XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 25-11-2018 / Daniel 7, 13-14; Salmo 92; Apocalipsis 1, 5-8; Juan 18, 33b-37.
Por JOSÉ LUIS BLEDA / Bueno, el tiempo pasa, terminamos ya el año litúrgico y tenemos la Navidad encima, dehecho ya los comercios, las calles están adornadas con luces y motivosnavideños y escuchamos ya las propagandas de turrones, restaurantes para lascomidas o cenas de empresa, la lotería de Navidad… Pero, en todo esto, ¿qué lugar ocupa la persona, el ser humano, el hombre, el hijo del hombre…? ¿Qué lugar ocupa el amor?
Terminamos un ciclo litúrgico, hemos leído el Evangelio de Marcos, y en ocasiones, como este domingo, también el de Juan, ya que Marcos es el más breve de todos y por eso algunos domingos hemos proclamado textos del Evangelio de Juan, que es como el comodín. Este domingo se nos presenta el diálogo que el evangelista Juan relata entre Pilato y Jesús durante el juicio que este hace a Jesús, un diálogo muy interesante: el funcionario del Imperio que juzga al rey del Universo, ¿un funcionario que juzga a un rey? porque para él Jesús no era rey, como realmente tampoco lo era para aquellos que se lo habían entregado: su gente y los sumos sacerdotes,… Lo que me lleva a preguntarme ¿Es Jesús rey para mí? ¿Qué entiendo por ser rey? Pero por si fuera poco, Jesús no sólo no es admitido ni entendido como rey, sino que su reino no es de este mundo, y en esto, creo que podemos estar todos de acuerdo: alguien desnudo, humillado, golpeado, crucificado o que va a serlo, no puede ser rey de este mundo, pero es que además Jesús nunca ha querido ser rey de este mundo, nunca ha querido que sus tropas lo defendieran, lucharán por él, ni dejó que Pedro, cuando lo prendieron usará la espada en su defensa; sin embargo, tenemos ordenes de caballería, cruzados, legionarios de Cristo,…, y tantos que presumen de luchar, y luchar físicamente, eliminando enemigos, y eso en nombre de Cristo: las Cruzadas, la Inquisición,…, ¿cómo entendían la realeza de Cristo? ¿Cómo se entiende hoy desde el clericalismo y la ideología de Cristiandad la realeza de Cristo? Desde luego no como la que explica en Jesús en el Evangelio.
El Salmo 92, que la Liturgia dominical nos propone como responsorial, nos puede llevar al engaño de vestir a Jesucristo como un rey temporal en su poder: vestido de majestad, de hecho las imágenes de Cristo Rey lo presentan así, coronado, en el trono,… Pero no podemos olvidar que el poder de Dios no es para juzgar, condenar y castigar, sino que es el poder de la misericordia, Dios es todopoderoso porque es el único capaz de perdonarlo todo y perdonarlo siempre. Perdón reflejo del amor que es lo que puede sostener y sustentar el universo, para que este no caiga, y sus mandatos, que son los que llevan a la santidad, no son otros sino el amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas, es decir, con todo tu ser, y al prójimo como a uno mismo.
Por eso, las lecturas que este domingo acompañan al Evangelio nos dan la clave para poder entender la realeza de Jesús, clave que es doble: el ser humano, el hijo del hombre, como centro, y el amor.
Quien tiene a Cristo como Rey, debe tener al ser humano en el centro, debe priorizar al ser humano por encima del dinero, la comodidad, la seguridad, el comercio, la ley…
La profecía de Daniel, que luego se cita en el Apocalipsis, nos habla de una especie de hijo de hombre, sobre o entre las nubes, que es quién recibe todo poder, honor y reino. ¿Quién es el hijo del hombre? el ser humano, ¿acaso alguno de nosotros, varón o mujer, no somos hijos del hombre, no somos fruto y parte de la humanidad? Esto implica que el tener a Jesucristo como Rey nos lleva a tener al ser humano, a toda mujer y a todo hombre, como Rey, como centro y como lo más importante para nuestras vidas. Un ser humano, sus necesidades físicas (frío, sed, hambre, enfermedad,..), sus necesidades psíquicas (miedos, desilusiones, traumas, esperanzas,..) y sus necesidades afectivas (sentirse amado, ser abrazado, acariciado, besado, así como el poder abrazar, acariciar, besar,…) deberían ser más importantes que el bienestar de una sociedad, que las cosas, que la seguridad nacional, porque el mundo nunca podrá estar bien ni seguro, mientras millones pasen hambre, sed, frío, sufran violencia, sean descartados y excluidos,… Quien tiene a Cristo como Rey, debe tener al ser humano en el centro, debe priorizar al ser humano por encima del dinero, la comodidad, la seguridad, el comercio, la ley…
Unido a esto, inseparable, es el amor. Un amor del que nos habla la segunda lectura, la del Apocalipsis, alabamos al Rey, al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. ¡No es nada lo que se nos dice! A diferencia de un rey de este mundo, el rey Jesucristo es el que da su vida, su sangre, por los que ama, mientras que en este mundo ser monárquico se entiende como luchar y dar la vida por el rey, como cantaban los requetés: “Por Dios, por la Patria y el Rey lucharon nuestros padres,…, por Dios, por la Patria y el Rey lucharemos nosotros también…” Eso está bien para una ideología política, justificar guerras,… pero no para seguir a Jesucristo, ni tenerlo por Rey, es Él el que muere por nosotros, lo que nos lleva a no poder nunca justificar en su nombre el matar a nadie, ni siquiera en defensa propia, recordemos que muchos de los primeros mártires cristianos fueron soldados que al bautizarse dejaron la vida militar y fueron condenados como desertores, ellos sabían bien que no era compatible el tener a Cristo como Rey y no dar la vida por los otros o quitar la vida a otro. Dios nos ama, y a ese amor solo podemos corresponder amando a quiénes Él ama, y amando sin que nos puedan corresponder, al igual que nunca podré corresponder del todo al amor de Dios. De aquí que tener a Cristo por Rey implique amar al inmigrante sin papeles, al que se encuentra en la cuneta, al anciano solo y abandonado, al que ha caído en los lazos del alcohol y de las drogas, al rechazado y marginado, al menor obligado a refugiarse en una pandilla al carecer de otras alternativas,…
¿Tenemos a Cristo por Rey? Ojalá que algún día podamos afirmar que sí y ser así parte de su reino, y, vivir así realmente su sacerdocio, pues el sacerdocio real consiste en eso, es mostrar la realeza de Cristo con el amor y la centralidad del ser humano, no en revestirse de “majestad”, sentarse en sedes-tronos, y evadirse una hora de la realidad rodeado de incienso y otros humos.