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Por JUAN GARCÍA CASELLES / Supongamos. Supongamos que la estrategia de Trump para acabar con el lío de Venezuela da resultado y el poder termina en manos del Guaidó. Pues si eso se cumple, la historia va a dar un vuelco importantísimo, porque el exitoso método podrá aplicarse a cualquier otro país del mundo, como, por ejemplo, España.
En efecto, bastaría que el señor Casado, en cuanto jefe de la oposición y presidente del partidos más votado en las últimas elecciones, explicara a los cuatro vientos que el gobierno de Sánchez es un gobierno espúreo que nació por la traidora acción de los terroristas que quieren acabar con la indestructible unidad de la patria y que, para colmo de males, pretende imponer gravosos tributos a los inocentes ricos del país y además, no contento con tanta osadía, quiere llegar a robar sus bien ganados dividendos a las multinacionales, con la excusa de que todo ello es para beneficiar a los pobres, cuando la. realidad es que solo pretende fortalecer a la izquierda para instaurar la dictadura del proletariado. Comprended que, en estas gravísimas circunstancias, la CIA ponga en marcha todas las alarmas y Trump afirme que el único presidente real de España es Casado, cosa que será repetida por todos los noticieros del globo y aplaudida con entusiasmo por todos los democráticos gobiernos del
occidente cristiano.

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A partir de este momento la designación del gobernante en cada uno de los protectorados del imperio se haría por la simple designación del emperador, con la ventaja para los súbditos de que si el nombrado se portara mal, no sería necesario esperar a las nuevas elecciones, sino que bastaría elevar la correspondiente y respetuosa queja al Gran Hermano, para que éste, aunque no fuera más que porque no le dieran la lata, lo cambiara por otro que se portara mejor.

Esto significará un gran avance para la humanidad, ya que serán innecesarias y, por lo tanto, eliminadas cosas como el Senado y el Congreso, la totalidad de los partidos políticos, así como los sindicatos, los periodistas que hasta ahora vivían del cuento de las declaraciones de los políticos, así como los periódicos o los medios para los que escribían o hablaban, los tertulianos todos, etc., etc. Y con el dinero que se ahorraría tendríamos una buena policía para protegernos de los invasores tercermundistas y desharrapados que quieren despojarnos de nuestro amado lujo.

De esta manera, Trump pasará a la historia, junto con Licurgo, Platón, Rousseau o Montesquieu como un gran reformador político. Lo único malo es que lo de los sátrapas hace siglos que lo inventaron los persas.