Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. Jesús.

Por JUAN GARCÍA CASELLES / En su discurso de despedida (como siempre, un buen discurso), Rubalcaba hizo mención al hecho de que el PSOE es un partido leal. Según los entendidos de la cosa, especialmente los de la derecha (o ultraderecha, según se mire), el asunto está en la queja del PP de que el PSOE no ha sido fiel al pacto que habían concluido sobre la votación en el ámbito europeo en favor del candidato de la derecha, el Sr. Jean-Claude Juncker, bien conocido por ser partidario de las políticas de austeridad y por su adicción a los recortes de derechos de los trabajadores.

Y aquí viene aquello de a quién tiene que ser leal un partido de izquierdas, si a la burguesía o a los trabajadores, si a los representantes políticos del poder económico (como es el caso del PP) o a sus propios militantes y votantes.

En un primer momento, al negar el voto a tan derechoso Sr., el nuevo Secretario General (que es el curioso apelativo con que los rojillos suelen designar al jefe supremo), Pedro Sánchez, ha dado un paso en el sentido de que va a dejar de colaborar con el PP, lo que parece coherente con la inmensa mayoría de la militancia sociata.

Pero, para nuestro mal, enseguida ha manifestado su opinión de no caer en populismos y, por otro lado, han empezado a oirse voces y murmullos en relación con la urgencia de ganar el centro y las clases medias para poder acceder al Gobierno y cambiar España. O sea, lo de siempre, que es necesario que ellos manden pa’ arreglar no se qué. ¡Y, yo, incauto de mí, que creía que un partido de izquierdas no era para coger el sillón, sino para defender a los pobres!.Porque si hay que defender el centro (que es lo que el PP defiende) y al mismo tiempo a los currantes, como las dos cosas al mismo tiempo no pueden ser, terminan como siempre, con Felipe descabezando los sindicatos o con Zapatero, el peligroso izquierdista, defendiendo la reforma laboral, como os acordaréis.

De lo que uno llega a colegir que, al fin y al cabo, de lo que se trataba, (visto lo visto, especialmente los apoyos y las maniobras en el periodo electoral y examinada con tiento la nueva ejecutiva) era de repetir la famosa revolución del Marqués de Lampedusa, el del Gatopardo, que consiste en la necesidad de que todo cambie para que todo siga igual. ¡Ojalá me equivoque!

Eso sí, el Pedro Sánchez es mucho más guapo y vistoso que Rubalcaba.