Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
Por JUAN GARCÍA CASELLES / El próximo día 28 será la fiesta de la democracia. Ejerciendo nuestro derecho y cumpliendo con nuestra obligación de ciudadanos libres, iremos a votar, y está bien que lo hagamos, porque, aunque muchos digan que todos los políticos son iguales, eso no es verdad, y del gobierno de unos al desgobierno de otros suele haber notables diferencias.
Pero cuando nos despertemos el día 29 iremos al mismo curro (si tenemos la suerte de tenerlo), aguantaremos al jefe o al capataz con la misma sonrisa falsa de siempre, llevaremos los niños al mismo colegio, seguiremos con la misma hipoteca y el mismo director de banco, compraremos en el súper de siempre (o en otro similar), veremos los mismos programas de siempre en la tele, compraremos el cupón o echaremos algún dinero a la primitiva a ver si así podemos liberarnos, nos quedaremos con las ganas de comprarnos algo que nos gusta por mor de la economía. etc., etc.
Es decir, cuando despertemos del ensueño democrático, el dinosaurio capitalista estará donde solía estar. Así ha pasado en todos los países democráticos en los últimos doscientos años y no hay motivos para creer que la cosa vaya a cambiar de momento.
Esto es el resumen (más o menos) de lo que escribí hace cuatro años, pero ahora quiero hacer alguna puntualización.
La primera es que el capitalismo puede convivir con regímenes no democráticos como si nada, puede seguir perfectamente sin democracia, como podemos observar hoy en día con China, Arabia Saudí, Marruecos y tantas dictaduras o semi-dictaduras como en el mundo subsisten. También vivió tan ricamente con Franco, por si lo habíais olvidado.
La segunda es que la democracia actual es el método preferido por el capital porque es el que le da menos problemas de control político de la sociedad. Para ello dispone de poderosos medios de control social y, sobre todo, del dinero suficiente como para comprar cualquier obrero, cualquier mujer, cualquier científico o cualquier político (con las correspondientes y valiosas excepciones) y, además. un absoluto dominio sobre los procesos económicos mundiales (eso que llaman globalización) sin tener que echar mano de procedimientos más expeditivos, pero menos convincentes.
Pero si la democracia termina enfrentándose al capital, recurre a su poder y la aplasta (Chile, República española, Nicaragua, regímenes socialistas en África, Venezuela, Alemania pre-nazi, Italia pre-fascista, etc.
La tercera y fundamental es que si somos conscientes de cómo está la cosa del poder, al conocer lo limitado del poder político dentro de la democracia, no nos desilusionaremos porque los políticos no lleguen nunca cumplir lo que prometen. Es lo que hay. Y si sabemos dónde está el poder de verdad, no perderemos el tiempo y las fuerzas en luchar por poderes políticos pequeñitos y cada vez más débiles (nacionalismos, autonomías, y demás políticas de campanario) que le saben al capital a gloria pura.
Esto no significa que el capital sea eterno. En el momento actual ya tiene bajo su control la tierra entera, subyugando y subordinando todos los procesos económicos precapitalistas o no enteramente capitalistas, lo que significa que su capacidad de expansión, de crecer a costa de los otros sistemas económicos, está acabándose. A partir de ahora, y ya lo estamos viendo, los distintos grupos de capital solo podrán crecer a costa de otros grupos. Esto es lo que está debajo de cosas como el brexit o el enfrentamiento de Trump con China. Esto aparte del agotamiento de los recursos (desastre ecológico), la inadecuación de un poder político disperso e incapaz de manejar una economía global y la dificultad para justificar que después de tantos años, el famoso “desarrollo” siga sin llegar a la mayor parte de la población mundial.
Caerá, más pronto que tarde, porque su capacidad expansiva está agotándose. La próxima gran crisis, para la que deben faltar de diez a quince años, pondrá las cosas más claras. Espero.