El sacerdote y poeta Antonio López Baeza ha escrito el prólogo y el libro será presentado por el catedrático de la Universidad de Murcia, Fernando Carmona Fernández
Por REDACCIÓN / El próximo viernes 29 de noviembre, a las 8 de la tarde, tendrá lugar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Bullas la presentación del libro «Sus heridas nos han curado», del que es autor el consiliario de la HOAC de Murcia, José Antonio Sánchez Jiménez, conocido entre sus compañeros y amigos como Pepe «El Bullicas». La presentación corre a cargo de su paisano y gran amigo de la infancia, Fernando Carmona Fernández, con el que convivió en los Seminarios Menor y Mayor de Murcia hasta que éste decidió cursar Filología Románica y ejercer la Cátedra en la Universidad de Murcia, donde recientemente se ha jubilado.
Este es el segundo libro que ha escrito José Antonio Sánchez, tras «El Hospital, sus valores» que presentó en Bullas el pasado 25 de enero, y ha contado con la colaboración de un texto en su contraportada de su compañero en el presbiterio diocesano, Ginés Pagán, y del prólogo del que es autor el también sacerdote y escritor, Antonio López Baeza. Precisamente éste señala en el prólogo:
NADA fácil escribir un prólogo para un libro tan complejo, rico y testimonial como el que ahora nos ocupa: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO, de mi buen amigo y ejemplar compañero en el ministerio, José Antonio Sánchez Jiménez. Nada fácil pero sí muy gozoso por darme la oportunidad de aparecer al frente de su lectura con mi pequeña indicación. Constituye un deber de amistad por los casi sesenta años que somos amigos su autor y yo, lo que me vuelve agradable una tarea que siempre he rehuido por convencional e innecesaria: escribir prólogos (¿qué puede aportar un prólogo que sea honesto, es decir, que quiera ser fiel al contenido del libro, y no busque para sí los laureles, al mensaje total del propio libro?). Y esto, pretender aportar algo, resulta aún más difícil en este caso que en otros con los que me he encontrado en idéntico compromiso. Pero amistad obliga. Y ahí va, querido José Antonio, lo que puede considerarse mi visión particular de tu hermoso libro SUS HERIDAS NOS HAN CURADO.
En primer lugar hay que destacar el alto nivel testimonial que posee el libro. No son ideas lo que en él leemos, sino que tocamos en sus páginas una vida real, un hombre que desnuda su alma ante los lectores para que podamos percibir que un creyente en el Dios de Jesús es ante todo un hombre entre los hombres. Un hombre que sufre, duda, espera, lucha con las circunstancias que le han tocado en suerte (la salud/enfermedad, la incomprensión, la soledad, las responsabilidades familiares y profesionales…), pero que siempre encuentra en la fe una fuerza interior para seguir adelante, por muy arduas que fueren las dificultades, hasta conseguir sacar bien de todo mal.
El talante humano que José Antonio deja destilar en estas páginas, tanto en el relato de su proceso oncológico, cuanto en los textos elegidos y comentados para llevar a cabo su reflexión sobre HERIDAS/CURACIÓN, FE Y VIDA SANA, VIVIR LA JUBILACIÓN, es el propio de una persona que ha conquistado para sí esa alegría que no viene de los éxitos de este mundo (entre otros motivos porque no los busca), pero sí tiene hondas raíces en la experiencia de un Dios Padre/Madre de Ternura Infinita.
En la incertidumbre y amarguras de los momentos más críticos de su enfermedad, nunca llega a encontrarse solo. Y no precisamente porque fuesen muchas las personas que por él se interesen, que, aunque éstas no faltaran, la enfermedad era suya y suya la vida en riesgo, y era a él a quien se le encomendaba la lucha principal para no ser derrotado. En esa soledad esencial del hombre arrojado a su destino, la grandeza de José Antonio radica en no tirar la toalla en ningún momento, consciente de que quien ama la vida está prestando un servicio a la entera humanidad. La fe en Dios se manifiesta también, y muy especialmente, en ese amor a la vida que lucha por defenderla y acrecentarla, especialmente cuando se ve más amenazada.
José Antonio ha aprendido mucho, como esponja que se deja empapar, tanto de su tarea pastoral en parroquias como en el Movimiento de la HOAC, al que ha sido fiel desde sus primeros pasos en el ministerio. Pero, ha sido sin duda, en sus últimos seis años como Capellán Sanitario, donde ha conseguido hacer la mejor síntesis de valores humanos y creyentes, hasta conseguir esa talla de hombre que suma en su haber dos cosas tan evangélicas como la Sencillez y la Solidaridad. Por la primera, no aspira a ser salvador de nadie, pues sólo Dios salva; y el creyente es en todos sus pasos testigo de esa Salvación siempre en marcha. Y esta es también una de las raíces de su espontánea alegría.
