Por JOSÉ LUIS BLEDA / En este fin de semana la Iglesia Española nos invita a poner nuestra mirada en la Iglesia Diocesana, a darnos cuenta de que la Iglesia es mucho más que nuestra comunidad, nuestra parroquia, formamos parte de algo mucho más grande, que nos ayuda y aporta a nuestro ser, y, a la que también nosotros aportamos con lo que somos y tenemos, pues formamos parte de ella. En este contexto, la Liturgia de la Palabra, nos regala para meditar estos preciosos textos.
En el primero, se nos presenta al profeta Elías saliendo del territorio de Israel, se nos presenta como inmigrante, inmigrante ambiental, su país sufría una gran sequía, y como perseguido político, lo que le lleva a Sarepta, una ciudad fenicia, y allí es acogido por una mujer viuda, con un solo hijo, quizá tan pobre como él, que lo único que esperaba era morir junto a su hijo una vez se agotasen las pocas existencias que tenía, pero no duda en compartir lo poco que tiene con el profeta que le pide, incluso primero le da a él, y lo que queda para ella y su hijo. Mirando esta escena ¿de verdad no podemos acoger a más? ¿no hay alimentos, ni sitio, ni tierra, ni trabajo para otros? Lo hace, y, se produce el milagro, para quién comparte nunca se vacía la orza de harina y nunca se agota la alcuza de aceite. Muchas veces vamos corriendo de un sitio a otro, y, nunca llegamos a tiempo, pedimos y repartimos lo que nos dan, y parece que siempre nos falta ¿no nos hará falta compartir lo que tenemos y somos?
El salmo 145 que nos invita a alabar a Dios, como casi todos los cánticos, himnos y salmos, también nos muestra la acción de Dios. Queremos ser como Dios, pues imitémosle, ¿cómo? En primer lugar siendo fieles, fieles a nuestras promesas, compromisos, modo de vida que hemos elegido, haciendo justicia a los oprimidos, compartiendo el pan con los hambrientos, siendo libres y liberando a los demás, abriendo los ojos a los que no ven (y a los que no quieren ver), enderezando a los que se doblan, amando, cuidando de los peregrinos,… Es tanto lo que podemos hacer imitando al Señor,…
La carta a los Hebreos, hablándonos de Cristo, como Sumo Sacerdote, nos habla también de la Iglesia, una Iglesia que no es un templo, precisamente en este día de la Iglesia Diocesana, en el que se nos pide una colaboración económica, que en ocasiones irá destinada a sustentar algún templo, tenemos que tener claro que la Iglesia, la universal, la diocesana, la parroquial, no son un templo, sino una comunidad, un grupo de personas, que necesitan de un lugar para reunirse y celebrar, pero que necesitan amor, calor humano, ánimos, sentirse apoyados, escuchados, queridos, que necesitan también entregarse, hacer cosas concretas por los demás, construir la Iglesia de Cristo junto con los demás, para entrar con Él, de una vez para siempre en el Cielo.
Por último, Marcos en el Evangelio, nos vuelve al pasaje de la primera lectura, pero antes, previamente, nos presenta la figura del escriba engreído, ridiculizándola, para advertirnos del peligro de confundir las cosas, del pensar que la Iglesia, que el ser creyente, católico, el ser sacerdote, es el boato, las vestiduras, que nos hagan reverencias, nos besen las manos, se arrodillen,… Cierto que generalmente la diferencia entre hacer las cosas por humildad, obediencia, austeridad, y el hacerlas para presumir, con soberbia y orgullo y ponerse por encima de los demás, está más en el corazón e interior de cada uno que en lo externo. He conocido curas con sotana, como Pablo con Gamaliel, puedo presumir que de alguna manera fui discípulo del P. Joseico, que cuando lo conocí llevaba sotana, tenía dos, una, la que más cuidaba era legado de D. Bartolomé Ballesta, pero casí siempre la llevaba con algún lamparón y raída, menos mal que el negro lo tapa casi todo, pero también he conocido otros que llevaban la sotana impecable y me consta la llevaban para no hacer cola en el banco, pasar en primer lugar, que el policía se cuadre y te deje aparcar donde a otros no ha dejado, para decir que soy más que los que no la llevan,…, incluso, lamentablemente, hay quienes llevan la sotana porque eso es lo único que les da identidad sacerdotal, y piensan que llevándola quedan tapadas sus vergüenzas y sus incoherencias…
Lo importante en la vida nos lo muestra Jesús, no con el escriba y sus ropajes, sino con la ofrenda de la pobre viuda, lo importante es compartir, compartir la vida, y eso solo se puede hacer si somos capaces de entregarnos y entregarnos del todo, sin reservas, sin guardar nada para mañana, para el día siguiente. Un ejemplo de esto, una lección sobre esto, me la dio el P. Michel en Douala, él es el responsable de la Pastoral de Infancia de su diócesis y coordina unos 8 orfanatos donde se acogen unos 200 niños sin familia y sin hogar, este verano el grupo que estuvimos por allí tuvimos la suerte de conocer uno de ellos, la situación era muy precaria, podéis imaginaros, y estos orfanatos se mantienen gracias a la aportación de donantes y benefactores de la iglesia local, tanto de la parroquia como de la Diócesis, pero les hace falta mucho… Pude pasar una mañana con el P. Michel visitando la obra de un nuevo orfanato y escuchando lo que están haciendo, y acabe sugiriéndole que pidiese ayudas y presentase proyectos a instituciones de la Iglesia Española y Universal y Ongs, a lo que él me respondió que no, que los niños son suyos, son de su pueblo, son sus hermanos, por eso ellos, la comunidad parroquial tiene que colaborar con ellos, buscar los recursos para que tengan lo que necesitan, para que tengan un futuro, que él puede y debe compartir lo suyo, sus alimentos, ropa, con ellos, y también compartir con ellos su hambre, sus necesidades, “si cuando pasan hambre, yo paso hambre, si cuando se mojan yo me mojo, entonces procuraré que coman, que se vistan, que tengan techo,… Si todo esto lo tengo subvencionado, me viene de fuera, al final ellos no son nuestros,.. a lo mejor tienen muchas cosas, medios,…, pero no formaran parte nuestra, de nosotros.” La caridad no es repartir lo que nos dan, sino compartir lo que tenemos y lo que somos. Vivamos esa caridad como Iglesia, como comunidad, imitemos a las viudas del Evangelio y de Sarepta.