El ex senador Antonio Martínez Ovejero y Antonio Gómez, antiguo militante hoacista, hacen una semblanza de quien fuera trabajador de Bazán y presidente de la HOAC de Cartagena

José Caballero

José Caballero

Por ANTONIO MARTÍNEZ OVEJERO / El pasado 18 de diciembre falleció en Cartagena, a los 85 años, José Caballero Jaume.  Pepe Caballero, como todos le conocíamos,  administrativo de la Bazán, fue presidente de la HOAC de Cartagena (Hermandad Obrera de Acción Católica), entre 1962 y 1967. La HOAC, junto con la JOC (Juventud Obrera Cristiana), constituyó uno de los pilares fundamentales de la reconstrucción, bajo el franquismo, del nuevo movimiento obrero, desde finales de los años cincuenta del siglo pasado.

Pepe Caballero, como tantos hombres y mujeres pertenecientes a aquella pionera generación de luchadores por los derechos de los trabajadores, no participó en la transición, ni ocupó puesto sindical, ni político alguno, durante el período democrático.  No era pues un hombre “mediáticamente” conocido. Excepción hecha de los trabajadores cartageneros, de aquellos años, especialmente los de Bazán.

Así definía a Pepe Caballero la Brigada Político-Social de Cartagena, en mayo de 1962, en un informe al entonces gobernador civil de Murcia, Antonio Soler Bans: « … procede de una familia de arraigadas ideas marxistas, ya que su padre fue secretario de la UGT, antes de 1936 y durante la Cruzada; que se considera al hijo de gran combatividad, organizador y peligroso, y que teniendo en cuenta el clima moral en que ha vivido, su posición católica es sospechosa …». Soler Bans remitió este informe al Obispo D. Ramón Sanahuja, con objeto de obtener su cese como dirigente de la Acción Católica obrera. La lucha por la emancipación de los trabajadores no estaba precisamente en el código genético del nacional-catolicismo imperante.

Efectivamente, su padre Eduardo Caballero Pérez embarcó hacia el exilio en el Campilo el 27 de marzo de 1939. Su hermano mayor, Eduardo, dirigente de la CNT, capitán del Ejército republicano, fue condenado a 30 años de cárcel después de la guerra. Con su padre en el exilio y su hermano en la cárcel, la posguerra no fue fácil, ni para Pepe, ni para su única familia, su madre y su abuela. Vivían en una pequeña casita en Roche, pasando hambre y calamidades, como tantos otros cartageneros en aquellos años.

A los 12 años entró a trabajar como mancebo en una farmacia en Cartagena, a la que acudía a pie, desde Roche, recorriendo 20 kilómetros diarios. A las dificultades de supervivencia material se añadía el continuo acoso del Régimen hacia a su familia. En 1951, doce años después de haber terminado la guerra civil, su madre fue detenida y sancionada por no poner la bandera nacional en el balcón de su casa el 1 de abril, Día de la Victoria. No obstante ello, Pepe Caballero fue Presidente de la Juventud de Acción Católica de Cartagena, antes de entrar en la HOAC.

Pepe Caballero, junto a Antonio Abellán, Eladio Lidón, Pepe Ros Vidal, Julio Martínez Victoria (Julito), Casanova, Juan Bermúdez, Andrés Valero, etc.; y decenas de militantes, católicos unos,  comunistas otros, no encuadrados los más, que trabajaban en: Bazán; Española del Zinc; Productos Químicos;  Peñarroya; el Azor, las minas de la Unión, las Obras del Puerto, la construcción; etc.; pusieron las bases de la resistencia sindical antifranquista en Cartagena.

Crearon nuevas formas de lucha por la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, utilizando audaz, imaginativa e inteligentemente las escasísimas posibilidades que la legislación y el Régimen franquista ofrecían: las elecciones al Sindicato Vertical, los primeros convenios colectivos y promoviendo la participación y formación de los trabajadores.

