Por JUAN GARCÍA CASELLES / Llevo ya mucho tiempo oyendo lo del fracaso de Rajoy, tanto desde la izquierda como de parte de la derecha, fracaso que suele centrarse en lo mal que ha llevado el asunto de Cataluña, y también en lo cruel que ha sido en lo referente a la salida de la
crisis y como lo están sufriendo los ciudadanos con menos recursos.
Tanto en un caso como en el otro se parte por los críticos de la idea de que un gobierno en esta sociedad, como en otra cualquiera, debería ser ante todo justo y procurar el bien de todos los ciudadanos, algo más o menos como el mito del “buen rey”, que no solo defendía a los huérfanos y las viudas, sino que su mayor gloria era el bienestar de todos sus súbditos. Si las cosas fueran así, no cabe duda de que Rajoy no da la talla ni por el rabo.
Pero la realidad es la que es, y el estado, en una sociedad capitalista (y en otro tipo de sociedades el poder político en cualquiera de sus variadas formas), no tiene por misión ser el papaíto de los pobres, sino mantener y mejorar el sistema general (la estructura) de la sociedad de que se trate, tanto en lo que se refiere al poder económico, como en lo político, así como en lo cultural, la información, la educación, etc. Si no fuera así, la sociedad en la que el poder político fuera (digamos) bueno desaparecería en un plis-plas.
Si juzgamos la actuación de Rajoy desde este punto de vista veremos que sus logros más importantes se han producido en el terreno económico consiguiendo por medio de mecanismos de reparto desigual de la riqueza, no solo aumentar el número de los millonarios a costa de los más débiles, sino también aumentar el poder y capacidad de explotación de los ya poderosos de la economía, poderes y facilidades de los que no habían dispuesto desde hacía muchos años. Y con el asunto de Cataluña ha conseguido y está dispuesto a seguir consiguiendo que la gente siga
distraída con el lío, mientras las lacras más graves de estas sociedad permanecen sin resolverse y los buenos burgueses, más contentos que un niño con zapatos nuevos, siguen a lo suyo como siempre.
Así que el éxito de Rajoy ha sido espectacular para el gran capital y la inmensa mayoría de los empresarios medianos y pequeños, así como para la derecha política de este país. El hombre ha cumplido con el papel que le asignaron y podrá retirarse cuando lo considere conveniente, sabiendo que sus buenos servicios le serán adecuadamente retribuidos, que para eso se inventaron las puertas giratorias.