Por la Solidaridad, tan mamada en la Revisión de Vida y en el Análisis de la Realidad, practicados asiduamente en el HOAC, ha hecho suya la conciencia de que es en la acción a favor de la Justicia y el Bien Común, donde los humanos nos unimos mejor al Dios de la Vida, y en nuestra acción temporal nos vemos aliados al Creador en su actividad eterna, ininterrumpida. Se trata de la santidad de la acción: el que trabaja con amor hace a Dios presente en su propia acción. Y tal es lo que dicen y podemos decir muchos de los que conocemos a José Antonio: se entrega con pasión a lo que hace; pone en ello lo mejor de sí mismo; y su objetivo único es servir al Reino de la Fraternidad Universal predicado por el de Nazaret. ¿Cómo no ir por la vida sin poder contener la sonrisa que nace de ver a un Dios enredado en el quehacer de los hombres? Tal vez no lo ha pensado José Antonio; pero los que lo conocemos y disfrutamos de su sonreír franco, natural, casi infantil, sabemos que le viene de esa mirada interior, que cultiva en la oración, y le ilumina el rostro en su relación con los demás.
Punto y aparte merecen los poemas de José Antonio, que intentan recoger su COTIDIANIDAD, y nos dan algo de esa eternidad que habita la profundidad de todo lo humano. ¿Poemas? ¡Sí; ¿por qué no?! Creaciones de momentos de la realidad que, al impactar su alma, dan como resultado una expresión marcadamente emotiva. Son cantos de ternura, indignación, solidaridad, compasión, lucha y fiesta. También de Acción de Gracias. Su lectura, más que recrear el oído con su musicalidad, recrea el corazón con sensibilidad. Acusada sensibilidad la de este aficionado que, ante muchos maestros y consagrados en poesía, puede darnos lección de que interesa más el pálpito de la carne que el jugo del cerebro vertido en palabras.
No quiero terminar sin referirme al título de este libro: SUS HERIDAS NOS HAN CURADO. Bien escogido, por fiel a su intencionalidad y desarrollo. La sanación que va de dentro a fuera. Sanación que es más, mucho más, que salud recuperada. Es la sanación radical de nuestra existencia, porque nos hace aceptar nuestros límites de seres en camino hacia sí mismos, y que sólo se pueden encontrar con toda su grandeza reconociéndose necesitados del Otro, de los otros. No hay salud ni vida fuera de la relación, de la ayuda mutua, de la confianza y abandono en alguien, en algo. La enfermedad es una llamada a vivir tales relaciones de confianza y ayuda mutua. Y quien escucha esa llamada de la vida en medio de su dolor, carencias o miserias, siempre se ve abierto a un dar y recibir que llena de sentido la precariedad de su existencia.
¿Se podría decir que esta sanación que va de dentro a fuera es la esencia de la fe en Cristo? Así nos lo asegura José Antonio, acogido a la enseñanza del Apóstol Pedro. Lo que nos ha curado en la Pasión de Cristo es el Amor de Dios al Mundo, manifestado en la entrega voluntaria de Jesús de Nazaret. Sus heridas nos dicen que la grandeza del ser humano consiste en entregar su vida a una causa justa, noble, grande. Pues sólo en dicha entrega no perdemos la vida, ya que la recuperamos en el Bien Común que ella persigue. De modo que hemos sido curados del miedo a perder la vida, porque ya la hemos dado de una vez para siempre en nuestro compromiso de servicio a valores tales como la Justicia, la Paz, el Amor universal, el Conocimiento del Dios Viviente. Y cuando llegan los conflictos y fracasos, la enfermedad, la etapa final e incluso la muerte temporal, “¡sus heridas nos han curado!”.
El creyente (y pienso que toda persona sencilla a su modo) sabe que no está solo en los peores trances; le acompaña la condición humana (¿no es de todos el padecer y el morir?); le fortalece la conciencia de haber vivido para algo más grande que sí mismo (¡qué tristeza no haber entregado la propia vida antes de que la muerte venga a quitárnosla!); le acompaña la certeza de que ningún sufrimiento vivido por amor a los demás y con amor a la vida, es inútil, sino la fuente de mayor gozo y bien que nos une para siempre al Creador de la Vida.
José Antonio, amigo y compañero, hermano y testigo de la fe en Cristo: gracias por tu libro. Aunque uno no lo lea todo, puede en unas pocas páginas leer mucho, es decir, encontrar mucha luz, consuelo, estímulo para su vivir cotidiano. Y esto es ya un valor extraordinario. Así son los libros de sabiduría, en contraste con los de ciencia. Estos dan esquemas, ideas, análisis, elucubraciones; el tuyo, sabio, da alegría de estar vivo y conciencia de que la vida es algo muy grande que sólo compartida y entregada alcanza su máxima belleza.