Fueron los artífices y protagonistas de las movilizaciones obreras en Cartagena, en 1962. Las primeras, desde el final de la Guerra Civil, que alcanzaron, en mayor o menor grado, a todas las empresas y sectores mencionados. La llamada “huelga del hambre” en la que participaron los 3.700 trabajadores del astillero, fue prueba de ello. Teniendo en cuenta que, en aquel tiempo, los trabajadores de Bazán podían ser militarizados, en caso de conflicto, aplicándoseles no sólo las leyes de Orden Público, sino también el Código Militar de la Marina de Guerra.

En las elecciones sindicales del Sindicato Vertical, desde 1963, Pepe Caballero fue elegido Vocal Nacional del Sindicato del Metal. Frente a la policía y al aparato sindical falangista, el movimiento engendrado por las Candidaturas Democráticas de Trabajadores consiguió la Presidencia de la Sección Obrera del Metal en la Comarca de Cartagena. Asimismo, desde ahí promovieron  los convenios colectivos durante los años siguientes, afianzando la negociación colectiva, no sólo en Cartagena, sino a nivel regional y nacional. Por último, promovieron y generalizaron un nuevo método de participación en la lucha sindical, a través de las asambleas en los centros de trabajo y la formación de líderes obreros.

Hoy, Pepe Caballero y una gran mayoría de todos aquellos hombres y mujeres han fallecido. Excepto, Bazán-Navantia, el tejido industrial en el que desarrollaron su actuación ha desaparecido. Aunque su imagen esté viva en nuestras mentes, aquella realidad ha muerto.

Hoy, la Reforma Laboral y los recortes sociales impuestos por el PP, están desmantelando el Estado del Bienestar que aquellos hombres y mujeres comenzaron a construir, hace más de cincuenta años, en unas condiciones y, desde una situación infinitamente más difícil, en todos los sentidos.

Hoy, no toca sólo evocarlos en el recuerdo, agradecerles el esfuerzo y rendirles homenaje, sino tomar ejemplo de su entrega, su sacrificio, su audacia, su imaginación y su coraje. Falta nos hace.

Antonio Martínez Ovejero

Presidente diocesano de la JOC (1967-70)
Senador por Murcia (1979-82. PSRM-PSOE)

———————————

El compromiso de un caballero

José Caballero Jaume

José Caballero Jaume

Por ANTONIO GÓMEZ / Yo conocí a Pepe Caballero, que era, sobre todo eso, un caballero. Tuvo que salir de su amada Cartagena en los sesenta, creo que sobre los años 67 ‘ 68. Vino a Murcia a una Asamblea de la HOAC, estábamos entonces por nombrar a un militante de fuera de Murcia para la Presidencia de la HOAC. Todos volvíamos la mirada hacia Pepe Caballero. Su inteligencia, capacidad de análisis, entrega, líder obrero, lo señalaba como la persona ideal para la función de Presidente. Pero, Pepe se negó, después habló con el consiliario y conmigo. Nos explicó con pocas palabras sus motivos para no aceptar, los dos comprendimos sus explicaciones, pero poco después, como ya sabíamos algunos íntimos, se trasladó a Murcia, también sabemos del sufrimiento que para él y su familia supuso el traslado. Tuvo que dejar su trabajo, amigos, familia, y engancharse en lo que pudo. Yo hablaba mucho con él en aquellos años. Todos sufrimos con Pepe. Era triste ver a aquel tío tan grade de espíritu tener que llegar de puerta en puerta a convencer a los médicos que recetasen un determinado medicamento. Pero él perseveraba. Luchaba en su nueva aventura, terminó por ganarse el respeto de todos a quien visitaba y hasta a la multinacional farmacéutica que trabajaba. Pepe se enroló en nuestro grupo, el me convenció para que yo aceptase la Presidencia de la HOAC. Era así de noble y fuerte, como anécdota podríamos recordar la Asamblea Diocesana para nombrar nueva Presidencia de la HOAC. Solo habían pasado unos días de la anterior, Pepe montó una de Dios en Cristo , sin pensarlo mucho, presentó una moción contra la Comisión Diocesana que había salido, como digo, hacía solo unos días y provocó otra nueva votación, en ella íbamos “Chimi”, Manolo Arnaldos (Molina), Fernando Franco, algunos más y yo.

