Por JUAN GARCÍA CASELLES / No sé si el espectáculo que están dando es inevitable o no, solo sé que es de lo más lamentable. Resulta que Pablo no se fía de Pedro, pero quiere estar en la cocina para tenerle vigilado, no sea que se derechice más de la cuenta, pero, al mismo tiempo,
Pedro no se fía ni un pelo de Pablo, porque su presencia le hace imposible pactar señales de apaciguamiento con los poderes fácticos, que se dice. Y nos montan el sainete de idas y venidas, vueltas y revueltas, titulares de prensa, importantes noticias para los tertulianos, y la casa sin barrer.
Porque mientras uno mantiene la necesidad de ser él solo el que mande y el otro mantiene que quiere ser ministro (no es que lo pida abiertamente, pero las
personas de a pie no somos tontos del todo), hay gente que pasa dificultades sin cuento y a veces hambre, la reforma laboral sigue sin reformarse, la ley mordaza ahí
se queda (aunque a lo mejor es utilizada ahora para darle en los morros a algún murciano deslenguado), lo de los horarios solo lo cumplen los que antes lo cumplían
porque les convenía, las pensiones sin asegurar, las colas en Cáritas siguen aumentando, los viejos que no pueden pagarse las medicinas del copago, la educación sin reformar, los Cies como si nada, el paro juvenil tan campante, la medicina pública hecha unos zorros y dependiendo de las limosnas de los burgueses buenos…
Pues no, para eso yo no les voté, ni creo que haya quien les votara. Se les votó para que arreglaran, en la medida de lo posible, los inevitables desafueros del capital
y eliminaran cuantas injusticias fueran posibles, no para que se pusieran un buen sueldo y nos vendieran la burra de que los culpables son los otros.
Así que si no os enteráis, lo probable es que cuando toquen las elecciones, la gente se quede en casa, permitiendo otra vez los mangoneos de la derecha, pero por
lo menos no pasaremos por la vergüenza de haber elegido a un par de inútiles que solo miran por sus intereses y los de su partido.