Los movimientos populares hemos de tener tres características: estar al lado de la gente, luchar contra las estructuras socioeconómicas que causan la pobreza, la no violencia y que los empobrecidos sean los protagonistas de su propia liberación. Y, algo también importante: que no nos subvencionen los bancos, las Administraciones, las empresas? porque con sus recursos compran todo y a todos los que puedan para seguir destruyendo la vida humana y el planeta. Los movimientos populares luchan por la justicia global desde la libertad.
La llegada fue un reencuentro con aquellos que participamos en Roma, sabiendo que esta vez todo era distinto, porque aquí íbamos a participar unas 1.500 personas y eso exigía una nueva organización. Ese reencuentro estuvo lleno de amistad, ternura y cariño, comentando en conversaciones informales cómo seguía la situación en nuestros diversos países, coincidiendo la ferocidad y la crueldad de los capitalistas y la lucha de una gente que no se resigna a vivir sin dignidad, a hacer vida de la Declaración de los Derechos Humanos. Se trata de convertir esas palabras en lucha desde las propias palabras, los gestos cotidianos y la vida, una vida que se expone a las represalias, que en algunos casos es cárcel, desapariciones y muerte.
En el primer día el encuentro tuvo esa expresión de encuentro entre unas 1.500 personas con sus símbolos, sus lemas, sus vivencias, sus miedos, sus esperanzas, sus fracasos, sus conquistas sociales, con los cánticos, con los bailes, con los lemas gritados por todos, gritos que querían llegar a todos los rincones del mundo para romper el cerco informático de este evento y centrarlo todo en la visita del papa Francisco, pero más en el aspecto comercial y en el espectáculo. Fue el comienzo para seguir construyendo ese mundo posible, necesario e imprescindible para la vida humana y del propio planeta.
Este encuentro se articulaba en tres talleres –trabajo, tierra y techo– con diversos panelistas, que expusieron sus experiencias de lucha en estos tres campos, con representantes de los diversos continentes. Llama la atención que los mecanismos de explotación y opresión son los mismos y se canalizan a través de las multinacionales, también denominadas corporaciones. Los capitalistas compran las voluntades políticas para que privaticen los servicios básicos como pueda ser el agua, vendan la tierra a los grandes terratenientes, provocando los desalojos forzosos (se incluye los desahucios), y, sobre todo, se señaló el aumento considerable por parte de los Estados de la criminalización de las protestas. Gente detenida por manifestarse y acusada de rebelión y terrorismo. Entiendo que la Ley Mordaza responde a esta ofensiva mundial por intentar acallar a la gente en su defensa de la dignidad.
Hay que hacer una mención especial a la cuestión del medio ambiente, valorándose la gran aportación que ha supuesto la Encíclica Laudato Si, haciendo hincapié en los agrotóxicos, que están contribuyendo a la destrucción del planeta, a la privatización de las semillas con los transgénicos. Se dejó claro algo que es evidente: en la defensa del planeta está en juego la propia vida humana. Se hacía una pregunta: ¿Cómo algo con que nos jugamos el futuro de nuestra propia existencia no despierta una rebelión? Los agrotóxicos han supuesto el aumento del cáncer.
Al finalizar las exposiciones de los talleres se establecieron pequeñas comisiones para elaborar conclusiones y propuestas de compromisos, entre ellas la propia organización de los movimientos sociales, porque se subrayó la necesidad de la globalización de la justicia a través de los movimientos populares y su organización. Los avariciosos, los codiciosos, los ambiciosos, los violentos están organizados y han tomado los organismos internacionales y han neutralizado a la ONU. Somos conscientes de que hay que organizarse socialmente. La revolución se organiza o estamos abocados al fracaso.
Al final se consensuó un documento de todas las comisiones en un decálogo, que fue aprobado por unanimidad y entregado al papa Francisco para hacerlo suyo y llevarlo a la ONU y al presidente de Bolivia, Evo Morales. Un decálogo lleno de retos, ilusiones y esperanzas. Terminaba el documento: «Seguiremos trabajando para construir puentes entre los pueblos que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación». Quedó grabado en nuestro pensamiento y en nuestro corazón para que nuestros pies se pongan en camino y nuestras manos a trabajar por ello sin descanso.
Al final llegó el encuentro con el papa Francisco, quien expresó su agradecimiento a todos los movimientos populares fueran de la orientación que fueran por su entrega para generar una humanidad nueva. Francisco se mostró, como siempre, cercano, tierno y revolucionario, porque insiste en que el cambio social no se puede dar si no cambiamos nuestro corazón de una manera sincera y honesta. Fueron palabras de un profeta que intenta vivir lo que dice, que intenta ser coherente, de ahí su gran credibilidad. El suyo no es un discurso vacío, diplomático o para la galería; son palabras con vida, desde la vida y para la vida, pero una vida con trabajo, tierra, techo, cuidado de la madre naturaleza y dignidad.
En las propias palabras de Francisco: «Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez».
Desde los movimientos populares decimos que no es cierto que no se pueda hacer nada, porque queda mucho por hacer y transformar. Queremos vivir desde dos verbos, amar y luchar, porque la vida nos importa y no estamos dispuestos a dejar nuestro futuro en manos de gente sin ética, cruel, que se consideran dueños de la vida y de la muerte. Seguimos luchando.