Manifiesto de la HOAC de Murcia en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora / 8 marzo 2016

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Imagen tomada de http://mujeryempresa.es/

«Como mujer, siento que lo tenemos aún más difícil para se reconozca nuestro protagonismo en la sociedad. Lo veo en nuestras madres a las que en muchas ocasiones se les exige una doble jornada (en la oficina y en casa); en una brecha salarial entre ambos sexos que sigue aumentando en pleno siglo XXI; y en todos los abusos que nos encontramos como trabajadoras precarias, poniendo especial énfasis en las mujeres migrantes que desempeñan una labor de cuidados». (Alba, 25 años)

Con Alba y con todas las mujeres y hombres que sueñan y luchan por la igualdad y la justicia, celebramos el 8 de marzo el Día de la Mujer Trabajadora. Una fecha que, desde 1911, simboliza la lucha de las mujeres trabajadoras por el reconocimiento de su dignidad, una lucha en la que, hoy más que nunca, nos tenemos que implicar mujeres y hombres.

Las mujeres hemos contribuido con nuestras vidas y sus luchas a la conquista de los derechos laborales de la clase trabajadora, así como las luchas por erradicar la discriminación y la marginación social que aún pesan sobre nosotras, en todos los rincones de nuestro planeta.

Esta discriminación se realiza en todos los ámbitos de la sociedad: laboral, educativo, político, religioso… Las mujeres seguimos en un plano de desigualdad respeto al hombre, incluso, en aquellos países que las leyes defienden y promueven la igualdad, la realidad es reflejo de este mundo machista y patriarcal, incluso en el propio lenguaje.

En nuestro mundo el tráfico de niñas y mujeres para la prostitución es algo frecuente. Mujeres asesinadas, maltratadas… No valoradas, en definitiva. Se nos niega el derecho a la educación, a elegir nuestro propio destino; se nos quiere sumisas y obedientes a los deseos y necesidades de los hombres. La pobreza tiene un rostro de mujer, se nos encierra en la economía sumergida y en los cuidados de los hijos e hijas o de nuestras personas mayores. Tenemos menos sueldo por hacer el mismo trabajo que un hombre. Debemos demostrar que valemos para el puesto de responsabilidad que ocupamos, la conciliación de la vida familiar y laboral es muy difícil, y se nos despide por ejercer nuestro derecho a la maternidad. En definitiva, la igualdad entre el hombre y la mujer es un horizonte muy lejano.

Vamos a seguir luchando por esta igualdad, incluida en el ámbito religioso. Queremos poder acceder a los ministerios pastorales, igual que el hombre. Somos iguales en dignidad, en obligaciones y derechos, este mundo es como un pájaro con dos alas, la de la mujer y la del hombre. Si alguna ala falla, no podemos volar. Porque en el propio Cristo se superan las diferencias entre judío y griego, esclavo y libre, varón y mujer.

Hemos participado en la historia, hemos escrito historias llenas de valentía, entrega, servicio, gratuidad y sacrificio y, en cambio, se nos ha ocultado. Sólo aparece el hombre y sus guerras. Las mujeres queremos ese otro mundo posible, necesario e imprescindible, donde la mujer tenga su espacio y su tiempo en igualdad que el hombre.

Como Iglesia en el mundo del trabajo, nos sentimos llamados y llamadas a celebrar, reivindicar, reconocer, animar y acompañar este 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora.

«Por eso trabajadora, mujer, joven, soñadora, te escribo para romper con esta situación. Para que con nuestra fuerza nos hagamos oír y gritemos ¡Basta ya! ¡Esto no es normal! Por eso todos los días son 8 de marzo, ¡levántate y lucha conmigo! Sigamos aportando esperanza junto a todas las mujeres.» (Alba).