Reflexión compartida en el Encuentro sobre el Compromiso celebrado el pasado 18 de febrero en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto, en Algezares
Por HOAC DE MURCIA / Las mujeres y hombres de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de la Diócesis de Cartagena hemos celebrado el pasado fin de semana en Algezares (Murcia) un Encuentro sobre el Compromiso. En el inicio de la Cuaresma, no perdemos de vista en nuestros corazones y en nuestra comunidad (como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de este año) el calor que mantiene viva la llama del trabajo por la justicia y por la caridad, que es amor, y ambos alimentados por la oración para mirar con los ojos del Padre las realidades de cada día.
Esta Reflexión queremos compartirla con el conjunto de la Iglesia diocesana, con quienes trabajamos a diario en organizaciones sociales, políticas y sindicales, en plataformas, en proyectos de solidaridad… Y lo hacemos tras haber compartido nuestra vida y experiencias a partir de la lectura del texto del Evangelio de Marcos (Mc 5, 21-43), con el encuentro de Jesús con dos mujeres: la hija de Jairo y la enferma de hemorragias. Dos mujeres a las que Jesús sitúa en primer plano, como lo hace hoy en un mundo en el que la brecha salarial se ceba con las mujeres, y donde aún parecemos relegadas a ocupar un lugar secundario.
Mapa del Compromiso
Ya el curso pasado tuvimos la oportunidad de reflexionar acerca de aquellos lugares y ambientes en los que estamos presentes las personas que militamos en este movimiento apostólico de la Acción Católica. Completamos un Mapa del Compromiso que incluye la cercanía y el trabajo con la población inmigrante, la que trata de vivir con nosotros como especialmente aquella que sufre las políticas de control migratorio y acaba en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Sangonera la Verde, en Murcia. Hablamos de la Plataforma de la Emigración de Molina, Convivir Sin Racismo, Murcia Acoge y, por supuesto, en la Asociación de Ayuda a los Refugiados, que pone sobre la mesa el drama de quienes han tenido que abandonar sus países a causa de los conflictos provocados por una guerra que obliga a huir a millones de personas de sus casas.
También el acompañamiento, la sensibilización y denuncia de todos aquellos que sufrimos más directamente las consecuencias de este injusto sistema económico, a causa de lo que algunos llaman crisis y nosotros decimos que es una estafa económica. Desde la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) o la de Defensa de las Pensiones y en las Marchas por la Dignidad. De igual forma, nuestro compromiso está presente en la lucha contra la exclusión social en la Coordinadora de Barrios, la Red de Lucha contra la Pobreza EAPN-Murcia, o en los proyectos del barrio de San José Obrero de Alcantarilla, el CAYAM de Cáritas y otras iniciativas.
No podemos olvidar a quienes tratan de construir otro modelo de educación, como el de la Escuela Equipo del barrio del Progreso, y la presencia en la Marea Verde en defensa de la enseñanza pública, o en la Marea Blanca, junto a los que unimos por una sanidad para todos y todas desde la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública.
Mención especial merece el compromiso y la movilización vecinal en el sur de la ciudad de Murcia en torno a la Plataforma Pro Soterramiento, en la que hemos estado desde sus inicios hace treinta años con una lucha no violenta a favor de la dignidad de quienes vivimos en los barrios afectados por el trazado ferroviario en nuestra capital. Una lucha que hay conseguido unir a una ciudad en defensa de la calidad de vida y contra la hipocresía y falsas promesas de nuestros gobernantes.
Dificultades ante el compromiso
Un Mapa del Compromiso que completamos con la presencia de militantes en sindicatos y partidos políticos, donde tratamos de hacer presente los valores de Jesús de Nazaret a través del compromiso público al que nos invita la Iglesia para dar testimonio de nuestra fe. Y por supuesto, la implicación de personas concretas de la HOAC en la Delegación de Apostolado Seglar, el Consejo Diocesano de Acción Católica, la Delegación de Pastoral Obrera y el compromiso en instituciones eclesiales como Cáritas. Con ello hacemos presente nuestra identidad de Acción Católica y de Iglesia en la realidad del mundo obrero.
En el Encuentro celebrado este pasado fin de semana en la Parroquia de Nuestra Señora de Loreto de Algezares compartimos una serie de dificultades que encontramos a la hora de llevar adelante nuestro compromiso cristiano. Por una parte, constatamos las propias limitaciones físicas que muchos de nosotros tenemos por la edad y por las circunstancias de vivir con personas dependientes o con llevar el peso de la casa al tener que afrontar las situaciones de desempleo o precariedad que viven nuestros hijos e hijas, lo que les impide tener un proyecto de vida y familia acorde con la dignidad de cualquier ser humano.
La atención a nuestros padres o madres que son mayores pone de manifiesto que cada día cobra más peso la llamada economía de cuidados, en su mayoría protagonizada por las mujeres. Es una realidad invisibilizada pero que condiciona el desarrollo cotidiano de la vida. No podemos, sin embargo, ocultar (como lo hacen expertas en análisis de género) que los cuidados se reconocen como una dimensión de la vida humana que es también económica en la medida en que comporta uso de recursos escasos, materiales, inmateriales, de energía y tiempo, con costes directos e indirectos evidentes y la realización de un auténtico trabajo que satisface de necesidades humanas básicas.
Otras dificultades tienen que ver con la falta de tiempo para poder hacer frente a todas las situaciones que se nos presentan para expresar nuestro compromiso. Son muchas las movilizaciones, propuestas, acciones de solidaridad e iniciativas a las que somos invitados a sumarnos. Y a veces, tratar de responder a lo inmediato nos impide perder la perspectiva de que el compromiso humano y creyente es para toda la vida.
