Tenemos un cañón
llamado Bocanegra, cuando
el cañón dispara
“los ricos” siempre ganan.
Rumba, la rumba,
la rumba, la rumba del cañón.
Por JUAN GARCÍA CASELLES / Oyendo una noche en la radio la forma en que Haití había sido condenado a la miseria me vino a la memoria esta cancioncilla, adolescente y fascista, de finales de los años cuarenta que, por cierto, era una mala copia de una canción carlista. Es verdad que, en lugar de “los ricos” lo que aparecía en la canción era el nombre de la Centuria del Frente de Juventudes de la Falange a la que estabas apuntado.
Pero volvamos a Haití. Desde que en 1957 Papá Doc Duvalier dejó de ser presidente constitucional de Haití para constituirse en Presidente Vitalicio hasta el derrocamiento de su hijo “Bebé Doc” en 1986, Haití estuvo sometido a una durísima dictadura, tolerada y aprobada por todo eso que se llama el occidente cristiano, liberal y democrático. (Nada nuevo, hoy lo de Assad en Siria es altamente reprobable, mientras Arabia Saudí es redil de mansas ovejuelas).
Como consecuencia de los lujos de la clase dirigente y los disparates de los Doc, Haití se endeudó sin problemas, porque los banqueros saben muy bien que los dictadores son muy solventes ya que pueden apretar las tuercas a sus pueblos sin más y pagar cualquier tamaño de deuda.
Pero cuando empezó a funcionar la democracia se vio claro que la deuda no podía ser pagada y se iniciaron gestiones para renegociar la deuda con el FMI, que fue fundado en los acuerdos de Bretton Woods, que fueron las resoluciones de la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, realizada en el complejo hotelero de Bretton Woods, (Nueva Hampshire, Estados Unidos), entre el 1 y el 22 de julio de 1944.
El fin de estos acuerdos era doble, uno, el preservar el buen funcionamiento del capitalismo (considerado como esencia misma de la democracia), y, otro, establecer de modo claro el dominio económico de USA, sostenido por su enorme poderío militar.
Así que el FMI, como en otros muchos casos, exigió que para renegociar la deuda Haití debería realizar reformas “estructurales” y liberalizar su economía, lo que los haitianos no tuvieron más remedio que aceptar.
Consecuencias: la agricultura de subsistencia haitiana se hundió, porque las multinacionales vendían sus productos agrícolas a precios más baratos de los que hasta entonces había percibido los campesinos, que tuvieron que malvender o abandonar sus tierras y emigrar a las ciudades en busca de cualquier empleo. Los campos abandonados fueron comprados por otras multinacionales que los dedicaron a cultivar fruta para la exportación, mientras sus trabajadores padecían hambres sin cuento. Aprovechando la baratura de la mano de obra se crearon algunas empresas para exportar productos a los países ricos, pero los salarios siguieron siendo de miseria. Y si a esto añadimos las catástrofes naturales y el negocio que hace muchos con las “ayudas”, más la avaricia de los ricos haitianos, que también los hay, podemos completar el panorama.
Por eso llegué a la conclusión de que el FMI era el Bocanegra de los ricos, que (y no hace falta mirar a Haití, basta con ver lo que está pasando en España, en toda Europa y en el universo-mundo) siempre, siempre ganan.
Eso sí, como lo tienen bien estudiado, nos dejan disfrutar del espectáculo casi gratuito de los procesos electorales y de los líos y los escándalos de los políticos para que, mientras discutimos si son galgos o podencos, se nos pase la vida mientras ellos llenan el bolsón.