Domingo 25 de agosto 2019 (XXI Tiempo Ordinario) / Isaías 66, 18-21; Salmo 116; Hebreos 12, 5-7.11-13; Lucas 13, 22-30  

Por JOSÉ LUIS BLEDA / Concluimos una semana difícil, difícil sobre todo para los pobres y empobrecidos, sobre todo para quiénes huyen de una violencia y unas situaciones de violencia y necesidad que ellos no han provocado. Cierto que al final los del Open Arms han podido desembarcar en Lampedusa, pero no es menos cierto que la mayoría de los europeos apoyan la decisión política de que no se les deje operar ni a ellos ni a otros…, a los que vienen de África o del Próximo Orienta hay que dejarlos hacinados en condiciones de esclavitud o dejar que se mueran ahogados en el Mediterráneo.

Frente a esto, resuenan en mi interior, como un eco, las palabras de Isaías: «Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos, vendré para reunir las naciones de todas lenguas…» Dios conoce sus obras y sus pensamientos… Muchas veces al contemplar Murcia desde la Fuensanta o sus alrededores, por la noche, viendo sus luces, siempre pienso en las familias, las personas que habitan en cada luz, ¿qué hacen? ¿qué piensan? ¿qué sienten? También, estos días que he pasado en Torrevieja, al ir a bañarme, con mi madre, mientras nado, pienso en otros que no nadan, chapotean, se ahogan, tratan de cruzar el mar, se tiran de un barco para llegar a una isla…, ¿qué han hecho? ¿qué piensan? ¿qué sienten? Mientras nado, en la playa de los Locos, pasan a mi lado niños, mujeres, hombres, que nadan, hablan, se les oye en otros idiomas: francés, italiano, inglés, alemán, eslavo, árabe, turco,… (dicen que en Torrevieja se hablan hasta 145 lenguas distintas); en el Open Arms, o en el Ocean Viking, el barco de Médicos Sin Fronteras, también se hablan diversas lenguas, hay migrantes de Afganistán, Siria, Palestina, de Argelia y Marruecos, de Camerún, Malí, Senegal, República Centroafricana,… ¿qué han hecho? ¿qué piensan? ¿qué sienten?… Dios lo sabe, y Él que los ama, los reunirá ¿Estaré yo también entre ellos? ¿Sabe Dios lo que he hecho, pienso y siento? ¿Podré ver su gloria junto a los sobrevivientes de todas las naciones? Nos encontramos ante una de las profecías más universales, en la que más claro se nos deja que Dios, incluso el Dios del Antiguo Testamento, no es Dios de un solo pueblo, de una sola raza, de una sola cultura, sino que es el Dios de todos, aunque de todos, solo un resto, unos pocos de cada pueblo lo entienden, otros siguen con el primero los nuestros, como si los otros no fueran personas,….

A esta profecía le sigue el salmo más breve del salterio, el 116, breve pero extenso pues abarca todo el mundo, todos los pueblos, todas las naciones, y nos recuerda, que los fieles del Señor, estamos enviados, mandados a ir a todas las naciones, a todos para llevar a todos la Buena Noticia, el Evangelio.

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Pero no es fácil, y, no tanto por el viaje o por las dificultades externas, de los otros, sino por las dificultades propias, por los obstáculos que surgen de la propia nación, de la propia familia, de la propia cultura… Tenemos que prepararnos, tenemos que corregirnos, corregir nuestro pensamiento, nuestro corazón, corregir para ser capaces de ver en el otro al hermano. Tampoco es algo difícil, aunque si que es algo que duele y cuesta. Precisamente esta semana he podido acompañar a unos amigos a visitar una residencia en la que ha sido admitido un amigo, este de Guinea-Bissau, joven de 26 años, enfermo crónico desde los 18 años, pero atendido por estas amigas y muchos más como si fuera un amigo, un hijo, un hermano… Es posible vivir esta fraternidad universal, pero cuesta lágrimas, dolor, incomprensión, disgustos,… hay de todo: momentos de alegría y momentos en que dan ganas dejarlo todo y desaparecer….El Señor, como nos indica la carta a los Hebreos, nos va, a lo largo de la vida, poniendo las circunstancias apropiadas en cada momento para ir corrigiéndonos, capacitándonos, para ir creciendo en capacidad de misericordia, en capacidad de ir viendo el mundo como lo ve Él y de hacer las cosas como Él las hizo en Jesucristo. A esto mismo creo que se refiere el Evangelio, en el que Jesús nos invita a buscar la puerta estrecha, la difícil, la que cuesta, huir de las respuestas fáciles, cómodas, seguras…, búsqueda que va unida de nuevo a la universalidad, pues al final compartiremos mesa con gente de todas las naciones….

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Compartir mesa, sentarse en la mesa, comer y beber con Jesús, hacen alusión a la Eucaristía. Es cierto que es el primer sacramento, el que más nos acerca a Él, pues lo comemos, entra dentro de nosotros, pero, como afirma Jesús en el Evangelio, participar en ella, no garantiza llegar a la salvación, lo que nos salva es la practica de la misericordia, el acercarnos al otro, al hermano, como hizo el Buen Samaritano, y si el compartir la mesa con el Señor y con otros, no nos lleva a la apertura de mente y corazón, podremos haber comulgado todos los días desde la Primera Comunión hasta la muerte, y ¿de qué nos ha servido? ¿de qué les ha servido a los hermanos?

Que la practica de la religión me ayude a vivir de modo que pueda formar parte de ese resto capaz de construir el mundo que Dios quiere.