acudir al Congreso Internacional en Orlando, Florida…, compartiendo viaje, casa y muchos buenos ratos con mis hermanos retiristas, que me han dado tanto y tanto me han ayudado y ayudan a crecer en la fe. Por eso, para este fin de semana he escogido algunas fotos de dichos encuentros…

La primera lectura, tras la invitación a la humildad del pasado domingo, nos invita a pensar: «¿Qué hombre conocerá el designio de Dios? …» Cierto, lo primero que he aprendido, y, de lo que cada día estoy más convencido es de lo poco que conozco de Dios y lo poco que sé de Él. Quizá este deba ser el punto de partida para acercarse a Dios, como el principio de toda sabiduría es ser consciente de que no se sabe, el principio de la fe es reconocer que no se conoce… Tras 23 años de sacerdocio, dejando y cerrando una etapa dentro de este, preparando las cosas para iniciar otra, creyendo en todo momento que en esto voy cumpliendo la voluntad de Dios, tras esta lectura, reconozco una vez más que no conozco los designios de Dios, sólo sé que Él me quiere, que todo lo que soy y todo por lo que merece la pena vivir me lo ha dado Él, que Él quiere mi felicidad, pero poco más… El lunes me tocaba presidir las exequias de Santiago, el regalo que Dios me hizo al llegar a Algezares, una persona que me ha acompañado, ayudado y sostenido, que ha hecho posible que mi experiencia y paso por la parroquia de Algezares haya sido el que ha sido, y, ahora se lo lleva con él… En Jumilla tuve a Manolo, a quien también se llevó, y junto con ellos a tantos, en el Movimiento de Retiros Parroquiales a los Padres Gabriel y Anselmo, y de manera muy especial y profunda al P. José María que ahora, un poco retirado, aún continúa entre nosotros. ¿Por qué los he conocido y tenido? ¿Por qué ya no están o están de otro modo? ¿Por qué me voy? Pues no lo sé, creo que respondo a los designios de Dios, pero no lo sé, sé que Él está, me quiere, y no me deja solo, pues como dice el salmo 89, es Él quien nos sostiene, está con nosotros a lo largo de la vida, nos muestra y sacia de misericordia, y sin Él no hubiese hecho nada y nada tendría sentido.

 

Jo-B / Pixabay

La carta a Filemón, una carta que siempre he admirado y venerado, ya que en ella veo como debe actuar el hombre de Dios ante un tema como la esclavitud, en ella Pablo convierte al esclavo Onésimo, en hijo, y lo presenta como tal, hijo y hermano, ante el señor Filemón. No pide Pablo la abolición de la esclavitud, sólo pide, que veamos al otro como hijo y hermano. ¡Qué mensaje más actual! ¡Vaya lección! Si hoy viéramos al que pide en la puerta, al que ocupa una vivienda tras haberse quedado en la calle, al que trata de cruzar el Mediterráneo en una patera, a quién huye de la guerra, del ébola, del paro, de la violencia, como hijos y hermanos, no hablaríamos de la migración como «crisis» ni como «problema», mucho menos como «peligro»…. Creo que todos los cristianos, especialmente aquellos que piensan que no cabemos todos, que vienen a quitarnos lo nuestro, y que para cuidar a los ancianos tenemos que quitar la  ayudas a los menores extranjeros no acompañados, deberían leer una y otra vez esta carta, tratar de ver en el mena, el tirado en la cuneta, a Onésimo, y en verse a sí mismo como Filemón  y escuchar lo que Pablo escribe: «Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí». ¿Es san Pablo mi compañero? ¿Lo será?

No es fácil vivir el Evangelio, no es fácil vivir siguiendo a Jesucristo, hoy el Evangelio, nos lo vuelve a decir, Jesús lo vuelve a decir, no para que nos retiremos, sino para que vayamos tomando conciencia de lo que somos, de lo que tenemos que hacer, de las medidas que tenemos que tomar en nuestra vida, de hacer los cálculos necesarios, para no fracasar en el intento, para no quedarnos a medias, para no ser cristianos mediocres, sino para llegar al final, a la meta y al triunfo junto con Jesús y todos los que nos han precedido. En ello, un ejemplo nos lo da María, aceptó ser la madre de Jesús, entonces no sabía que tendría que estar al pie de la cruz, pero lo estuvo y luego acompañó a los apóstoles en la experiencia y las consecuencias de la Resurrección, que, con su ejemplo e intercesión, aún sin conocer los designios de Dios, no dudemos en avanzar siempre hacia la meta.