Domingo 21 abril 2019 (Domingo de Resurrección) / (Lc 24, 1-12) Hechos 10, 34a.37-43; Salmo 117; Colosenses 3, 1-4; Juan 20, 1 -9.
Por JOSÉ LUIS BLEDA / Ya hemos llegado a la Fiesta más grande para todos los creyentes y seguidores de Cristo, el Resucitado, que no puede ser otra que la de la Resurrección, fiesta que nos seguiremos celebrando durante 50 días, hasta Pentecostés, el 9 de junio. La liturgia nos ofrece todos los años las mismas lecturas, exceptuando el Evangelio que se proclama en la noche de la Vigilia Pascual, que cada año corresponde a uno de los tres sinópticos, este año a Lucas, que es el que os indico arriba entre paréntesis, y sobre el que centro mi reflexión para este fin de semana.
En Juan es una mujer, María Magdalena, en Lucas son tres, número simbólico, el número de Dios, de la Trinidad, de los anuncios de la Pasión, de los días entre Pasión y Resurrección, y parece más lógico que esa madrugada al sepulcro no fuera una sola, sino que fuera acompañada. Las mujeres nos representan a todos y cada uno de los que formamos la iglesia, ellas como nosotros, querían a Jesús, quieren darle lo mejor, han preparado con esmero y cuidado, también con tristeza y pena los perfumes, van de vigilia, de madrugada, van al sepulcro. Nosotros, nos hemos preparado para estos días, en los que se mezcla o une el dolor y la alegría, la fiesta de la Cena con la amargura de la Traición, la Cruz con la promesa de la Resurrección (Hoy estarás conmigo en el Paraíso), la Muerte con la Resurrección,.., como la vida: amor y sufrimiento, dolor y alegría van de la mano. Pero se encuentran con una sorpresa, algo que no esperaban, aunque les había sido anunciado (los evangelios nos presentan tres anuncios de la Pasión y la Resurrección de Jesús durante su vida pública) tal y como les piden los hombres vestidos de blanco que recuerden,…, les pasa como a nosotros, vamos a misa, escuchamos el Evangelio, pero ¿nos creemos lo que se nos proclama, lo que anuncia? O ¿eso sólo es algo para el campo de la fe, pero la vida es algo diferente?
Buscar a Dios entre los vivos supone ser capaz de sorprenderme, de esperar lo nuevo, de creer que en lo cotidiano, en lo concreto, en lo real
Ellas buscaban al Vivo en el lugar de los muertos, no recordaban los anuncios de Jesús, no se tomaron en serio, como algo real que podría suceder en la vida concreta y cotidiana el anuncio de la Resurrección, la vida eterna es para el más allá, no para esta vida, en esta vida el muerto, el crucificado está muerto, ha fracasado, ha sido derrotado, lo seguimos amando, reconocemos que lo ha hecho por mí, pero está en el sepulcro, y lo buscó allí, la religión la convierto en darle a ese Dios en el que creo y quiero lo que yo quiero darle, lo que yo le he preparado, la practico no para hacer o vivir su voluntad, sino para tranquilizar mi conciencia, justificarme, sentirme mejor… Busco a Dios entre los muertos, entre lo muerto… Buscarlo entre los vivos supone ser capaz de sorprenderme, de esperar lo nuevo, de creer que en lo cotidiano, en lo concreto, en lo real, hay lugar para la novedad, la sorpresa, la esperanza, para algo distinto…
Creerlo y decirlo, decirlo, contarlo, aunque no nos crean, nos tomen por locos, se rían de nosotros, o veamos como ante nuestro anuncio, ante el hecho de contar lo que hemos vivido, la gente siga indiferente, igual, pase del mensaje. Lucas como Juan nos presentan a las mujeres como las primeras apóstoles, fueron las primeras en anunciar que el Crucificado había resucitado, el sepulcro estaba vacío, Cristo está Vivo, y lo anuncian a los propios apóstoles, por eso el Papa Francisco llamó a María Magdalena apóstol de los apóstoles. Esa también tiene que ser hoy nuestra misión y nuestra tarea en el mundo, aquí y ahora: ser testigos de la esperanza, de la vida, y serlo en un mundo de muerte, de dolor, de oscuridad.
Que la Resurrección de Cristo ilumine nuestros corazones y nos impulse como a las mujeres a dar testimonio del amor, de la vida y de la Resurrección.