No creáis que José Caballero cejó en su lucha obrera en Murcia. Su hijo entró a estudiar Medicina en la Facultad casi recién creada en Murcia, y allí llegó Pepe. No tuvo en cuenta los inconvenientes que pudo acarrea sur intervención a su hijo entre los catedráticos, a algunos conocía en su profesión, y los muchachos estudiantes. Los gritos de ¡Despertad borregos! fue primero a grupos, pero la cosa terminó en Asamblea en la misma Facultad. Allí la cosa fue a más, los que lo acompañamos, teníamos el coche preparado para después salir a la carrera, porque ya sabíamos la reacción de la burguesía universitaria y de la derecha militante franquista. Pero Pepe, subido en un banco, estuvo arengando a aquella masa en que estaba convertida la facultad. Al final lo aplaudieron, lo felicitaron… Pero bueno, así lo hizo y así lo presenciamos y le ayudamos y acompañamos. El Obispo me llamó después a mí, en privado alabó nuestra hazaña, pero confesó también que Pepe llevase cuidado que ya estaba señalado de su acción obrera en Cartagena.

Muchas y buenas cosas podríamos contar de Pepe Caballero, le gustaba hablar con los suyos, las conversaciones en las Asambleas después de irse a dormir los militantes era sonadas, nos quedábamos hasta la madrugaba, cada uno contábamos sus dramas, sus odiseas y sobre todo el hambre que habíamos pasado en la Guerra Civil y en la postguerra ¡Dios mío cómo pasa el tiempo! Hace más de diez años que no te veía y ahora pues ya ves. ¡Qué coño has hecho! ¿Cómo se te ha ocurrido morirte? Ya se han marchado Julián Gómez del Castillo, Joaquín Sánchez, Fernando Franco, Pepe Ros, Pedro Sánchez, Rovirosa, Malagón, Mari Capilla… Y ahora tú. ¡Dios mío un poco de tregua! De los viejos quedamos pocos… y malos. ¿Te acuerdas de la última Asamblea que tuvimos cuando entró el grande de Arnaldo a la Presidencia? Aquel día no se me borrará en la vida. Fue entonces cuando vino lo bueno, el café se transformaba en oda y todos hablábamos, hablábamos, y los pensamientos que desenfrenados alborotaban nuestras cabezas, se transformaban en llanto, risa y rebelión. Nos felicitábamos de saber la importancia que tenía nuestra existencia, la importancia que tiene la existencia de todos. La vitalidad de unir mi mano a otras manos, de mi canto unido a otros cantos. Tú te transformabas, te transmudabas oyendo a unos y otros, a Julián que había llegado a pasar unos días con nosotros. Allí nos convencimos unos a los otros de la importancia de nuestra misión, allí nos fuimos conjurándonos a ser creadores, alfareros de nuestro tiempo. Algunos chillábamos y queríamos gritar allí mismo, en las calles, en las fábricas, en los campos… que el tiempo había llegado. Y seguíamos con nuestra utopía ¡Hay que sacudir a los tibios y haraganes, a los que reniegan de la vida, a los incrédulos, a los desesperados! ¡A los que han perdido la esperanza! También necesitamos a los que ríen y cantan y hablan con optimismo. Queríamos y queremos traerlos todos hacia la madrugada, traerlos todos a ver la vida que pasa con toda su hermosura dolorosa y desafiante. Algunos sonreíamos y tú afirmabas con la cabeza. Alguno decía que no sabemos la vida que nos espera detrás de cada amanecer, pero hay que vivirlo.

No sabemos la vida que ya nos espera en cada madrugada, yo sé que no serán muchas las madrugadas, pero sé que hoy es el último testimonio de un día que se va para siempre y que nunca volverá a repetirse. Cada día regalado es un abrazo de alegría que Dios me manda.
Tú ahora, cabronazo, estarás riéndote, alegrándose, disfrutando con Pepe Ros, Teófilo, Pedro Sánchez, Joaquín Sánchez Izquierdo, María Capilla, Rovirosa, Jacinto… y te reirás de nuestras urgencias, de nuestras angustias. Pero sepas, sepáis, que ya estamos “macocos” los de aquella “quinta” y nos quedan cuatro siestas para estar con vosotros, para visitar El Reino, así que preparar el camino.

Antonio Gómez
Antiguo militante de la HOAC de Cartagena