Logros y esperanzas
También constatamos, en ocasiones, que no somos muchas las personas dedicadas al compromiso solidario con los más desfavorecidos, o que a veces nos agobiamos ante todo lo que tenemos que hacer, y perdemos la esperanza. Igualmente, nos cuesta encontrar el lenguaje y las metodologías más adecuadas para trabajar con las personas empobrecidas y que sean ellas mismas las protagonistas de sus luchas y acciones transformadoras.
Pero no solamente reflexionamos sobre las dificultades, sino que descubrimos logros y celebramos alegrías en nuestro compromiso militantes junto con los compañeros de nuestro grupo de acción, con las víctimas a las que dirigimos nuestro esfuerzo, en la cultura que estamos inmersos, en las estructuras que pretendemos transformar.
En ese sentido hemos visto mejorar la vida de nuestros barrios y de sus gentes, con las que llevamos años compartiendo sus alegrías y penas, sus deseos de mejora y sus logros. Hablamos de familias del barrio de San José Obrero de Alcantarilla, o de aquellos que fueron niños en el Centro de Acogida y Atención al Menor (Cayam) ‘Virgen de la Fuensanta’, en El Palmar. También de parejas desahuciadas en su viviendas o personas afectadas por conflictos laborales, como las trabajadoras de Ayuda a Domicilio de Murcia o los afectados por la huelga de Juver.
No podemos olvidar la rica experiencia de movilización vecinal de los barrios afectados por el soterramiento de las vías del tren a su paso por el municipio de Murcia. Ya nada volverá a ser como antes, puesto que su lucha ya ha merecido la pena, sea el resultado que sea. La solidaridad, los gestos de fraternidad y descubrir que merece la pena estar unidos en la calle para reclamar el protagonismo como ciudadanía.
Somos conscientes que los frutos se alcanzan a largo plazo, que la constancia y la paciencia son valores a la hora de vivir el compromiso. De igual forma, que la esperanza es un rasgo de nuestra fe en Jesús de Nazaret que compartimos con muchas otras personas que, en principio, no se declaran creyentes, pero con las que trabajamos y nos encontramos codo a codo para cambiar nuestro pequeño mundo. Esos frutos también los vivimos en nuestra propia Iglesia diocesana, pese a que en ocasiones la voz del mundo obrero cuesta llegar a nuestras parroquias y comunidades desde la Pastoral Obrera. En este sentido, ha sido y es determinante el testimonio del Papa Francisco, en un pontificado marcado por la alegría del Evangelio y el oler a oveja que nos anima a seguir dando muestras de nuestro compromiso cristiano, al reconocer el papel de los movimientos populares en todo el mundo.
Testimonio y claves para la comunión con los empobrecidos
Descubrimos que el compromiso se puede vivir en nuestras propias casas, en nuestras familias, a la hora de afrontar las situaciones de enfermedad, precariedad y desempleo, dedicando nuestro tiempo, nuestras atenciones, nuestros desvelos… a quienes un día se dedicaron a nosotros o a quienes aún están en las primeras etapas de su vida.
En la última parte del Encuentro de Cuaresma reflexionamos de qué manera y en qué medida ofrecemos testimonio de Jesús a través de nuestros
modos de vida y acción. Una reflexión que hacíamos partiendo de la experiencia de comunión con los empobrecidos del mundo obrero, en el acompañamiento de nuestros compañeros de acción, en nuestra forma de denunciar las situaciones de injusticia, en el uso de nuestro tiempo y de nuestros bienes al servicio de las víctimas del sistema…
Y en este sentido, reconocemos que en nosotros predomina el testimonio en la acción y que aún es necesaria una implicación más directa en la vida de quienes peor lo están pasando en nuestros pueblos y ciudades. Es lo que los cristianos llamamos la encarnación en las realidades del mundo obrero y del trabajo. Bien es cierto que nos sentimos reconocidos entre quienes compartimos luchas y esperanzas, entre quienes vivimos experiencias de denuncia profética de múltiples realidades, o entre quienes vivimos movilizaciones y acciones políticas y sindicales.
En nuestra XIII Asamblea General, que celebramos en 2015 en Segovia, compartimos cuatro claves que deben presidir todas las actuaciones que como militantes cristianos desarrollamos en nuestros ambientes, en nuestros pueblos y ciudades, en las realidades más cercanas. Hablamos, por una parte, de acompañar la vida de las personas en sus ambientes (familiar, eclesial, social y laboral) y colaborar con ellos a que se den las condiciones para que podamos vivir nuestra humanidad de manera plena. También de colaborar a un cambio de mentalidad (a una nueva manera de entender y comprender la realidad, el sentido que atribuimos a la vida personal y social, al ser humano y a su actividad, trabajo y política, etc.) y de la atmósfera cultural que nos envuelve y condiciona.
De igual forma asumimos el impulso a colaborar al cambio de las instituciones para que estén mucho más al servicio de las necesidades de las personas, en particular de los empobrecidos y para animar y renovar el tejido social. Y, finalmente, a colaborar a construir y dar visibilidad a experiencias alternativas en la forma de ser y trabajar (en el uso de los bienes, en las formas de trabajo, en la vida política, en la solidaridad con las personas empobrecidas).
Finalmente, en esta Cuaresma renovada con nuestro compromiso personal y comunitario, nos sentimos una comunidad que madura con el paso del tiempo en el amor, en la unidad, en el respeto… y, sobre todo, en sentirse parte de una Iglesia peregrina que busca espacios de diálogo y encuentro, desde la realidad de las personas empobrecidas, desde la realidad del mundo obrero y del trabajo.
Algezares (Murcia), febrero 2018